Kind of Blue
Columbia 1959
Posiblemente la fama de Kind Of Blue es por completo desproporcionada. Se trata de una grabación maravillosa, que consiguió plasmar de manera emocionante un enfoque teórico hasta entonces muy poco utilizado por músicos de jazz (el uso de los llamados “modos”) y que capturó a los músicos en un momento creativo particularmente feliz… Pero sería una barbaridad creer, como la asombrosa celebridad de Kind Of Blue induce a hacer, que existe una brecha cualitativa, un abismo, entre esta grabación y el resto.
La consecuencia de esta situación es triste: no sólo es la celebridad de Kind Of Blue exageradamente grande, también resulta enormemente perjudicial. Porque es fácil llegar al convencimiento, llevados por esa fama tremenda, de que haciéndose con este disco, y quizá con un par de grabaciones escogidas más, se dispone ya de una “discoteca esencial del jazz”. ¿Para qué picotear con discos menores cuando podemos escuchar el mejor de todos? Cuánto goce malogrado a causa de este pensamiento venenoso.
Pero los manejos y torpezas humanas son sólo eso, y Kind Of Blue nada tiene que ver con todo ello. Cumplió el año pasado 50 años tan lozano, tan sofisticado, tan fascinante como el primer día.
Su análisis puede enfocarse desde diversos puntos de vista. Los dos más obvios (y quizá engloban cualquier otro en su seno) son su consideración como obra musical y como grabación históricamente relevante. Aun siendo este segundo enfoque igualmente interesante, voy a centrarme en estas líneas en el primero, que también tiene su aquel.
Para este trabajo Miles reforzó su fabuloso sexteto con un pianista entonces poco conocido pero que no veas cómo apuntaba maneras (Bill Evans). No se trataba de una mera reunión de talentos: los músicos que participaron en Kind Of Blue no debían limitarse a plasmar/interpretar la música que Miles traería a la grabación, debían “materializarla”, darle forma con su actitud interpretativa… del mismo modo que la propia música moldearía a los músicos para extraer de ellos matices hasta entonces desconocidos de sus estilos respectivos.
Parece casi obligado acercarse a una grabación mítica como esta buscándole las costuras, relativizando en lo posible su alcance musical…. no será tarea fácil en esta ocasión, salvo entrando en consideraciones puramente personales y probablemente no extrapolables al resto de aficionados. Porque Kind Of Blue es una obra de rara redondez, formalmente inmaculada pero salpicada de inagotables recovecos interpretativos: es una especie de culminación tardía del cool, un arco musical inexplicable, equilibrado entre una base sonora suave y elástica y un puñado de interpretaciones no tórridas, pero sí desacomplejadamente expresivas.
Pero lo más sorprendente de Kind Of Blue no es tanto la música en sí como su misteriosa e inigualable capacidad para conectar con los aficionados de toda época, edad y condición. ¿Será la claridad de su trazado rítmico? ¿La afilada incisión que trazan sus melodías dentro del oyente? ¿La contenida (aunque incontenible) fiereza expresiva de Trane? ¿El blues saltarín, siempre al borde de la risa, de Adderley? ¿La suculenta danza del piano de Evans alrededor del silencio? ¿El toque circunspecto, pero indeciblemente hermoso de Miles? ¿Los riffs sobrios e incisivos de Chambers? ¿La percusión elegante, aérea, nítida, volátil, de Cobb? Todo eso está ahí, pero no explica el hechizo innegable de Kind Of Blue. Porque los hechizos, por fortuna, continúan siendo hoy tan inexplicables como hace cincuenta años, cien años. Con ellos solo cabe una cosa: experimentar su magia.
Vaticinaba antes que me iba a resultar difícil encontrar las costuras a esta grabación. De hecho, soy incapaz de hacerlo… es más, probablemente no las tiene. Pero sí es cierto que siempre me ha chocado la sustitución de Evans por Wynton Kelly en el segundo corte del disco (Freddie Freeloader); su (estupendo) piano bluesy y saltarín le otorga a ese corte un color diferente a la música del grupo, que rompe la sofisticada atmósfera del resto del disco. Tampoco el tema que le sigue (Blue In Green) acompaña “ambientalmente” a los demás: su desolado discurso carece igualmente de esa sofisticación inalcanzable. Ya digo, son seguramente percepciones puramente personales que exceden las competencias de un análisis musical riguroso (el cual, a su vez, excede igualmente las mías) … además, ¿por qué tendría que resultar “peor” un disco en el que conviven varias atmósferas diferentes? El caso es que tras esta injusta criba quedo a solas con tres temas que considero absolutamente intocables: So What, All Blues y Flamenco Sketches.
Abren el disco So What (que comento más adelante), Freddie Freeloader y Blue In Green. Lo cierran All Blues, un blues marcado en su exposición por el maravilloso trémolo de Evans y un riff asombrosamente sencillo y eficaz de los saxos… luego llega una secuencia de improvisaciones inolvidable, con el piano jugueteando incansable alrededor de las melodías que sus colegas van creando; y Flamenco Sketches, otra composición dominada por la sencillez, construida sobre el Peace Peace de Evans (ya veis que Evans fue pieza esencial en la concepción del disco) y cuajadita de improvisaciones inolvidables que aprovechan su tempo lento, su construcción modal (que, en efecto, recuerda en sus armonías a las construcciones del flamenco) y su dramatismo emocional para arañar lo mejor de los solistas.
