Si aún no has leído la primera parte de la entrevista, te recomendamos que lo hagas.
P. En los 80 vino una larga etapa con discos más personales y urbanos. ¿Qué papel tuvieron en ella Luis Mendo, Bernardo Fuster, Aute y Pablo Guerrero?
R. Yo seguía intentado aprender a escribir y a contarme en canciones. Lo había hecho en ocasiones, Vengan a ver Vallecas es mía, pero luego lo demás era de poetas. Abandoné un poco a los poetas más clásicos y conocidos y me acerqué a los amigos que sabían escribir. Casto que era un uruguayo que había llegado en el 73 a Vallecas y editaba libros de poesía. Bernardo Fuster llevaba años escribiendo y en el disco “Amanecer”, del año 81, cinco de las letras eran de él. A Pablo Guerrero le llegué a musicar algún poema. Creo que son compañeros de viaje, amigos, gente cercanas en las cuales uno siente que tiene el apoyo y el referente para desarrollar trabajos.
El disco del ciego, que grabé aprovechando el tirón de la televisión, está hecho con Luis Mendo y con muchos de los músicos de aquella época. A partir de ahí, ese verano podía haberme forrado, yo solo con mi guitarra, con mis gafas y aquellos guantes de lana que tenía en la televisión, porque la gente lo que quería era ver a ese personaje. Pero me negué, cogí a los músicos que quedaban de Nuestro Pequeño Mundo y con ellos hice toda la gira de los 80 conciertos de ese verano, cantando dos canciones del ciego y el resto eran mis otras canciones. Si hago un recuento de los músicos que han pasado por mis manos, por mis canciones, mis discos y mis directos de los años 80, posiblemente hay más de 200 músicos.
Los años 80 para mí son años de incertidumbre, porque pasamos de ser gente dogmática a vivir en el limbo de la duda, que también es interesante.
Creo que son años de aprender, de afianzarte, de atreverte con todo, de soltar la guitarra y dejar de ser un barbudo sentado en una silla con una botella de cubata al lado, a cantar sin guitarra, a haber trabajado expresión cultural con El Gallo Vallecano, donde estuve tres años e hice música para obras de teatro infantiles, trabajé de payaso, fui por primera vez a clases de canto, donde aprendí a respirar… Creo que fueron años muy importantes. De algunos discos estoy orgulloso y de otros no tanto. No he vuelto a cantar ninguna canción, por ejemplo, de “Por la luna de tu cuerpo”, que es del año 86, no me atrae, no me dice nada. Pero creo que es a partir de ahí cuando empiezo a no necesitar a otro para hacer letras y donde empiezo a escribir y a contarme. El disco del año 88 que se llama “Aguas Abril” tiene connotaciones con el abril de Portugal, que para mí siempre ha estado presente con “Grandota vila morena”, con la Revolución de los Claveles, y hasta hoy día en el poema “Qué fue de los cantautores” se nombra. Creo que es a partir de ahí cuando empiezo a sentirme seguro otra vez. En el fondo, los años 80 para mí son años de incertidumbre, porque pasamos de ser gente dogmática a vivir en el limbo de la duda, que también es interesante. Dudar de todo también es interesante.
P. En cierto momento de tu carrera decidiste crear tu propio sello discográfico “Flor de Jara”. ¿Qué te llevó a tomar esa decisión?
R. Creo que nos obligaron a tomar esas decisiones. Después del disco ‘Aguas Abril’, siento otra vez la crisis de creatividad, de avanzar musicalmente. Siento que las multinacionales con las que había grabado desde el ciego no habían vendido discos míos, porque son años en que mi público me abandonó. En el 79, mi público rojo me abandonó y no vendía discos. Actuaba en directo y ganaba dinero, pero hubo una época en la que vivíamos también de lo que aportaba la Administración. En las fiestas de los barrios no se cobraban las entradas y me daba cuenta de que mi público no era real, seguía teniendo muchas dudas sobre si tenía capacidad de arrastrar o no arrastrar a un público.
