“La Poesía son aquellas palabras que nos ponen los pelos de punta” (Allen Ginsberg, en ‘No direction home: Bob Dylan’, de Martin Scorsese)
Nos cuenta Benjamín Prado, a propósito de Dylan: “es el hombre que jamás querría ser pero que me hizo como soy. Y para mí eso es más que suficiente”. Si cada persona es el resultado de la música que ha escuchado, en mi caso esto es doblemente cierto con los cantautores. Entonces, mi respuesta a la irónica pregunta que Luis Pastor nos plantea en su último disco “¿Qué fue de los cantautores?” es evidente: pues eso, que me hicieron como soy. Se trata, por tanto, de un intento de reconocer a aquellos creadores que han influenciado tu pensamiento y tu forma de entender la vida. Por otra parte, es una forma de agradecimiento a esa especie de conjunción mágica de música y poesía que algunos nos empeñamos en seguir creyendo que puede cambiar el mundo. Porque si una canción puede cambiar una conciencia, como yo he tenido oportunidad de comprobar, ¿cómo no va a ser capaz de cambiar el mundo? Por tanto, tengo el enorme placer de contribuir a esta joven y ya prestigiosa sección de la revista ofreciendo mi humilde homenaje a unos cuantos cantautores imprescindibles (para mí y espero que para algunos más, aunque no sean muchos). También hemos adoptado la limitación de un disco por cantante, lo cual es bastante doloroso, pero necesario. Van por orden de conocimiento, o autobiográfico, no de importancia:
1. Joan Manuel Serrat: “Dedicado a Antonio Machado, poeta”. 1969
En 1969, un año después del polémico suceso de Eurovisión en el que Serrat, presionado por el entorno de la Nova Cançó, de la que formaba parte, propuso cantar en catalán el “La, la, la”, y donde fue sustituido por Massiel, el “noi del Poble Sec” saca su segundo disco en castellano, en un entorno de represión de los medios de comunicación estatales y del propio régimen franquista, que le tenían absolutamente vetado. Esto contribuyó sin duda a aumentar el aura del cantante y del propio disco como un símbolo de la resistencia cultural a la dictadura, y a valorar a los poetas de nuestra historia que hasta entonces habían sufrido la misma censura, como el republicano Antonio Machado, y toda la Generación del 27. Se podría decir que al “inteligentísimo” aparato censor del Régimen le salió el tiro por la culata. El mismo año había editado un importantísimo LP en el que se recogían varios sencillos de sus primeras canciones en castellano: “La Paloma”, donde musicaba este poema de Rafael Alberti y que contenía canciones tan reseñables como “El titiritero”, “Manuel”, “Balada de Otoño” o “Tu nombre me sabe a yerba”. Pero el disco dedicado a Antonio Machado, ese poeta inmortal que tuvo que huir enfermo de este país para acabar muriendo en tierra extraña, y al que hasta entonces nos habían querido hurtar de la historia de la literatura, es un disco seminal en la historia de la música popular de este país, en la historia de la reivindicación, por recuperar a poetas malditos por la dictadura, como más tarde haría el autor con Miguel Hernández y, personalmente, seminal también en mi propio nacimiento a la música, a la poesía y a la literatura. Es un ejemplo de equilibrio armónico entre la música y la poesía que contiene, con canciones que han adquirido una gran dimensión, como “Retrato”, “La saeta”, “Españolito”, “A un olmo seco”,… Y “Cantares”, el tema que inicia el disco, es para mí la mejor canción en castellano de la historia. Tiene el honor de figurar en mi discoteca como el primer vinilo que compré, y el cantautor, el vehículo a través de cuyas letras viví mi primer amor. Es el inicio de todo para mí. Imaginad lo que significa. Uno de mis versos favoritos, donde se confunden la palabra y la música, y no se sabe cuál es cada una:
“Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.
Nunca perseguí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.
Caminante, son tus huellas
El camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar”
(Antonio Machado: “Proverbios y Cantares”)
Este texto es, sin duda, universalmente conocido. Ruego que se me perdone la herejía de incluirlo en este artículo. Ahora bien, estoy convencido de que gran parte de la “culpa” de su fama la tiene este disco. Por otra parte, no concibo una introducción a los cantautores sin su presencia. Merece la pena escucharlo leyendo a la vez los poemas originales de Machado para apreciar las sutiles diferencias.
