Segunda parte de la completa guía de la canción de autor elaborada por Ramón Moratalla. Si aún no has leído la primera parte de Cantautores de hoy y de siempre, te recomendamos que lo hagas.
6. Luis Pastor: “Vallecas”. 1976
Levántate, ¡oh! sol de verano,
somos nosotros tus cantores,
de la canción de mañana
se oyen ya los rumores,
se oyen ya los clamores,
se oyen ya los tambores.
(José Afonso)
Hemos querido comenzar esta segunda entrega de Cantautores de hoy y de siempre con este verso del gran compositor portugués Zeca Afonso, primero, porque glosa en pocas palabras el papel que habrían de tener los cantautores en la transformación de la sociedad española en esos momentos tan críticos que siguieron a la muerte del dictador. Y segundo, para presentar este disco emblemático de un cantor no menos necesario de entonces y de hoy mismo.
José Afonso fue el primer y principal referente musical de este extremeño de Berzocana –corazón de las mágicas Villuercas- emigrado a Vallecas, ese barrio proletario donde se agolparon muchos de los emigrantes de la posguerra buscando un sitio para comer. La colonia Sandi de Vallecas acogió a un Luis Pastor cantarín de siempre que, entre movimientos vecinales, sociales y la conciencia cristiana de los curas rojos, devino en uno de los máximos exponentes de la canción social, denominada, a veces peyorativamente, canción protesta.
Según Fernando González Lucini, sin duda la máxima autoridad en conocimientos sobre la canción de autor en España, en una investigación muy bella y con la que no podemos estar más de acuerdo, la canción social nace como hermana propagadora de la poesía social que se inició en 1955 con dos libros fundamentales: “Pido la paz y la palabra” de Blas de Otero y “Cantos Iberos” de Gabriel Celaya, de los cuales interpretaría Paco Ibáñez varios poemas.
Luis Pastor publicó en 1975 su primer disco, Fidelidad, que había sido censurado tres años antes, con textos de Blas de Otero, Pablo Neruda, Miguel Hernández y Nicolás Guillén, con una clara influencia de Paco Ibáñez, a quien admiraba.
En 1976, recién enterrado el dictador, apareció Vallecas, donde interpretaba textos de José Afonso, León Felipe, Octavio Paz y él mismo, entre otros, así como el entrañable “Vamos juntos”, de Mario Benedetti, que se convirtió en una suerte de himno.
Con tu puedo y mi quiero
vamos juntos, compañero.
Compañero, te desvela
la misma suerte que a mí:
prometiste y prometí
encender esta candela.
La muerte mata y escucha,
la vida viene después,
la unidad que sirve es
la que nos une en la lucha.
La Historia tañe, sonora,
su lección como campana:
para gozar el Mañana
hay que pelear el Ahora.
Ya no somos inocentes
ni en la mala ni en la buena,
cada cual en su faena,
porque en esto no hay suplentes.
Algunos cantan victoria
porque el pueblo paga vidas,
pero esas muertes queridas
van escribiendo la Historia
Con tu puedo y mi quiero
vamos juntos, compañero.
(Mario Benedetti)
«Vamos juntos», del disco «Vallecas»
De esta manera, la revelación de la poesía a través de un disco de Paco Ibáñez y la musicalidad portuguesa del José Afonso de la Revolución de los Claveles, darían a luz a un cantante cuyas señas de identidad han permanecido inalterables a lo largo del tiempo.
Amar es combatir.
Si dos se besan el mundo cambia,
encarnan los deseos,
el pensamiento encarna,
brotan alas en las espaldas del esclavo,
el mundo es real y tangible,
el vino es vino,
el pan vuelve a saber,
el agua es agua.
Amar es combatir, es abrir puertas,
dejar de ser fantasma con un número
a perpetua cadena condenado
por un amo sin rostro.
(Octavio Paz)
Un cantante que atravesó una grave crisis cuando el nuevo régimen decidió que determinados cantautores ya no eran necesarios y se tuvo que refugiar en un programa de televisión haciendo unos ácidos “Cantares de ciego”.
Un cantante que hasta hoy no ha hecho sino ganar en hondura lírica y en compromiso solidario. Desgraciadamente, es difícil encontrar hoy a alguien con un grado de honestidad semejante, lo cual dice mucho acerca de él.
Un cantante que en 2006 hizo un disco maravilloso con los poemas de José Saramago, otro portugués universal: En esta esquina del tiempo, Nesta esquina do tempo, cantado en doble versión portuguesa y española.