Trataré a continuación de comentar algunas de las cosas que (me) suceden cuando escucho Kind Of Blue (tranquilos, será solo durante su primer corte, So What, que dejé al final con esta idea). No se trata de señalar los puntos esenciales del tema, no creo que tal cosa exista; el disfrute de una grabación es algo profundamente personal y cada cual se fija en aspectos y momentos diferentes de la misma.
So What es una composición estructuralmente muy sencilla, de esquema AABA, cuyo puente es la misma melodía interpretada en una tonalidad ligeramente más aguda. Tras unos acordes misteriosos del piano, Paul Chambers hace una pequeña diablura con el contrabajo y queda solo para enunciar el archiconocido riff del tema, mientras el resto del grupo le da respuesta con dos notas a coro.
1’35” : Una vez resuelta la exposición entra Miles con su improvisación, mientras la batería hace una figura que me provoca una sacudida a lo largo de la columna cada vez que escucho. Ya estamos inmersos hasta el tuétano en Kind Of Blue. No me siento capaz de transcribir la combinación de serenidad y lógica con que Miles encara su improvisación, ni la emoción misteriosa que transmite como sin querer… en todo caso, son enormes. Evans coloca, como sin darse importancia, acordes de sonido vahído, opaco, con una carga emocional misteriosamente poderosa (será esa especie de peculiar ritmo interno que deja traslucir, sobre todo durante el puente, 2’00”). Qué bien se entienden los dos, y con qué tranquila energía les secundan contrabajo y batería.
3’27″: Entra Coltrane al saxo tenor. Algo en su entonación te pone alerta de inmediato: se nota que no aguantaba más, que tenía cosas que decir y prisa por soltarlas. Su improvisación, magníficamente equilibrada, está pletórica de ideas nítidamente expresadas, enunciadas con rara concisión. Es evidente que había captado a la perfección el novedoso tratamiento modal de Miles, su paso de la línea principal al puente y vuelta atrás está perfectamente marcado, y en todo momento aprovecha a fondo la libertad que el concepto modal le permite. Son muy hermosos su primer puente (4’56”) y la vuelta a la línea principal (5’04”, con la complicidad de un Evans tan atento como creativo).
5’18” : Cannonball Adderley toma el relevo al saxo alto, atacando con un estilo mucho menos incisivo pero igualmente pleno de emoción, inundando la música de efectos rítmicos sorprendentes, de difíciles balanceos a ambos lados del delgado hilo tejido por las líneas que desgrana el contrabajo.
7’07” : Evans arranca su improvisación con un puñado de acordes abiertos, muy casuales, que a duras penas enmascaran su intención de hacer con la improvisación lo que ha venido haciendo al acompañar a sus colegas: crear un efecto extraño y fascinante basado en una pulsación rítmica discreta, etérea, que descoloca porque uno no llega a comprender dónde reside ese ritmo sutil que indudablemente percibe. De todos modos, para que nadie se pierda, los demás músicos marcan dos notas en cada línea, como habían hecho durante el arranque del tema. A partir de 7’22”, y hasta el puente, Evans consigue transmitir con unas pocas notas, estirando el tempo de su pulsación muy por detrás del propio tema, una especie de eclosión sonora muy hermosa. El puente (7’34”) supone un nuevo juego rítmico maravillosamente expresivo, pues Evans opone a la respuesta con que Miles y los suyos siguen marcando cada línea, la suya propia, que consiste en tocar un delicado y enérgico racimo de acordes en casa frase, silenciando el piano durante el resto de la misma. En 7’45” hay ya una considerable tensión acumulada a la que Evans da salida con una serie final de acordes admirable, tanto por la coherencia extraña que transmite como por su enigmático ritmo interno. Es difícil hacer tantas cosas, y tan hermosas, en tan pocos segundos.
Chambers se adueña brevemente del tema en 8’05, con rara contención, antes de la exposición final de un tema mítico.
Cierto que en ocasiones la historia la escriben obras que por sí solas desmerecen un tanto su importancia, pero tampoco es raro que una grabación históricamente relevante sea también musicalmente soberbia. Kind Of Blue pertenece a ese selecto club por derecho propio. 52 años después de nacer, continúa tan lozano como el primer día.
Músicos
Miles Davis, Trompeta
Julian “Cannonball” Adderley, Saxo Alto
John Coltrane, Saxo Tenor
Bill Evans, Piano
Wynton Kelly, Piano
Paul Chambers, Contrabajo
Jimmy Cobb, Batería
Temas
1 So What. 09:22
2 Freddie Freeloader. 09:46
3 Blue in Green. 05:37
4 All Blues. 11:33
5 Flamenco Sketches. 09:26
Grabado los días 2 de Marzo (#1-3) y 22 de Abril (#4-5) de 1959, en Columbia 30th Street Studio, New York City (EEUU).