Como curiosidad, esta impagable versión con Josep Mas Kitflus, donde éste se vuelve loco jazzeando a lo “Pegasus”:
Y, cómo no, una de las versiones que se hicieron más famosas, ya que Serrat estaba vetado en TVE:
2. Pablo Guerrero: “Pablo Guerrero en el Olympia”. 1975
Un cantante “diferente”. Su increíble forma de cantar, su gravedad, los giros de su voz, su sencillo e indisimulado acento extremeño y la belleza infinita de sus letras, me dejaron clavado al asiento la primera vez que lo escuché.
A este disco y a este hombre imprescindible como artista y como persona ya le dediqué un “histórico” en la anterior revista Tierrafolk y un documental sobre su obra, intentando agradecerle todo lo que me había dado en mi adolescencia y posteriormente.
Este disco es una interpretación en directo de casi todos los temas que había grabado previamente en el LP A Cántaros de 1972. Pero el hecho de haber sido grabado en la sala Olympia de París, el ateneo musical libertario de la España de entonces, fue lo que le dio su gran repercusión popular y lo que convirtió A cántaros en la canción de la caída del Régimen.
La interpretación desnuda y ascética de la guitarra acústica de Nacho Sáenz de Tejada y el contrabajo de Miguel Ángel Chastang, junto con la propia guitarra española de Pablo, consiguen crear un clima de verdad profunda en todo lo que se dice en este disco, una sucesión interminable de luz poética entre la densidad sombría de aquella España de cripta y mantilla.
La canción que cierra el disco, “A Cántaros”, fue el auténtico himno del fin de la dictadura. La canción más bella de amor y utopía que se haya escrito jamás:
“Pero tú y yo sabemos que hay
señales que anuncian
que la siesta se acaba,
y que una lluvia fuerte
sin bioenzimas, claro,
limpiará nuestra casa.
hay que doler de la vida
hasta creer
que tiene que llover
A cántaros”.
Pero hay muchas más canciones en este disco. Y todas son obras maestras. Escúchese paladeando la música de unas palabras tan bellas “como cien televisores apagados”
Una de las escasas imágenes de Pablo Guerrero interpretando “A Cántaros”:
Y la maravillosa versión del Olympia del 75. Lástima que no hubiera nadie por allí con un “smartphone”:
3. Paco Ibáñez: “Paco Ibáñez en el Olympia”. 1969
“La canción de autor española nace en París en 1956, entre el exilio y la inmigración, cuando Paco Ibáñez pone música y voz a una letrilla de Góngora, La más bella niña, bajo la influencia del que sería luego su amigo y maestro Georges Brassens. Esta fecha fundacional la suscribe Fernando González Lucini en el preámbulo de su documentada obra de reciente publicación …Y la palabra se hizo música, que recorre al detalle 50 años de canción de autor en España”. (Moncho Alpuente –cantautor y agitador cultural-: “Palabras para una música”. El País. 2006)
Sólo ver esta portada ya le activa a uno el interruptor de la memoria. Era el secreto mejor guardado. El disco “clandestino” que muchos escuchábamos en casa en una mala grabación de cassette, con el temor de controlar el volumen para que no se oyera muy alto. Teníamos 15 o 16 años, todavía no había muerto Franco y se nos disparaban las pulsaciones escuchando cosas impensables como:
“Yo he visto a muchos curas en sus predicaciones
despreciar el dinero, también sus bendiciones.
Pero al fin por dinero otorgan los perdones,
absuelven los ayunos y ofrecen oraciones”
en palabras de… ¡El Arcipreste de Hita! ¡Pero si esto no era lectura obligatoria en nuestros colegios…!
…O cualquier estrofa de “Soldadito boliviano” de Nicolás Guillén.
Entre 1964 y 1968 se dedicó a musicar e interpretar de una forma inolvidable a poetas clásicos del Siglo de Oro, a casi toda la Generación del 27, silenciada por el Régimen, y a algún poeta contemporáneo como José Agustín Goytisolo o José Ángel Valente, en los tres primeros discos de la serie La España de Hoy y de Siempre.
En mayo del 69 dio un recital –como se llamaba entonces a los conciertos más o menos organizados- multitudinario en la Sorbona y el 2 de diciembre del mismo año interpretó este histórico concierto que se convirtió en el pistoletazo de salida de la resistencia juvenil de aquella España, al teatro Olympia en el único espacio de oxígeno y libertad para aquélla, y al cantante en un ejemplo de honradez y coherencia que ha durado toda su vida, hasta hoy.
El disco entero –doble- no tiene desperdicio, es un disco histórico en muchos sentidos, si no en todos. Pero por resaltar algo, por cariño, por emblema de resistencia y por rabiosa actualidad permanente, yo me quedaría con los dos poemas de Gabriel Celaya: “La Poesía es un arma cargada de futuro” y “España en marcha”:
“Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido,
partido hasta mancharse.*
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
Y canto respirando.