Un cantante que en 2012 nos sorprendía con un regalo llamado Qué fue de los cantautores, en el que reivindica a los que no se vendieron y la necesidad de “seguir dando el cante”, siempre con su timple en bandolera y su amada Lourdes Guerra.
«¿Qué fue de los cantautores?»
Quiero terminar este pequeño homenaje a “ese Pastor” entrañable con unas palabras del “Retrato íntimo” que le dedicó F.G. Lucini:
SÉ que, cuando es preciso sabe
emborracharse de generosidad, generosa
solidaridad que ofrenda a quien la necesita
con lo más bello y lo más auténtico que
posee: con su palabra y con su música
…
SÉ que pintó y que creó, en el corazón
de la aridez de su barrio, un increíble
puerto de mar para Vallecas
…
SÉ que lleva el ritmo en la sangre y la
palabra en el pecho
…
SÉ que cultivó y amó la Belleza siempre
…
Sí, SÉ, HE VISTO Y HE CREÍDO…
Creer en ti, Luis…, no por lo que cuentan,
por lo que dicen, o por lo que comentan,
sino porque, conociéndote, SÉ que has
logrado hacer realidad aquel deseo que
Rafael Alberti también soñó:
SER FLOR DE NUESTRO PUEBLO.
( Fernando G. Lucini: “Retrato Íntimo. Crónica cantada de los silencios rotos”. 1998 )
«Vengan a ver», originalmente titulada «Vallecas»
7. Joan Baez: “Lo mejor de Joan Baez”. 1965
La música folk norteamericana de los años sesenta fue el principal vehículo a través del cual la juventud rebelde de aquella época propagó las inquietudes izquierdistas, revolucionarias y pacifistas que llevaban dentro, como ya apuntábamos en la primera entrega de “Cantautores”, refiriéndonos a Bob Dylan. También fue un movimiento de reacción contra la música banal y contemplativa de los cantantes pop de la época, introduciendo textos de poetas y propios, con mensajes que incitaban a la acción y aprovechando antiguas melodías tradicionales para difundir estos textos.
Este caldo de cultivo se materializó en las voces de una serie de cantantes y poetas que se convirtieron en los portavoces de aquella generación: Bob Dylan, Joan Baez, Odetta, Phil Ochs,… -continuadores de los padres de la música folk norteamericana: Woody Guthrie y Pete Seeger-, junto a los poetas Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William Burroughs o Neal Cassady, que formaban la Generación Beat, generación cansada, abatida, en su sentido afroamericano, y cuyo legado principal fue el movimiento hippie. Sus reivindicaciones principales eran acabar con la guerra de Vietnam, el rechazo de los valores estadounidenses tradicionales, el fin de la violencia y la libertad sexual, entre otras.
Joan Baez, hija de una profesora de literatura y de un físico pacifista que se negó a colaborar en la bomba atómica, fue, junto a Bob Dylan, la principal activista de este movimiento político-artístico, que luego llamarían canción protesta, y que tuvo una influencia indudable en el nacimiento de nuestros cantautores españoles, influenciados también por los poetas sociales.
Esta infatigable luchadora y defensora de los derechos civiles fue una de las principales figuras de todos los grandes acontecimientos de entonces, desde el festival de Newport de 1959, la famosa marcha sobre Washington de 1963 donde intervino Martin Luther King o el festival de Woodstock de 1969. Sin embargo hemos elegido un disco que creemos emblemático por ser uno de los primeros que en España dieron a conocer a esta cantante de voz cristalina y que muestra su faceta más tradicional, anterior a su colaboración con Bob Dylan y consiguiente evolución política.
«The House Of The Rising Sun»
Un disco que comienza con una de las joyas de la música tradicional del sur de EEUU, The House of the Rising Sun, mil veces versionada. También contiene una canción de Dylan y otra de Phil Ochs, compañeros de viaje, y otras maravillosas canciones populares entre las que destacan dos canciones brasileñas, Manhã de Carnaval y Mulher Rendeira, de la cual haría una gran versión Nuestro Pequeño Mundo y, sobre todo, uno de los himnos de la resistencia civil de siempre: We Shall Overcome, cuyo título viene en esta edición española de 1965 curiosamente traducido como Regresaremos. Afortunadamente, nuestro compañero Fernando Martínez, en su bonito y combativo programa de Radio Círculo, “Tráfico de Tarareos”, nos subsanó el error hace poco aclarando su verdadero título: Venceremos.
