Pues bien, aunque desgraciadamente hayan caído en el olvido, la vida y la obra de Hilario Camacho (1948-2006) fueron importantes, muy importantes, incluso decisivas, y Álvaro Alonso se ha atrevido a ponerlas de nuevo en circulación con su libro dedicado a El trovador de Chamberí. Y lo primero que hay que decir es que es una vergüenza que este país haya olvidado tan pronto a un artista como el autor de Dolores, Dolores -mi canción favorita de su repertorio- y, una vez muerto, haya pasado página, como si no nunca hubiera existido.
El volumen confeccionado por este polifacético doctor en filosofía y crítico musical es tan exhaustivo como devoto de un cantautor de trayectoria más bien irregular que, eso sí, dejó una profunda huella en todos aquellos que lo conocieron. Porque, para empezar, Hilario vivió una infancia no del todo feliz, que sin duda marcó su destino, aunque consiguió abrirse paso en el difícil mundillo musical de finales de los años sesenta, formando parte del entrañable colectivo madrileño Canción del Pueblo, para luego encontrar su nicho en una carrera personal que lo encumbró con tres grandes elepés consecutivos, A pesar de todo (1973), De paso (1975) y La estrella del alba (1976). Con posterioridad, en mi opinión, su trayectoria sufrió numerosos altibajos, que, no obstante, no impidieron que se mantuviera en el podio de una generación de cantautores a los que superó por todos los flancos, ya que su obra nunca no dejó de expandirse, abrazando todo tipo de influencias y estilos, del rock progresivo al funk y del jazz a la salsa, por citar solo cuatro.
Lamentablemente, Hilario murió demasiado pronto, y su desaparición quedó rodeada de un misterio -¿accidente o suicidio?-, como lo fue su propia vida, tan llena de baches y confusiones y, en el fondo, tan sencilla y plena. Tal vez porque tocó el éxito al mismo tiempo que lo rechazaba. La cuestión es que hay que volver a escuchar sus discos, como he hecho yo mientras leía estas páginas, porque todavía queda mucho por (re)descubrir en sus canciones.
Y hablando de estas 385 páginas, lo primero que hay que decir es que son muchas. Con un centenar menos, el libro habría quedado la mar de bien, porque creo que su autor se ha excedido en la búsqueda de fuentes y en la reproducción de documentos, que a la postre resultan de lo más repetitivos. No hacía falta copiar tantas reseñas ni transcribir tantas entrevistas. Ni mucho menos era necesario incluir tantas fotos a pequeño formato en las que a menudo no se puede distinguir a las personas que aparecen. En ocasiones, lo bueno, si breve, dos veces bueno. Como ocurre con el propio legado del grandísimo Hilario Camacho.
Álvaro Alonso
Hilario Camacho. El trovador de Chamberí
Silex Ediciones, 2020