Entonces me planteé grabar el primer directo en el Teatro Romano en el 92, en un momento donde empiezo a cambiar el concepto. Es como la muestra de todo el trabajo de los 80, plasmado con una superbanda con invitados como Raimundo Amador, Rubém Dantas y grandes músicos amigos. Es el resumen de los años 80, pero al mismo tiempo en aquella época yo estoy en una reflexión donde vuelvo a quedarme con el primer cantautor, con el de la guitarra. A los dos años, grabé en un bar de Cáceres ‘La Torre de Babel’, un directo con Antonio Toledo sin posibilidad de corregir nada. Es ahí donde me retomo en ese cantautor de la poesía y la palabra y donde por primera vez consigo llegar a un público de otra generación. Es ahí donde conecto con nueva gente, que son los que han oído los discos de los años 90 y han comprado los libro-discos ‘Diario de a bordo’, ‘Por el mar de mi mano’ y ‘Soy’, y ‘Pásalo’, grabado en Brasil, la recopilación de los poetas que hice en ‘Piedra de sol’, de aquella primera época. Creo que eso es lo que ha dado valor a mi trabajo sin renunciar a la musicalidad y a la aportación en los discos de muchos músicos. En directo, por propia supervivencia, es más fácil a un hombre con una guitarra resistir y vivir, como pasa en estos tiempos de crisis, que llevar cuatro músicos, porque entonces ni comen ellos ni comes tú. Creo que es ahí donde se produce otra vez el reencuentro con los valores de aquel cantautor que yo había sido en los años 70.
En los 90 me retomo en ese cantautor de la poesía y la palabra, y por primera vez consigo llegar a un público de otra generación.
P. Esa trilogía de disco libros está cargada de bellísimas canciones, poesías y pinturas. Cuéntanos cómo se gestaron aquellos trabajos y el papel de Pedro Guerra en todo ello.
R. El papel de Pedro es fundamental en ‘Diario de a bordo’. Conocí a Pedro Guerra en los 80, cuando estaba en Taller Canario. Yo estaba cantando un día a la semana en el bar del Teatro María Guerrero y le invité a cantar una canción. Cantó Peter Pan y me dejó con la boca abierta, porque todo lo que yo venía aprendiendo durante años de los brasileños, de Djavan, de Caetano, de Milton Nascimento, de Gilberto Gil, toda esa manera de armonizar, de tocar la guitarra y de construir canciones, de pronto Pedro a su corta edad lo sabía hacer. A los pocos meses surgió la posibilidad de irme a Tenerife y le di a Pedro un diario que yo venía escribiendo desde el 88. En 15 días, Pedro musicó 18 poemas de ese diario y nació ‘Diario de a bordo’. Pero no llegó a buen puerto hasta cuatro o cinco años después, porque no nos querían grabar en esa época, había que buscar el dinero para grabar y estuvimos como tres años con la mitad del disco grabado.
En Trak, que pertenecía a músicos de Nuestro Pequeño Mundo, me grabaron cinco temas para enseñarlos a las casas de discos y recuperar la inversión, pero nadie los quiso. Les convencí para que ellos entrasen como productores, acabamos el disco y finalmente nació la idea de El Europeo con Borja Casani. No teníamos relación, él venía de la Movida de los 80, de la revista La Luna y de un rollo más modernito que los cantautores, pero le atrajo la idea de ese libro disco y ahí nació una colección que empezó en la revista El Europeo, en un acuerdo que hice con la Fundación de Autor para que ellos formasen parte también de esta colección. Ellos aportaban dinero una vez que el disco estaba en la calle, con las ventas lo recuperaban y ganaban el 10%, como una casa de discos, con lo cual al segundo o tercer disco que grabamos así, pedí dinero anticipado a mi propia cuenta de Autores, que no me cobran intereses.