El disco es una edición rara, sólo para España, de un disco de grandes éxitos de Joan Baez que sustituye la portada por la del Joan Baez. 5. Afortunadamente se trata de una de las mejores antologías de su música temprana.
«Mulher Rendeira» («O Cangaceiro»)
“We Shall Overcome” (“Venceremos”)
8. Claudina y Alberto Gambino: “Aquí donde nos ven”. 1974
Qué lejos está mi tierra
Y, sin embargo, qué cerca
o es que existe un territorio
donde las sangres se mezclan.
Tanta distancia y camino,
tan diferentes banderas
y la pobreza es la misma
los mismos hombres esperan.
Yo quiero romper mi mapa,
formar el mapa de todos,
mestizos, negros y blancos,
trazarlo codo con codo.
Los ríos son como venas
de un cuerpo entero extendido,
y es el color de la tierra
la sangre de los caídos.
No somos los extranjeros
los extranjeros son otros;
son ellos los mercaderes
y los esclavos nosotros.
Yo quiero romper la vida,
como cambiarla quisiera,
ayúdeme compañero;
ayúdeme, no demore,
que una gota con ser poco
con otra se hace aguacero.
(Daniel Viglietti: “Milonga de andar lejos”)
La canción de autor española, que tuvo su especial razón de ser al término de la dictadura, no habría sido lo que fue sin el generoso aporte de nuestros compañeros “sudacas” que nos trajeron las voces de unos autores y poetas que aquí no habíamos escuchado nunca antes.
Autores imprescindibles como Víctor Jara, María Elena Walsh, Mario Benedetti, Daniel Viglietti, Silvio Rodríguez, Violeta Parra e incluso Georges Brassens y muchos más llegaron a nuestro entendimiento gracias a un grupo de cantantes que llegaron a España huyendo de la represión militar y de las dictaduras de sus respectivos países.
Es el caso de Olga Manzano y Manuel Picón, Indio Juan, Rafael Amor, Alberto Cortez, Quintín Cabrera, Carlos Montero, Nacha Guevara –que vendría más tarde- y Claudina y Alberto Gambino, entre otros.
“En chimangos prepotentes no malgastes los cartuchos
sonreíle a los de arriba, que son machos y son muchos
Prepará el escalafón trabajando de felpudo,
Es mejor que comas tierra que no que te coman crudo”
(“Balada del Comodus Viscach”, algo así como “Capitán Chinchilla”. Mª Elena Walsh)
Claudina y Alberto Gambino se conocieron en Córdoba, Argentina, y al principio se establecieron en Buenos Aires. Cantaron en el mítico café-concierto La Fusa, trabajaron en recopilar e interpretar músicas tradicionales e hicieron varios espectáculos comprometidos, además de traducir buena parte de la obra de Georges Brassens al castellano. Este trabajo les hizo vivir un clima irrespirable en una Argentina acosada por la extrema derecha y los militares, y decidieron exiliarse en España en 1974, donde empezaron a actuar en una especie de boliche llamado Candombe, una de las múltiples salas de música sudamericana que, como la mítica sala Toldería, proliferaron por aquel Madrid clandestino y resistente de los años 70.
Así, con la lírica y combativa voz transparente de Claudina y los innovadores arreglos del prodigioso guitarrista que es Alberto Gambino, nos engancharon un puñado de canciones populares y de denuncia que se materializaron en su primer disco: Aquí donde nos ven.
Recuerdo que era como una auténtica aparición cada vez que se colaba en la radio de entonces una canción como la Balada del Comodus Viscach, una ácida y satírica loa de la mansedumbre, creada por la insustituible poeta argentina María Elena Walsh. O como la canción El Prócer, retrato íntimo de la continuidad generacional de la burguesía, de un “prestidiagitador” –cortesía de L. E. Aute- de la palabra, Martín “Poni” Micharvegas.
El disco comienza con la Milonga de andar lejos, de Daniel Viglietti, y continúa con dos canciones populares, Marula Sánchez y Duerme negrito. Sigue con Fusil contra fusil, de Silvio Rodríguez, ¿Qué he sacado con quererte?, de Violeta Parra, y La paloma, un poema de nuestro Ángel González.
