Café Central, Madrid
El madrileño Café Central puede presumir de haber acogido en su escenario a las formaciones más destacadas del jazz internacional, pero hay una de ellas que se ha prodigado poco: el piano solo. En 30 años, sólo tres grandes pianistas han ofrecido en solitario los siete conciertos consecutivos ya clásicos en la programación de la sala. Tete Montoliu y Chano Domínguez fueron los dos primeros y Moisés Sánchez recoge el testigo durante toda esta semana.
El público del Central acoge estos días al pianista con un respeto casi reverencial y no es para menos, porque su directo no deja a nadie indiferente. Capaz de las mayores sutilezas y los más grandiosos pasajes, Moisés Sánchez presenta estos días las composiciones que integrarán su próximo disco. Entre ellas, maravillas como Un ligero despertar, un tema enérgico con evoluciones vertiginosas en el que queda patente su apabullante técnica.
En el polo opuesto se encuentran temas como Pequeño gran héroe, en el que el pianista evoca las canciones de su infancia -escuchaba nada menos que a Pat Metheny o Génesis-, con un comienzo delicado y cristalino que evoluciona para mostrar ingeniosos cambios de registro. En la misma línea, sonaba la tierna y emotiva Beatrice.
El concierto alcanzaba uno de sus mejores momentos con Un día en Central Park, una composición inteligente llena de guiños donde los inicios del ragtime se entrecruzan con los grandes musicales de Cole Porter o Gershwin, sin abandonar en ningún momento el personal estilo del pianista.
Con sus nuevas composiciones, Moisés Sánchez consolida un lenguaje creativo propio, con acentuado carácter y rasgos muy personales, y si su anterior disco nos dejó impresionados, el próximo promete ir aún más allá. Podemos decir sin temor a equivocarnos que es el más emocional de nuestros grandes pianistas de jazz.
Ha llovido mucho en el jazz español desde que Tete Montoliu abrió camino y puso el listón en el punto más alto. Desde ahí lo recoge hoy Moisés Sánchez con una naturalidad que emociona. Espléndido.