De ahí nace la idea de esos libro discos, en un momento en que la industria discográfica empieza a entrar en crisis, en que aquél que no vende de 300.000 para arriba no tiene sitio en las casas de discos, en que han devaluado el valor del disco, las reediciones se hacen con dos papelitos y sin poner las letras, no se le da valor o se va buscando sólo una canción, el single que pegase y que tirase de ese disco. Pero esos libro discos duran en el tiempo, como Diario de A Bordo, que duró once años editado y tuvo siempre vigencia, y hoy día sigue siendo un disco nuestro y aunque no tenemos dinero para reeditarlo, sé que el día que lo reeditemos va a seguir vendiendo.
Le dimos un valor añadido a los trabajos discográficos en esa época de decadencia por el hecho de ir acompañados de un libro con poemas y pinturas de Javier Fernández de Molina, que ha pintado todos mis libros discos y las portadas de mis discos desde el año 88. Ese objeto es algo a lo que me he agarrado y a veces, como ahora mismo, que acabo de sacar ¿Qué fue de los cantautores?, que no es un libro disco, para mí no tiene el mismo valor que si fuese un libro, para mí vale un poquito menos.
P. En tu disco “En esta esquina do tempo” cantas en portugués los poemas de Saramago. ¿Se puede considerar este trabajo la culminación de tu relación con Portugal?
R. Sobre todo la llegada al puerto. Yo siempre pensé que iba a grabar un disco en portugués, porque hacíamos homenajes a José Afonso en el Elígeme todos los lunes cuando estaba enfermo para mandarle dinero a su familia, en el año 87, y cuando murió seguimos todavía cuatro meses cantando sus canciones todos los lunes. Desde hace cinco o seis años, todos los 25 de abril, allí donde nos pillara, Lourdes y yo hacíamos homenajes a José Afonso, ya fuese en un barrio o en un teatro, por nuestra cuenta, sin meter a nadie más por medio.
Siempre pensé que iba a grabar un disco con canciones de José Afonso, porque para mí no hay otro como él. José me regaló un día en Lanzarote su libro, que iba a salir en una semana, leí aquellos poemas que estaban escritos hacía 40 años y los encontré como algo fácil, algo que ya estaba hecho, sentí que eran canciones de José Afonso y que me estaban esperando ahí, que ese libro me estaba esperando para que le hincase el diente. Cuando musiqué en portugués, las adaptaciones eran de Ángel Campos Pámpano, un poeta extremeño que murió también hace dos años. Cuando me encontré con esos poemas ya no tuve esa necesidad que había tenido siempre de cantar a José Afonso, sentí que allí estaba él en muchas de esas melodías, sobre todo en algunas muy concretas, como Parábola. Cuando la compuse sentí que ya era una melodía de José Afonso, que estaba allí su espíritu que me ha acompañado mañanas, días enteros de tararear por la calle sus melodías y sus letras. Ahí me tuve que poner la pila para pronunciar bien, pero fue el propio José, el día que le enseñé por primera vez la maqueta, un año antes de grabar, quien me grabó de su voz los 14 poemas para que yo practicase y aprendiese a pronunciar bien en portugués, que no es nada fácil.