En la cara B de entonces El encuentro, una maravillosa canción de amor de Víctor Jara. Así te quiero, de las uruguayas Adela Gleijer y Diana Reches. Tener de todo un poco, de Gloria Fuertes. El Prócer, de Martín Micharvegas. Balada de Juan y María, de Jorge Schusshein, y la inconmensurable Balada del Comodus Viscach, de María Elena Walsh.
«Tener de todo un poco». Gloria Fuertes
En definitiva, un disco imprescindible del movimiento de los cantautores que afortunadamente podemos disfrutar hoy gracias a la estupenda labor de reedición que ha hecho el sello Rama Lama en un doble CD de sus tres discos: Aquí donde nos ven, Canción del Amor Armado y Ensayos sobre Georges Brassens.
En palabras de Félix Grande, uno de sus mayores admiradores: “Hay que gozar de la minuciosidad apasionada con que ellos se acercan a la música y con que ajustan su mutua intuición desde su mutua profesionalidad, para comprender qué hermosa y decisiva es la actual canción americana, o, simplemente, qué hermosa y decisiva es la canción moral”. (Félix Grande, citado por Fernando G. Lucini en “…Y la palabra se hizo música. III. El canto emigrado de América Latina”)
«El Prócer». Martín «Poni» Micharvegas
«Balada del Comodus Viscach». Mª Elena Walsh
9. Luis Eduardo Aute: “Sarcófago”. 1976
“Envejecer, morir,
es el único argumento de la obra”
(Jaime Gil de Biedma)
“Crier la mort c’est crier la vie”
(Pintada anónima. Nanterre. Mayo del 68)
“I only believe in sex and death”
(Woody Allen)
¿Pintor, cineasta, poeta, cantautor…? Es difícil adivinar el futuro, afortunadamente, cuando no sabemos ni lo que hemos sido en el pasado y, como dice Machado, si cuando intentamos atraparlo con la razón, lo aniquilamos.
Es difícil adivinar cuáles serán las reglas que guiarán a los sacerdotes de la cultura cuando tengan que decidir sobre futuras canonizaciones y sucesivas categorías geométricas que estandaricen la inmensa diversidad biológica del arte, con el único objeto de introducirlo en la celda de la historia:
“Triste deber de la Historia,
el de encontrar soluciones,
acribillando latidos,
para que suenen relojes.”
(Un corazón, L.E. Aute)
En cualquier caso, este creador-individuo militante a-militar, que juega con el sentido y forma de las palabras y con la forma y sentido de la razón y su amante, la locura, es un enorme poeta por encima de todo que ha sabido interpretar los fantasmas, las depresiones, los sueños y las mutilaciones de una generación que se encontró perdida entre una resaca de dogmatismo católico incrustado a confesiones, y los coletazos del último existencialismo tardío del 68. Los que esperábamos bastante más de los sueños incumplidos, la manoseada -y ya olvidada- “generación del desencanto”. Y lo que le podemos agradecer es que lo hizo recurriendo al amor, al humor y al desamor, las tres patas sobre las que bascula toda su creación.
En 1975 publicó su primer libro de poemas, La matemática del Espejo, título con evidentes connotaciones del famoso matemático Lewis Carroll y su Alicia a través del espejo. Parece ya desde el principio un homenaje al sinsentido de la razón. Este libro sería publicado más tarde junto a La Liturgia del Desorden, para completar el grueso de su creación poética temprana.
Todas las canciones del disco Sarcófago provienen de aquel primer libro de poemas y además es el último disco de la trilogía De amor y muerte que publicó después de estar un tiempo retirado de la música: Rito (1973), Espuma (1974) y Sarcófago (1976). Casualmente estas tres obras maestras, lo mejor de la creación de Aute desde nuestro punto de vista, cuentan con unos maravillosos arreglos de cuerda y viento de Carlos Montero, uno de nuestros imprescindibles “sudacas”, y con la producción del gran poeta José Manuel Caballero Bonald.
No es el único disco donde trata el tema de la muerte, “eterna compañera de la vida” y de la obra de este poeta, pero sí es el único disco de Aute íntegramente dedicado a la muerte, como nos avanza su título, y un disco inclasificable, de una extraña hondura poética.
Nicho dilatado
llamado
mundo.
