Diariofolk

Después de tantos años es imposible que Javier Ruibal deje de ser siempre el mismo, a pesar de que se reinvente disco a disco y espectáculo a espectáculo. Con su última propuesta, por ejemplo, ha recreado el ambiente de los cabarets de los años cincuenta. Y en concreto, el de una sala de fiestas supuestamente ubicada en el Paralelo de Barcelona, donde se vivían aires más tolerantes que en otros lugares del Estado. Ahí es donde el cantador del Puerto de Santa María se ha instalado para ejercer el papel de crooner clásico a la vez que ha asumido las funciones de cronista y narrador de unas cuantas historias vinculadas al ambiente y los personajes que rondaban por lugares de ese tipo.

La cupletera inaccesible, el homosexual encargado del vestuario, los cubanos recién exiliados, la formal chica del guardarropa, el pertinaz comisario -tal vez, el prototipo más conseguido- el sindicalista que contenta a su señora, los marineros de la sexta flota yanqui, la clienta misteriosa, la peña habitual de jubilados y tahúres, la cabaretera con doble vida y el cantante de la orquesta -el alter ego de Ruibal- son los singulares elementos de un reparto de arquetipos que va desfilando por un repertorio que, como no podía ser de otra manera, desemboca en una redada, ya que bajo la dictadura no había tanta libertad como se da a entender aparentemente. Y perdón por el espólier.

Así pues, el disco se desarrolla como una película construida a base de composiciones dotadas de unas letras concebidas como los capítulos de una novela, que poseen la clarividencia habitual de este veterano artista, con unas rimas que demuestran que lo popular no está reñido con lo inteligente. Además, todos esos textos vienen vestidos con sus adecuados trajes musicales, a menudo vinculados a los géneros que estaban de moda hace cincuenta, sesenta o setenta años, aunque no faltan los detalles que nos recuerdan que estamos en el siglo XXI. Pero en conjunto, las canciones de este Cabaret Saturno no dejan de ser una colección de coplas de la mejor escuela servidas por un intérprete que, él solito, ha definido todo un estilo inconfundible.