P. Llega el nuevo disco. ¿Qué te llevó a escribir ese magnífico poema que es ¿Qué fue de los cantautores?
R. Está escrito hace ya cuatro o cinco años. Me llamaron de la revista La Clave, de Balbín, para hacerme una entrevista como siempre hacían cada cuatro años, cada siete, cada diez, cuando de pronto el cantautor aparece y se acuerdan de él, y la entrevistadora era una chavala joven. A veces no saben la historia y quieren que les cuentes, y al acabar esa entrevista sentí rabia. Por un lado, en la historia de este país nos negaban el papel del cantautor, que poco a poco se iba borrando de la historia. Desde la televisión, en estos 30 años, en todos lo programas se recupera a los muertos de otras músicas, pero a los muertos de la canción de autor nunca se les recupera. Y sobre todo estaba cansado de que otros contasen la historia que yo tenía asumida, vivida, sufrida y sentida, y gozada también a todos los niveles. Aún así, me senté después de esa entrevista, debía ser una etapa en la que yo estaba escribiendo casi todos los días, y en un día o dos a grandes rasgos fui diseñando lo que ha sido finalmente ese poema. Yo creo que es una lección de 40 años de historia de este país a través de un músico, pero podría ser a través de un médico que fue militante en aquellos años o de muchas profesiones, de gente que dio su juventud, sus horas, su vida, por la solidaridad, por la colectividad, por cambiar la sociedad. No éramos sólo los cantautores, éramos muchos seres humanos de esta sociedad de muchas facetas profesionales. Por eso ‘¿Qué fue de los cantautores?’ está enganchando, porque creo que mucha gente de aquella generación se reconoce en ese poema, en todo lo que uno va contando ahí. Y creo que posiblemente esto es un manifiesto de la canción de autor y una reivindicación de los cantautores.
“Qué fue de los cantautores” es un manifiesto de la canción de autor y una reivindicación de los cantautores, es una lección de 40 años de historia de este país a través de un músico.
P. Es un nuevo disco lleno de energía, en el que encontramos un fado, un homenaje a Saramago… ¿Qué destacarías de este trabajo?
R. Y también un chotís del siglo XXI, donde el chulapo de Chamberí o de Lavapiés posiblemente no sea sólo el estereotipo que sale en San Isidro con el pañuelo y la gorra, donde los nuevos emigrantes de estos 15 últimos años son el paisaje humano que puebla esta ciudad, la savia nueva de esta ciudad, simbolizada en esa negritud. Los chinos, los árabes, los subsaharianos, son los nuevos chulapos de Madrid que conforman los barrios castizos. Posiblemente es ese el homenaje que yo les hago en este chotís. Destacaría las canciones que hablan de nosotros, del amor, del desamor, del alma, de los estados de ánimo, de la alegría, de la ternura, del cariño y del dolor también.
P. “Flor de cerezo” es una composición tuya que suena muy cercana a los palos tradicionales, parece una canción de ronda. ¿Es buscada esa cercanía?
R. Totalmente. He dejado salir en estos últimos años un grifo que cerré cuando me compré la guitarra y me hice el cantautor que soy. El disco duro de mi niñez está lleno de melodías y formas musicales que he tenido abandonadas, pero que en estos últimos años voy dejando salir poco a poco. El fado, el tango, la copla, el pasodoble, el chotis, las rancheras, nunca los he querido hacer porque sentía en esos años atrás que era muy fácil componer así, porque yo estaba aprendiendo lo más complicado. Empecé componiendo casi así, porque si escuchamos “Fidelidad”, las modulaciones de un acorde a otro muchas veces pasan por el medio tono, por el flamenco o la canción española, pero poco a poco fui abandonando eso y me perdí en el maremágnum de las armonías complicadas que vienen del jazz, pero que toman forma en la música brasileña y en la creación de unas melodías en las que me he inspirado. Hace dos años he musicado 20 poemas de Miguel Hernández y no los he grabado porque, salvo una canción, todo era flamenco, canción española, música popular. En este encuentro con la música popular, en el disco ‘Pásalo’ compuse por primera vez una canción a capela en castellano.
Lourdes y yo venimos desde hace 18 años cantando capelas en portugués con el pecho como percusión y dos voces. Es algo inmediato, es algo de una fuerza y de una modernidad en estos momentos, en este siglo XXI, que cuando grabé “Mariposa de noviembre” me sentí realizado. Eso lo he venido desarrollando en los 20 poemas de Miguel Hernández, donde había cuatro capelas que he cantado en directo todo este año, hasta en Ucrania, donde fuimos a hacer un homenaje a Miguel Hernández, a una ciudad que él visitó en el año 36. También se las di a Jarcha, que grabó nueve, se las di a Carmen Linares y la mitad de su espectáculo en directo de Miguel Hernández está compuesto por esas canciones. Y a Valderrama, que aparte de componerle en su último disco una copla que se llama “Me llamo Juan Valderrama” y de musicarle letras suyas, grabó una copla de Miguel Hernández.