(L.E. Aute, Efemérides, del libro “La Matemática del Espejo”)
«Una ladilla»
Aute gusta de comenzar todas sus creaciones con citas ajenas. Como gran amante de la palabra es un gran amante de la composición minimalista de ésta: la cita, la sentencia, el aforismo, el haiku. Y sabe utilizar las palabras como composición fotográfica en el verso, o como montaje cinematográfico en el transcurso temporal del discurso narrativo, el poema. De hecho, en infinidad de poemas suyos se aprecia esta faceta fílmica de su creación, su herencia de mayo del 68 y su manifestación cinematográfica por excelencia: la gran Nouvelle vague de Godard, Truffaut, Malle, Rohmer, Chabrol… Gente que rompió con el “salto de eje”, el “plano-contraplano” y otras reglas matemáticas que aprisionaban al cine.
Todos los hijos del 68 somos hijos de la Nouvelle vague y de sus esperanzas: “La Revolución… y nosotros que la quisimos tanto”. Una forma nueva de entender el cine y la vida, lo que para ellos era lo mismo. La yuxtaposición de planos-versos visuales, construidos desde la metáfora y enfrentados desde una relación subconsciente, nos remite al montaje por oposición de Eisenstein y a la escritura automática de los surrealistas, y opera como una sucesión de planos de narración netamente cinematográfica:
Je raisonnais en fonction d’attitudes
purement cinematographiques
Jean Luc Godard, verdad, veinticuatro
imágenes por segundo,
aquellos días de lluvia
con Barbara Steele en el Mac-Mahon
la espuma de la memoria
desciende íntima y descorazonadora
telas incandescentes de araña
copulan estrelladas a años luz
de tinieblas nieblas soupe
à l’oignon l’oignon y ahora
la segunda cadena destroza un Mann
man of the west plano
americano de Gary Cooper contraplano
Fundador es cosa de ovnis
enciendo el último Rex que me queda
con un gusano de malestar
o ladilla
estúpida y masoquista…
(L.E. Aute, Una ladilla)
Aute se nos presenta en este disco y su libro complementario La Liturgia del Desorden. La Matemática del Espejo (Poesía Hiperión. 1979) como el creador atormentado ante el sinsentido de la existencia, amenazada desde los dos frentes que conforman al individuo: el frente externo, representado por la razón y los mecanismos que ésta emplea para cercenar al espíritu, y el frente interno, conformado por el propio espíritu, manifestación interna del mundo legítimo individual, en lucha permanente contra esos agentes externos, la burocracia, el orden, el lenguaje como repertorio limitado transmisor de lo posible y, por lo tanto, Gran Incomunicador: “la palabra mata, en nombre del nombre, la dinámica innombrable del transcurso”.
Debiera enmudecer para siempre
jamás
tal vez la palabra;
empezando por ésta que nombro
(L.E. Aute, Palabras contra las palabras)
«El terror que producen las uñas»
En este contexto, la amante protagonista se nos presenta como la eterna compañera en la dualidad esquizofrénica del creador -“la vida es una música de esqueletos perpetuando la gran carcajada”-, que mantiene con ella una intensa relación de amor y odio, hasta el extremo de morir luchando contra la propia muerte:
“Consúmame el dolor hasta la muerte
y abandóname
en tus brazos, por piedad. Luego,
al enterrarme, hazlo en lo más profundo
de tu vientre; allí
donde resucitar sea un delito
castigado con la pena capital.”
(L.E.Aute, fragmento de Descendimiento, del libro “La liturgia del desorden”)
En algunos casos, la “muerte positiva” se convierte en libertad cuando la “vida- muerte negativa” se vuelve opresión. De ahí la justificación del proceso autodestructivo del artista. La autodestrucción se convierte en “la única lucha a muerte con dignidad” posible, para vencer en ese proceso de aniquilamiento que la razón libra contra el espíritu: “Es posible que la degradación, la ausencia del más mínimo respeto hacia uno mismo, conduzca fatalmente a la heroicidad”.
Un sarcófago lleno de muñones
levita sudando sangre
por los rincones del bidet
no hay agua caliente y en la bañera
no caben más gillettes
jane mansfield sonríe así de grande
y marat
resiste ante el tubo irrigador
no era previsible a estas alturas
de la noche cuando la noche
desciende como un sudario cultural
me duele la cabeza a guerra civil
y no me alivian ese par de aspirinas
bayer
que me ofreces con tan buena voluntad.
(L.E. Aute, Un sarcófago lleno de muñones)
«Un sarcófago lleno de muñones»
http://youtu.be/8Le5gwHn2p0
10. Lluís Llach: “ Viatge a Ítaca”. 1975
Cuando emprendas el viaje hacia Ítaca
debes pedir que el camino sea largo,
lleno de venturas, lleno de conocimiento.
