L'Auditori. Barcelona
Han pasado cuarenta años desde que aquel Jaquinho editase su primer disco como integrante de A Barca do Sol, un grupo que hacía rock progresivo, frecuentaba textos poéticos de la llamada Generación marginal y era apadrinado nada menos que por Egberto Gismonti. Cuatro décadas en las que el violonchelista, arreglista y compositor pulió su técnica en el New England Conservatory of Music de Boston, regresó a Brasil, tocó cinco años en el cuarteto de Gismonti, participó durante una década en la Nova Banda de Antônio Carlos Jobim, se convirtió en la mano derecha de Caetano Veloso en más de una decena de álbumes, trabajó en bandas sonoras, formó parte de algunos grupos más o menos estables, comenzó una larga lista de colaboraciones con músicos tan diversos como Gal Costa, Ivan Lins, Marisa Monte, Carlinhos Brown, Titãs, David Byrne, Dulce Pontes, Julieta Venegas, Sting, Mariza, Ryuichi Sakamoto, Madredeus, Cesária Évora o Adriano Celentano… y por encima de todo, admiró cada vez más a Joâo Gilberto.
A los sesenta años, ya era hora de que Jaques Morelenbaum editase el primer disco a su nombre. Y eso fue lo que ocurrió semanas atrás. Con su Cello Samba Trio el músico carioca publicó en Brasil Saudade do Futuro / Futuro da Saudade (Biscoito Fino), el álbum que ahora trae de gira por los escenarios europeos.
El trío es un grupo ya maduro y muy cohesionado que comenzó su andadura hace más de diez años con otro baterista (Marcelo Costa) y que, en algunas ocasiones, contó como invitada con la vocalista Paula Morelenbaum. En su repertorio visita, básicamente, a quienes el violonchelista considera sus auténticos maestros: Jobim, Noel Rosa, Dorival Caymmi, Joâo Gilberto, Caetano Veloso, Egberto Gismonti… Algo así como una síntesis de la MPB desde una perspectiva en la que confluyen la samba, el jazz y la música de cámara. Acompañan a Morelenbaum en este proyecto, Lula Galvão (Brasilia, 1962), un guitarrista que ha tocado con Caetano, Chico Buarque, Gal Costa, Rosa Passos, Ron Carter y Wagner Tiso entre otros, y el percusionista Rafael Barata (Río de Janeiro, 1960), cuya batería ha estado al servicio de músicos como Milton Nascimento, Kenny Barron, Edú Lobo, Esperanza Spalding, Ivan Lins o Hamilton de Holanda.
La actuación –que no se limitó, ni mucho menos– al repertorio del disco abrió con una potente versión de Samba de uma nota só de Jobim para ofrecernos a continuación composiciones como Eu vim da Bahia, de Gilberto Gil; Você e eu de Carlos Lira, Bim Bom (“un título que sintetiza toda la música brasileña”) de Joâo Gilberto, Outra vez y Radamés e Pelé, ambas también de Jobim; y las reposadas Maracatusday y Ar livre de Morelenbaum. El trío se movió dentro de lo previsible, con su elegancia habitual, enseñando al violonchelo más volcado en lo melódico y a la guitarra, en lo armónico, pero intercambiando a menudo sus roles, con Morelenbaum acompañando con pizzicatos las improvisaciones de Galvão. Barata, por su parte, se mostró sutil, aéreo y preciso, sin grandes protagonismos. La agrupación brilló especialmente en una preciosa Coraçao Vagabundo, de Caetano Veloso; en el gran choro Receita de samba, de Jacob do Bandolim, con una destacada participación de Galvão; y –ya en el final– en Salvador de Egberto Gismonti, una de las piezas más complejas que abordaron.
Con la última nota del bis quedó flotando en la Sala 2 del Auditori un perfume de samba y sofisticación. De saudades del Cello Samba Trio.
Foto: Jaques Morelenbaum por Joan Carles Abelenda.