Yo me he abierto, fuera de mis prejuicios de aquellos años de rojerío, donde de alguna manera fuimos dogmáticos en muchas cosas y donde veíamos que la copla y ciertas formas musicales se las habían apropiado la dictadura y el sistema. Más allá de todo eso creo que con los años, fuera de esos prejuicios, estoy abierto a musicar cualquier cosa y a expresarme musicalmente desde ese disco duro de la niñez, desde esas melodías que forman parte de ti. Para mí es facilísimo hacer esa capela, como he compuesto últimamente muchas cosas sin instrumento. Me siento, leo el poema, miro, encuentro la melodía del primer verso y es como si tiras del hilo de la madeja cuando tu madre te ponía a enrollar los jerséis viejos. Una canción, al hilo del primer verso, en cuatro minutos está compuesta, y así es como han nacido la mayoría de los trabajos que he hecho últimamente, de la espontaneidad más absoluta y no de las horas dándole vueltas a una estructura, a una melodía o a una armonía. Nacen del impulso, como todo lo que escribo. Te sientas ante el papel en blanco y a borbotones eres capaz de pintar ese papel y de pronto sentir que has escrito “Fado destino de mar” y sabes que has contado posiblemente la historia del fado. Porque el fado nace del mar por medio de los que emigraron de Portugal, y la distancia, y la saudade, que finalmente es un estado del alma, es más que una imagen poética de los viajes de ida y vuelta, de lo que se ha impregnado esa música en Cabo Verde con la morna, en Brasil con la samba, en las nuevas cantantes de los 80 y los 90, las grandes voces que han continuado con la tradición, como aquí la gente lo ha hecho con la copla. De alguna forma sientes que sin pretenderlo las canciones te cuentan a ti, no eres tú el que cuenta en las canciones, sino que es la propia canción la que te da a entender que has contado la historia del fado. He contado a esos herederos de las Amalias que florecen en Portugal y de las Cesarias que siguen floreciendo en Cabo Verde. Si uno busca cantantes caboverdianas encuentra muchas, como en Portugal fadistas, grandes voces.
Creo que para mí componer la música siempre fue lo más fácil. Para mí el aprendizaje largo de años y años ha sido escribir y saber contarme en canciones. Lo otro siempre fue más fácil, musicar un poema era mi trabajo de los años 70, salvo algunos que se me pusieron duros, como “Amar es combatir”. Recuerdo que estuve un año dándole vueltas, la vez que más tiempo recuerdo haber estado con un tema ahí esperándome.
El disco duro de mi niñez está lleno de melodías y formas musicales que he tenido abandonadas, pero que en estos últimos años voy dejando salir poco a poco.
P. El nuevo disco está dedicado a todos los cantautores que nos dejaron su ejemplo, su compromiso y sus canciones. ¿Cuáles son para ti los más importantes?