Canto y canto y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho, me ensancho”
(Gabriel Celaya: “La Poesía es un arma cargada de futuro”)
*O como canta en algunos conciertos:
“Maldigo la poesía de los que toman partido,
partido hasta forrarse”
(Paco Ibáñez)
“Nosotros somos quien somos.
¡Basta de Historia y de cuentos!
Allá los muertos, que entierren como Dios manda a sus muertos.
Ni vivimos del Pasado
ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos
…
¡A la calle! , que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
y mostrar que, pues vivimos,
anunciamos algo nuevo.
(Gabriel Celaya: “España en marcha”)
Solamente por este disco y por toda la discografía de este cantautor, ya estaría justificada y plenamente compensada una escucha pausada de este género que es la canción de autor. Sorprende la vigencia de las letras, aunque no tanto teniendo en cuenta que la poesía no caduca jamás.
“La Poesía es un arma cargada de futuro”:
“España En Marcha”. (Las dos son las versiones del Olympia):
4. Bob Dylan: “ The Freewheelin’ ”. 1963
“¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre
Antes de que lo llaméis hombre?
¿Y cuántos mares debe surcar una blanca paloma
Antes de dormir sobre la arena?
¿Y cuántas veces deben silbar las bombas
Antes de ser prohibidas para siempre?
La respuesta, amigo mío, vuela con el viento,
La respuesta vuela con el viento”
(Bob Dylan: “Blowin’ in the Wind”)
En estas palabras descansa la memoria de toda una generación, de una juventud rebelde que creció camino de ninguna parte, o sin hogar en su destino “No direction home. Like A Rolling Stone”, y a la que este señor con ínfulas de poeta como su homónimo Dylan Thomas puso voz y música.
Esta juventud marcada por el miedo de la Guerra Fría, la segregación racial y la guerra de Vietnam, luchadora por los derechos civiles, creó un caldo de cultivo social y artístico del que Bob Dylan fue uno de los principales mentores. De hecho, adoptaron esta canción, junto con otras como “The Battle Hymn of the Republic” o “We Shall Overcome” como himno de sus reivindicaciones.
Hay que decir que la melodía, a su vez, está basada en otro himno espiritual de esclavos titulado “No More Auction Block” (“No más subastas”) y que algunas estrofas se basan en sucesos bíblicos, como la paloma del Arca de Noé, por lo que no es difícil aventurar que la canción nació ya con vocación de himno. Sólo hay que constatar cómo la utilizó en España la Iglesia Católica con aquello de “Saber que Vendrás, saber que Estarás, partiendo a los pobres Tu Pan” –sin comentarios-.
La versión que hicieron Peter, Paul & Mary y el hecho de que Joan Baez, otra de las más reconocidas activistas, la cantara en casi todas las ocasiones, muchas veces a dúo con él mismo, reforzaron sin duda su popularidad y su consolidación como himno de los derechos civiles.
Él mismo reconoce, en un fascinante documental dirigido por Martin Scorsese (“No Direction Home: Bob Dylan”) que cayó en esa atmósfera de Jack Kerouac y la Generación Beat en la que los únicos personajes interesantes eran los locos por vivir, llegando a convertirse en uno de sus abanderados. Más tarde se rebelaría también contra este papel de mesías que le había sido otorgado, pasando a ser un “Judas” para gran parte de sus “discípulos”.
Recomendamos efusivamente, por cierto, el visionado de este documental, donde se desgranan sus influencias desde Woody Guthrie a Robert Johnson, amén de otros hitos de la cultura popular norteamericana como el Festival de Newport con Joan Baez o Allen Ginsberg y Pete Seeger.
Mas no quiero reducir el que para algunos es, probablemente, el disco más importante del siglo XX a una sola canción. Es un disco lleno de joyas emblemáticas con las influencias más folkies de la interminable carrera musical del errabundo de Minnesota: “Girl From The North Country”, “Masters Of War”, “A Hard Rain’s A-Gonna Fall”, “Don´t Think Twice, It’s All Right”… En fin, imprescindible.
