Barranda, Murcia
Y si resulta difícil es porque no hay manera de reflejar –si no es en versión pálida- la algarabía y jolgorio que supone ver desparramadas por las calles de Barranda a este ramillete de agrupaciones que cantan y bailan durante horas ante los corrillos de público que van engordando y engordando para hacer por momentos imposible la circulación de personas.
Hay un sabor añejo y de fiesta de otro tiempo en ese muestrario por el que uno se va moviendo encantado de descubrir matices diferentes, coplas picaronas y sabrosas o cuerpos que bailan como lo harían sus abuelos.
En la calle del Candil, La Ronda de los Llanos (Albacete), la Colla Brials de Valencia, La Ronda de Motilleja (Albacete) o la Panda de Verdiales (Málaga). En la Carretera de Caravaca, precisamente los Animeros llegados desde allí, junto a los de Patiño y a los de Candeleda. En la calle de Pedro el Chófer, los de Purias. En la calle Nueva, los de Huebras. Y ocupando la calle Mayor (de ahí su nombre) los de Moratalla, los de Aledo, los de la Cuesta de Gos y en lugar central los anfitriones Aguilanderos de Barranda.
Alimentados de música y requiebros nos fuimos a reponer fuerzas con una monumental paella que daba y daba para todo el que se acercaba. Sobremesa corta porque algunos regresaban a su lugar de origen y porque la sesión callejera comenzaba de nuevo, calentando motores para el baile a lo suelto (para evitar tentaciones) que se trasladó al salón social antes de que se fuera la luz.
El resto, pueden imaginárselo. Háganlo, háganlo.
Así fueron las jornadas de tradición oral de Barranda