R. El más importante no lo puse y debía ser el primero. Fue José Afonso, el que ha marcado y ha determinado mi música en todos estos años. Creo que José Afonso, al igual que yo, no es un cantante que se acercase a serlo desde el lado de la fama, del dinero y de todo eso, sino desde el lado del estudiante en Coimbra que empezó flirteando con la música de fado, pero que en sus primeros viajes con las tunas llegó a Angola, a Mozambique, y vio la miseria, la esclavitud, situaciones de injusticia que le hicieron cambiar mentalmente y comprender, e inventarse una manera nueva de ser cantante. Creo que José Afonso es uno de los grandes y de los primeros, como lo fueron otros en el mundo, como Violeta Parra, Daniel Viglieti, el propio Bob Dylan cuando empezaba, o Joan Baez, aquella canción popular del mundo que cuando yo era adolescente estaba ya emergiendo con toda su fuerza. José Afonso para mí siempre fue el primer referente. Luego ha habido compañeros de viaje a los cuales he dedicado este trabajo, que a lo mejor no han tenido influencia musical en mí, porque cada uno de nosotros somos un ser musical y a veces no tenemos nada que ver unos con otros en nuestras músicas. Unos han aprendido de la canción francesa, pero a mí me atrapó más Portugal, posiblemente por la comprensión del idioma y porque para nosotros en esa época comprender la letra era lo más importante, a veces más que la música. Eso no quiere decir que abandonásemos la música, nosotros cultivamos la música en esos años, a nuestros conciertos venían músicos y en nuestros discos, por supuesto, había músicos. No es que negáramos la música de los nuevos tiempos. Se lo he dedicado a estos compañeros, pero se lo podía haber dedicado a otros que están vivos y que a lo mejor nadie se acuerda de ellos, como pueden ser Elisa Serna, Adolfo Celdrán, que es profesor en la Universidad de Alicante, gente que canta esporádicamente, que ha grabado un disco a lo mejor cada 15 años y que no ha tenido esa continuidad que ha tenido Pablo Guerrero o que he tenido yo. Hemos sido capaces de no rendirnos y de hacer esto nuestra profesión, no nos hemos metido en despachos en la Sociedad de Autores ni en otros despachos donde nos podían dar un sueldo y no hemos querido. Hemos preferido nuestra libertad sin dinero a ser unos esclavos, hemos pagado nuestro precio por vivir en libertad, por seguir siendo los dueños de nuestra música y de nuestro destino. El disco está dedicado a todos ellos y también, como digo, a los que están y no cantan y a los que cantan y no están, porque creo que hay muchos cantautores, mayorcitos muchos de ellos, que están y tienen mucha presencia en los medios y capacidad de llenar sus conciertos, y no dan la talla del cantautor que yo creo que tienen que ser a la hora de aprovechar que tienen ahí un público y, en lugar de decir gilipolleces, pueden decir cosas interesantes.
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Entrevista a Luis Pastor (segunda parte)
29/03/2013 - Por Ana Blázquez y Carlos Monje
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Segunda y última entrega de la entrevista que Diariofolk realizó a Luis Pastor. Recién publicado su disco “¿Qué fue de los cantautores?”, el extremeño continúa repasando en profundidad toda su carrera y su obra.
Muchas gracias, Luis, por desgranar tan lúcidamente tu trayectoria musical, tus miedos y tu lucha de entonces y de ahora.
Te conocí a principios de los ’70 cuando participaste en una especie de fin de curso en el Colegio de las Carmelitas en Carabanchel.
En aquel concierto, donde se mezclaban representaciones teatrales, entrega de diplomas, etc. yo también actuaba en un grupo tocando los bongos (entonces no sabía manejarme aún con la guitarra), llamado Los Buhoneros. Éramos un montón y proveníamos del Barrio de La Fortuna (adscrito al pueblo de Leganés) y lo dirigía el entonces religioso marianista llamado Moisés Ruano, que ahora anda representando y dramatizando excelentes propuestas de poetas junto a otros compañeros.
Recuerdo de forma nítida cómo nos saludaste con gran humildad, siendo ya reconocido en esos ambientes, y hasta me diste un pequeño pellizquito de complicidad y que aún no he olvidado y que lo consideré como una especie de ‘bautismo de fuego’.
La entrevista es todo un ejemplo de sinceridad y sobre todo de tremenda lucidez.
Siempre seguí tu trayectoria desde lejos a modo de francotirador, como siempre he hecho. Ahora, que soy compañero musical desde hace casi 30 años de Carlos Montero (tu arreglista en el hermoso disco de ‘Fidelidad’) quiero enviarte un cariñoso saludo y agradecerte vivamente esas reflexiones que he sentido como si hablara por tu boca.
Un abrazo y ánimo para seguir trasegando belleza.
Antonio Lorenzo