Centre Artesà Tradicionàrius (CAT), Barcelona
Los protagonistas de la convocatoria han sido tres grupos de muy diferente procedencia, pero unidos por la calidad de sus planteamientos y su respecto a sus respectivas tradiciones. Se trata de la formación procedente de la siberiana república de Tuva Huun-Huur-Tur (27 de octubre), las búlgaras Abagar Quartet (3 de noviembre) y los anglo-irlandeses Flook (10 de noviembre).
Los dos primeros conciertos estuvieron dedicados a la consagración de la voz como principal instrumento vinculado a la transmisión oral, mientras el tercero fue una demostración de virtuosismo instrumental inspirado en las raíces musicales de lss islas británicas. Pero en conjunto, a pesar de sus aparentes diferencias, las tres actuaciones tenían un denominador común: su innegable calidad; y un principal responsable: el criterio de El Pony Pisador.
El cuarteto Huun-Huur-Tur ofreció una exhibición de sus originales y guturales cantos ancestrales, que parecen surgidos de las profundidades de la tierra, y maravillaron al personal que llenaba el CAT con su utilización de la voz, que a menudo se desdoblaba. Es decir, que un cantante podía expresarse simultáneamente con dos voces o tonalidades. Por su parte, las cuatro componentes de Abagar Quartet rememoraron el famoso mito del misterio de las voces búlgaras, con sus angelicales resonancias procedentes de una religión pretérita, y una puesta en escena que mantenía ciertos aires soviéticos, que recordaban los de los rancios Coros y Danzas de la Sección Femenina. Al final de su concierto, se les unieron los miembros de El Pony Pisador para interpretar conjuntamente un tema catalán, La presó de Lleida. Y finalmente, un tercer cuarteto, Flook, dejó bien clara su posición preeminente en la música de raíz británica, volviendo a llenar el CAT con su sencilla puesta en escena basada en una guitarra acústica, un bodhram y un magistral dúo de flauta travesera y twistlkes, que emocionaron al público con la calidad de su repertorio, en su mayoría de cosecha propia.
En resumen, “El Seglar Rialler” ha sido un ciclo memorable que necesariamente debería tener continuidad. Porque si no, el jabalí se podría enfadar, y ya se sabe que no hay nada peor que encontrarse un jabalí malcarado, en pleno bosque o en medio de una ciudad, que también se ha dado el caso.
