Estival Cuenca
Fotografías de Marta Feiner
Primero fueron las historias, después llegó la música, el baile, la poesía. Quizá no sea tanta casualidad el ritmo envenenado de su espectáculo, sino que esté relacionado directamente con algún tipo de don. Algo que hace únicas a unas personas cuando encuentran ese punto exacto en el que se alinean los planetas sobre su cabeza.
Si de Lola Flores se decía que ni canta ni baila, pero no se la pierdan, de Rodrigo Cuevas un día quizá se pueda decir lo mismo, sólo que además canta y baila. Le queda mucho camino aún para andar, pero es difícil encontrar sobre el escenario una fuerza similar, capaz de transformar con un parpadeo la risa en llanto, la euforia en lágrima o la desdicha en motivo de celebración. Consigue que lo que es lunes durante todo el día, se torne sábado al subir al escenario. Resulta difícil mantener la mesura en el adjetivo cuando se trata de describir el trabajo musical y escénico de este asturiano, que de tan asturiano se convierte en universal.
Los jardines del Parador de Cuenca, frente a las Casas Colgadas y con el precipicio de la Hoz del Huécar entre ambos, fue el escenario donde Estival Cuenca había programado la actuación de Rodrigo Cuevas. Cuarenta grados de este verano enmascarado a los que tuvieron que enfrentarse Zas!! Candil Folk para abrir la tarde. Un grupo que devuelve parte de la dignidad musical a unas tierras que escondían lo mejor de su cultura popular. Cancionero tradicional conquense que retorna a sus gentes y que rematan con algunas magníficas versiones de Joaquín Díaz o del “Gallo negro, gallo rojo” de Sánchez Ferlosio. Primera sorpresa de la velada. Rodrigo Cuevas con camiseta blanca y gorra roja, sin glamour de estrella, comparte escenario con los taranconeros para marcarse un fandanguillo manchego, una buena medida de lo que es capaz de hacer con su voz.
Cae la noche y con la primera brisa fresca que trae la hoz, la aparición de Rodrigo Cuevas tras una capa de rojo brillante, a pecho descubierto, fajín bordado y madreñes, trae consigo la magia de la noche que todo lo transforma. Con él llega el teatro chino, el cabaret, la coplera, el mago hipnotizador, la casa encantada, la bruja que lee el futuro, el pierrot y el clown. Como un mago que no deja de sacar pañuelos de seda de su boca, Rodrigo Cuevas domina el cambio de ritmo, la voz, la seducción fina y humor erótico que se queda justo a un milímetro del trazo grueso.
Con las canciones de “Manual de Cortejo” como base arma el espectáculo “Trópico de Covadonga”, un show con constantes cambios de ritmo y sentimientos, donde todas las piezas, hasta sus torpezas, encajan perfectamente para conseguir el giro inesperado, la carcajada en el momento justo. Las melodías tradicionales asturianas y la copla recuperan toda su carga de pasión, toda su intención y su fuerza. Los sonidos electrónicos y los fragmentos grabados, fusionados con la pandereta, los coros y el contrabajo de Mapi Quintana y las percusiones de Juanjo Díaz crean el ambiente adecuado para que Rodrigo Cuevas transforme las melodías en vino poderoso y embriagador.
Ruptura y tradición que se dan la mano, un sentimiento que no se puede expresar más bellamente que en “La muerte en Motilleja”, primer bis de la noche, en la que subieron al escenario Javi Collado de Zas!! Candil Folk y Jesús Tejas para compartir esta ronda. Tres maneras tan diversas de entender el folk unidas y complementarias. Tradición esencial, reinterpretación y vanguardia. Tres miradas hermanas a una tradición, que parafraseando al poeta Ángel González, si olvidamos, quedaremos muertos sin que nadie lo sepa. Verán viva nuestra carne, pero serán otros seres humanos – oscuros, torpes, malos- los que la habiten…
Si aún queda algo de justicia poética en el mundo, artistas como Rodrigo Cuevas, un día estará entre los grandes. Ese día Rambal y todos los que antaño soñaron con una bata de cola que transformase las pesadillas en sueños y las gacelillas en poderosas leonas, volverán a cantar por Marifé…
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