Jamboree Jazz. Barcelona
Ronald Baker, estadounidense afincado en Francia, se presentó en el Jamboree acompañado por el baterista galo Jean Pierre Derouard y por dos músicos de Barcelona, los siempre eficientes Gerard Nieto (piano) e Ignasi González (contrabajo). Como suele ocurrir en las actuaciones de artistas que nos visitan asociándose con una rítmica local, el repertorio se basó en un puñado de standards. Un recorrido alejado de los temas que Baker ha editado con su quinteto –bajo la dirección musical del compositor principal del grupo, el pianista Alan Mayeras– en álbumes como Quintet City (Cristal Records, 2010, con Antonio Hart como invitado), Endless Story (Cristal Records, 2007) o Five for fun (Cristal Records, 2003) entre otros.
El cuarteto abrió su presentación con Masquerade is over (de Hervet Magidson y Allie Wrubel) mostrando la conexión de Baker con Al Jarreau, así como su peculiar manera de complementar el canto con la trompeta. También enseñó aquí sus credenciales Derouard, que tendría un papel destacado a lo largo de la noche. Continuó el cuarteto con Everything Happens To Me, servida con una delicada introducción de trompeta y un delicioso pasaje de Nieto que anunció el brillo que alcanzaría su piano especialmente en las baladas. El grupo fue soltándose recordando a Ellington con Take The A Train, en la que Baker sacó a relucir su ágil scat; a Lee Morgan con Ciora; a Dizzy Gillespie con la animosa Manteca (que decayó con el extenso solo de Derouard), y a Erroll Garner con Misty (otro de los muy buenos momentos que firmó Nieto) para cerrar por todo lo alto con una versión desenfadada de Cripple Crapple Crutch, composición de Gillespie y George Russell que sirvió para que Baker se luciera en su dominio del blues.
Con sus rastas impecablemente recogidas, enfundado en un inmaculado traje gris perla y llevando unas zapatillas blanquísimas, el aspecto de Baker fue un reflejo de su estilo. Limpio, clásico con un toque de frescura y cercano. Con buena presencia escénica y ciertas dosis de simpatía, destacó especialmente como vocalista, se mostró más que correcto a la trompeta y, por momentos, un poco cargante como showman, como cuando puso al público a imitar una y otra vez el pitido de un viejo ferrocarril (en Take The A Train) o insistió para que “los enamorados” presentes en la sala se animaran a bailar (en Misty). Con todo, el saldo resultó muy favorable para los asistentes. Cuando se encendieron las luces, todo eran sonrisas.
Fotos: Ronald Baker por S.Z.
Excelentes como siempre las fotografías de Sergio Zeni.