Debes pedir que el camino sea largo,
que sean muchas las madrugadas
en las que entres en un puerto que tus ojos desconocían,
y vayas a ciudades a aprender de quienes saben.
Ten siempre en el corazón la idea de Ítaca.
Has de llegar a ella, este es tu destino,
pero no fuerces jamás la travesía.
Es preferible que se prolongue muchos años,
y hayas envejecido ya al fondear en la isla,
enriquecido por todo lo que habrás ganado en el camino
sin esperar que te ofrezca más riquezas.
Ítaca te ha dado el hermoso viaje,
sin ella no habrías zarpado.
Y si la encuentras pobre, no pienses que Ítaca
te engañó. Como sabio en que te habrás convertido
sabrás muy bien qué significan las Ítacas.
Más lejos, tenéis que ir más lejos
de los árboles caídos que ahora os aprisionan,
y cuando lo hayáis conseguido
tened muy presente no deteneros.
Más lejos, id siempre más lejos,
más lejos del presente que ahora os encadena,
y cuando os sintáis liberados
emprended otra vez nuevos pasos.
Más lejos, siempre mucho más lejos,
más lejos del mañana que ya se está acercando.
Y cuando creáis que habéis llegado, sabed encontrar nuevas sendas.
Que tengan buen viaje los guerreros
que son fieles a su pueblo,
el dios de los vientos favorezca
el velamen de su barco
y a pesar de su antiguo combate
encuentren placer en los cuerpos más amantes,
llenen redes de deseadas estrellas,
llenos de venturas, llenos de conocimiento.
Que tengan buen viaje los guerreros
si son fieles a su pueblo,
y a pesar de su antiguo combate
el amor colme su cuerpo generoso
y encuentren los caminos de los viejos anhelos
llenos de venturas, llenos de conocimiento.
(1ª estrofa: Konstandinos Kavafis, adaptada por L.Llach sobre una adaptación al catalán de Carles Riba. 2ª y 3ª estrofas: L.Llach)
«Viatge a Ítaca». 1ª parte
«Viatge a Ítaca». 2ª parte
Esta es la letra, tal como viene en el disco, de un poema universal de Kavafis, “Ítaca”. Como vemos, el poema de este poeta griego nacido en Alejandría corresponde sólo a la primera estrofa de la composición de Lluís Llach. El resto de la letra es de este, que completa la magnífica Odisea de Ulises, intentando volver a su tierra después de la guerra de Troya. Una metáfora de la vida entendida como el viaje y el conocimiento acumulado, en el que podría considerarse como uno de los himnos más elaborados de los viajeros y soñadores de utopías. Sin duda, una letra para enmarcar.
Llach le añade dos estrofas de tono épico y combativo para completar una suite en tres movimientos que conforma el grueso del que fue su primer disco sinfónico.
Estos tres movimientos se enlazan con rupturas del tiempo y del viaje producidas por las cuerdas donde el piano y la flauta llevan el protagonismo de la narración, en unos arreglos maravillosos dirigidos por el gran pianista Manel Camp.
Aún así, la hermosura de la letra añadida no desmerece lo más mínimo a la composición original, si bien es cierto que la musicalidad del poema gana todavía más cuando se escucha en catalán y sobre todo en la grave y prodigiosa voz de Llach. Diríase que es una versión compuesta expresamente para ser cantada en este idioma, donde el ritmo poético tan cuidado por Kavafis en toda su obra se mantiene vibrante.
Més lluny, sempre aneu més lluny,
més lluny del avui que ara us encadena
(Lluís Llach)
Tingues sempre al cor la idea d’Ítaca
(K. Kavafis)
Ítaca es un mito creado por la literatura con una base filosófica: lo importante es el trayecto, e Ítaca el fin adonde queremos llegar. Lo que enriquece a una persona es el presente y las experiencias que este le comporta. Esto significa una negación de la teoría de Maquiavelo de que “el fin justifica los medios”, pues en realidad son los medios los que importan para conseguir ese fin, y Homero y Kavafis pusieron muy bien el acento sobre esa idea.
Destacaríamos encarecidamente el solo de flauta que sirve como epílogo de la última estrofa, antes de repetirse esta y cerrar con toda la orquesta, y los cuidadísimos efectos sonoros de mar, viento y naturaleza que nos acompañan a lo largo de todo este viaje maravilloso a través de la música y de la vida.
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