Malpaso Ediciones, 2016
Pero, ¿de qué nos habla exactamente Born to run? La verdad es que estas confusiones no son un conjunto ordenado de chascarrillos y anécdotas, ni una simple enumeración de nombres de canciones, discos, músicos y lugares. Eso habría sido demasiado fácil, demasiado barato. Porque el tomo, de más de 450 páginas, páginas, es toda una sincera y sentida confesión con la que el autor de The river se desnuda literalmente ante el mundo.
Cumplidos los 65 años -nació en 1949-, Springsteen mira hacia atrás y escribe sobre su vida, descubriéndose como un hombre poco amigo de la popularidad, de las fotos y de las portadas a las que no ha tenido más remedio que acostumbrarse. Él, en el fondo, es un tipo que en todo momento añora la vida familiar, tanto la de su familia natal, de origen irlandés e italiano, católica y de extracción obrera -gran retrato de su padre-, como de la que ha creado junto a su segunda mujer, su queridísima Patti Scialfa, y sus tres hijos, además de la pandilla de amigos que ha ido formando a lo largo de su carrera: Jon Landau, el llorado Clarence Clemmons, Steve van Zandt “Little Steven” y toda la E Street Band.
No obstante, una buena parte del libro está dedicada a hablar de las contradicciones, las depresiones y los cambios de humor que han presidido su ya dilatada carrera, humana y profesional, desde que cogió tocó por primera vez la guitarra en un garito de New Jersey, hasta que se cansó de abarrotar estadios a lo largo del mundo. Ahí está, precisamente, el encanto de estas memorias: en que el más afamado compositor e intérprete de rock se nos descubre como un ser humilde -que ni mucho menos renuncia a la ambición, todo sea dicho-, que sólo pretende sacar adelante su grupo, haciéndolo sonar tan cohesionado como no nunca ha sonado ningún otro, y su familia, a la que dedica todo el tiempo que la música le deja libre.