Teatro Coliseum. Barcelona
Mientras nos habla en inglés, Avishai Cohen disfruta sintiendo como las tres palabras españolas se cuelan en fila hasta su boca y vuelan hacia los oídos del auditorio provocando un murmullo de risas: “De puta madre”. Ya había practicado este juego en sus últimas presentaciones por nuestra geografía: “En España todo es de puta madre”. Y ahora vuelve a ese latiguillo al referirse a la ciudad, a las comidas, a su gente… Se lo ve cómodo, simpático, en sintonía con su público. Le acompañan los nuevos miembros de su trío: Nitai Hershkovits al piano, “de puta madre”, y Daniel Dor a la batería, también “de puta madre”.
Los israelíes comienzan su recorrido por el repertorio de From Darkness (Razdaz Recordz, 2015) con paso seguro. Piezas que en el disco muestran una escasa duración (ocho de los doce temas no llegan a los tres minutos y medio) se ven enriquecidas con un mayor desarrollo que los músicos saben mantener tensionado con constantes interacciones.
Con un jazz joven de influencias folk, clásicas y latinas, el grupo va desgranando un repertorio que pone de relieve la valía de Cohen como compositor: la contagiosa Abie; una Lost Tribe vibrante; la conmovedora Ballad For An Unborn; Halelyah con sus hipnóticas atmósferas; una From Darkness envuelta en misterio, con un contrabajo contundente; la tierna Almah Sleeping; Seven Seas (del registro homónimo de 2011), potente en el cierre del concierto…
El protagonismo de Avishai en el trío supera con creces el que ocupan generalmente los contrabajistas en cualquier formación de jazz, y no solo como líder y compositor. En la mezcla de sonido, sus cuerdas tienen un peso destacado, desdoblándose constantemente en tareas rítmicas y solistas. Y en escena, carismático, no deja de moverse, casi danzando con su instrumento, gesticulando y haciéndole guiños de complicidad a sus colegas, que confirman las buenas sensaciones que transmitían en el álbum. Hershkovits se revela como un valor en alza al que habrá que seguirle los pasos. El auditorio aplaude entregado desde las mesitas que han transformado el patio de butacas del Coliseum en un gran club de jazz.
En los bises, el de Kabri enseña su limitada faceta de vocalista, esta vez con composiciones ajenas. Primero suena la clásica Nature Boy (de Eden Ahbez) y luego, la siempre celebrada, Alfonsina y el mar (de Félix Luna y Ariel Ramírez) que, tras ser cantada en un esforzado español, da pie a que los músicos se suelten en unas improvisaciones finales que cierran por todo lo alto el concierto. Una noche que el contrabajista, pletórico y sonriente, parece estar resumiendo en tres palabras.
Foto: © Seda Özgüven, 2014.