Teatro Salón Cervantes, Alcalá de Henares
Fotografías de María Ramos
“Ojalá siguieras toda la vida, anda y salero, nunca tendremos otro como Eliseo”, cantó el público a coro una versión del ‘No le digas a nadie…’ de Coetus, mientras Eliseo bailaba emocionado sobre el escenario. Atrás quedaban casi dos horas de concierto con las que este vallisoletano universal quiso despedirse de los escenarios.
Era el momento de devolver una milésima parte del cariño que Eliseo Parra ha repartido y nadie quiso perderse su concierto de despedida. Sobre el escenario la “Parraband” con los habituales Xavi Lozano, Guillem Aguilar, Pablo Martín Jones, Dani Espada, José Luis Ordóñez y Aleix Tobías. Los seis sobre el escenario acompañando a Eliseo casi en representación de las decenas de artistas presentes en el patio de butacas. Muchos nombres conocidos del mundillo de la música y del arte.
No era una noche más. Era la noche de Eliseo. La noche de la fúlgida luna del mes de enero. Eliseo apareció el escenario. Pantalón rojo, camisa blanca y chaleco negro. Colores del traje tradicional castellano. No podía ser de una manera. Antes de empezar a cantar, la banda tuvo que alargar el tema ‘De bodas” con el que arrancó el concierto para que un público puesto en pie pudiera darle la bienvenida aplaudiendo durante varios minutos. La emoción casi le impide arrancar ‘Señor Platero’.
La primera hora de concierto pasó en un suspiro. Cada uno de los presentes agarrados a sus asientos casi sin parpadear, intentando guardar en la memoria cada uno de los segundos del último concierto de este artista único. No hay muchos nombres con su trascendencia en la música ibérica. Eliseo es un artista trascendente que ha marcado un antes y un después. Su forma personal de ver la tradición y de asumir el folklore como algo vivo ha servido de puente sólido por el que varias generaciones han transitado sólidamente para poder reencontrarse con solvencia y sin prejuicios con la música de sus raíces.
Llegó ‘Arrión’. Sevillanas con castañuelas. Otro momento para el recuerdo y la memoria. Cruzando el puente de estilos y tradiciones con toda la naturalidad de quien las sabe parte intrínseca de uno mismo, arrancó un bloque de jotas con la deliciosa ‘Jota Nevada’ que devino en las ‘Jotas de Montalbán’ y que cerró con otro nuevo giro de guión con ‘Van por el aire’, himno ya eterno de la percusión ibérica para bajar de nuevo el ritmo con ‘El Silenci D’estimar’, presentada por el propio Eliseo como “la mejor canción que he compuesto nunca”, que sirvió de inicio a un bloque acompañado únicamente por la guitarra hizo el último balanceo a ritmo de nana antes de lanzarse a la recta final.
Eliseo tomó el micro y quiso agradecer a los músicos que lo acompañan desde hace veinte años, a los que lo han hecho, a sus Piojas, a Mirmidón, a José y a los asistentes estos años de amor mutuo. De la manera más natural se entabló un diálogo entre Eliseo y el patio de butacas, que le pedían que no se despidiera, que se quedara. Eliseo reconoció su cansancio y que no quería verse como muchos de sus ídolos, dando lástima sobre un escenario. Él quería despedirse en todo lo alto. Con la plenitud y energía que aún lo acompaña a sus 73 años.
Fue entonces, cuando comenzó a sonar ‘Vengo de moler morena’ que el público fue consciente de que la recta final se acercaba. Se lanzó a bailar y disfrutar de lo que quedara. Por momentos pareció que el público estaba detrás del sexteto integrándose en el mismo rompiendo completamente esa cuarta pared que nunca existió, deseoso de apurar hasta el último sorbo este manjar delicatessen. Eliseo tenía, como ha tenido siempre ‘La llave de la alegría’ con la que hizo el amago de despedirse, aunque todo el mundo sabía, que aún quedaban un par de tragos largos e intensos, ‘Fúlgida Luna’ y las ’Jotas De El Chato’.
No sólo aplausos y flores. El público, transformado en centenares de hijas e hijos de Eliseo, quería ser participe también y regaló una versión sincera a coro liderada por las Piojas de ‘No le digas a nadie…’, que el maestro quiso devolver cantando a capela. “No sé qué tuvo aquel agua que me diste a beber, que a todo el mundo aborrezco y a ti (por cada uno de las presentes) no ha podido ser.” Mutis por el foro. Por todo lo alto.
Afuera, la luna fúlgida del mes de enero sobre los cristales grabados del Teatro Salón Cervantes, construido en sólo 29 días en 1888, bajaba el telón y apagaba las luces. El baile finalizó un día más. La vida sigue y la música tradicional respira con más fuerza y más energía gracias a todo lo sembrado por Eliseo Parra. No le digas a nadie cuánto te queremos. Lo saben. Lo sabemos.
Este artículo de José An. Montero con fotos de María Ramos se publicó en LaCircular.es