Quiero apuntar que, como se hacía entonces, yo ponía siempre el disco por la cara B, para empezar por mi canción favorita:
“De nada sirve que grites mi nombre
Como nunca hiciste antes
De nada sirve que grites mi nombre
Ya no puedo oírte
Voy cavilando por la carretera
Una vez amé a una mujer, una niña me dicen
Le di mi corazón pero ella quiso mi alma
Pero no lo pienses más, está bien así”
(Bob Dylan: Don’t Think Twice, It’s All Right”)
“Blowin’ In The Wind”, interpretada por un jovencísimo Dylan en TV, en 1963:
“Don´t Think Twice, It’s All Right”. Versión “Live” de 1965:
http://youtu.be/a7r4y8MOm0s
Y una bonita sorpresa que me he encontrado por la red: la gran “It’s a Hard Rain’s A-Gonna Fall” en una curiosa versión:
5. Leonard Cohen: “Songs from a Room”
“Como un pájaro en el alambre,
como un borracho en un coro de medianoche,
he intentado a mi manera ser libre”
El mundo de Leonard Cohen hay que empezar a descifrarlo escuchando por primera vez “Bird On The Wire”. Introducirse poco a poco en esa cadencia lenta, espaciosa y densa, de una grave pesadez, como saliendo de la mayor resaca de tu vida. De hecho, aplicar su música en suaves friegas sobre la mente es la manera más efectiva de curar la resaca emocional que a todos nos atormenta cuando nos sentimos solos, cuando nos sentimos vencidos, cuando no hay nada que hacer, sólo escuchar la consoladora voz de Leonard Cohen.
En el mundo de Cohen conviven muchos planos de escucha superpuestos. Poeta antes que cantante, lo primero que te exige la textura grave de su voz es hacer total abstracción de los demás sentidos para escuchar sólo el eco del silencio. Esa voz que te va acunando y transportando por décadas de tristeza y melancolía hacia un mundo interior del que a simple vista parece imposible salir. Cierras los ojos y te dejas llevar por una voz con una textura física, que se puede tocar.
Y lo que te cuentan estas melodías minimalistas son historias de muerte, de amor, de vida, de desamor, de sexo, de música, de solitarios, de revoluciones imposibles, de perdedores, un mundo en blanco y negro, de alto contraste, como la portada del disco, pero que poco a poco, sin sentirlo, te va desgranando las claves del laberinto. Te desvela el delicado hilo de Ariadna que tienes que seguir acariciando hasta el final, te agarras a ese clavo ardiente de oscura belleza que te agita, te balancea, juega contigo, te re-crea, te azota, te consuela, te destruye, te deja caer y te conduce hacia el clímax, hasta la Consumación, hasta el Orgasmo Final.
“On the wind, the wind is blowing
through the graves the wind is blowing,
Freedom soon will come,
Then we’ll come from the shadows”
“Oh el viento, el viento está soplando
por entre las tumbas el viento sopla,
pronto llegará la libertad,
Y entonces regresaremos de las sombras”
“El Partisano”. Leonard Cohen (adaptado de A. Marly-H. Zaret)
A mí me resulta imposible estar de acuerdo con aquellos que sostienen que Cohen es “el depresivo no químico más poderoso del mundo”, cuando a mí, por el contrario, me ha resultado siempre imposible salir de una depresión sin la música y la voz de este gran poeta.
Creo que se trata de la mejor terapia contra los males de este mundo, y que su atmósfera siempre será la misma que una noche de verano guarecido en la cueva de un acantilado iluminado por los rayos de una fabulosa tormenta, en el norte de la isla de Mallorca, que fue donde escuché este disco por vez primera, hace ya unas cuantas décadas de desencanto y resurrección.
“I cannot follow you my love
You cannot follow me
I am the distance you put between
All of the moments
that we will be”
“Yo no puedo seguirte amor mío
Tú no puedes seguirme a mí
Soy la distancia con la que separas
Todos los momentos que seremos”
“You Know Who I Am”. Leonard Cohen
“Bird On The Wire”. 1972. (“After The Concert”. BBC 4 TV):
“Seems So Long Ago, Nancy”. Live at the Isle of Wight. 1970. Subtitulada:
Excelentísimo y muy necesario artículo, sobre todo de cara a las nuevas generaciones, que quizás no hayan tenido oportunidad de conocer a estos cinco maravillosos cantautores, poetas musicales, folk-singers, o como se les quiera llamar. No sobra ni falta una coma lo largo de este trabajo, con el que me identifico totalmente. No conozco en persona a su autor, pero me gustaría algún día darle un abrazo en directo. Además de muy bien escrito, y perfectamente documentado, Ramón sabe transmitir, con emoción y gran fuerza expresiva, su amor por la canción de autor y su admiración por los artistas que mejor han sabido dignificarla y transmitirla. Una admiración y un amor que yo, modestamente, comparto fervientemente. Gracias, Ramón.
Mil gracias, Álvaro. Me llena de felicidad el comentario de un gran maestro como tú. Espero también darte un gran abrazo algún día y compartir ese rincón de sol en la cabeza que compartimos