Jamboree Jazz. Barcelona.
Nacida en Canadá, Sheila Cooper se fogueó en la escena neoyorquina junto a músicos como Kenny Wheeler, David Liebman, Clark Terry o Michael Brecker. Cuenta en su haber con un puñado de discos que, en general, han sido bien recibidos por la crítica. En esta ocasión, regresó a España sin traer bajo el brazo un nuevo proyecto para presentar, sino que se limitó a ofrecer unos conciertos sin mayores pretensiones en los que, asociada a una sección rítmica local, enseñó su buen hacer alternado -como pudimos apreciar en el último de sus conciertos en el Jamboree- versiones de clásicos como “Angel Eyes”, “Love For Sale”, “I Ain’t Got Nothin’ But The Blues”, “Nobody Else But Me” o “My Heart Belongs To Daddy” con unos pocos temas de su último álbum, Phoenix Rising, como “Learning Blues” o “Devil May Care”. Si bien la cantante enseñó sus cualidades interpretando cada tema como una buena contadora de historias -salpicando su canto con breves intervenciones al saxofón alto (que fueron casi una prolongación de sus fraseos vocales)- estuvo lejos de confirmar algunas valoraciones un tanto grandilocuentes recibidas por medios que la sitúan como “la voz más interesante surgida en los últimos diez años” (All About Jazz). Nos ofreció, eso sí, un concierto muy agradable y parejo, en el que -sin llegar a deslumbrar- supo tirar cómodamente de oficio muy bien sostenida por el trío de Albert Bover (piano), Ignasi González (contrabajo) y Xavi Maureta (batería). En las manos del pianista barcelonés estuvieron, sin duda, algunos de los mejores momentos de la noche.
Fotos: Sheila Cooper por S.Z.