Teatro Coliseo. Buenos Aires
El santafesino Jorge Fandermole es un referente ineludible de la música popular argentina de raíz folclórica. A este autor, compositor, intérprete y docente de música se deben muchas de esas canciones “que sabemos todos”, versionadas por numerosos intérpretes y revisitadas en cada reunión de amigos donde haya una guitarra. Desde “Era en abril”, un conmovedor tema que compuso con apenas 15 años, hasta la más reciente “Oración del remanso”, pasando por “En blanco y negro Buenos Aires” y “Canción del pinar”. En los años 80, Fandermole fue uno de los motores más potentes de ese movimiento informal conocido como la Trova Rosarina (junto a Lalo de los Santos, Adrián Abonizio, Rubén Goldín, Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré y Fito Páez), que en un país que aún conserva cierto centralismo debió desembarcar en Buenos Aires para trascender a toda la Argentina.
Bien secundado por Marcelo Stenta (guitarra y voz), Fernando Silva (bajo, contrabajo y violonchelo), Juancho Perone (percusión), Carlos “Negro” Aguirre (piano) y Julio Ramírez,aportando el toque litoraleño de su acordeón, Fandermole fue desgranando, en un extenso concierto, muchas de las obras que integran Fander, un álbum doble con un CD que recopila nuevas versiones de temas ya grabados y otro con canciones inéditas.
El show principió con el músico en solitario, apenas pertrechado de su guitarra. Pero ya en el segundo tema, que prologó con un poema mientras se iba sumando la banda, desveló quien sería la verdadera estrella de la noche: la poesía de sus letras.
La pluma de Fandermole recurre a los tópicos inevitables: el amor y los sentimientos, los elementos de la naturaleza y del paisaje, pero los eleva a cimas poco frecuentes en la música popular. Tal vez porque haya nacido (y siga viviendo) en una provincia de fuerte impronta fluvial, recostada sobre el majestuoso Paraná, la presencia del río es una constante en su repertorio, explícita o implícitamente. Su obra toda puede asemejarse a un río. Un río que puede fluir tenso en un momento o serenamente reflexivo en otros, pero que es siempre profundo y caudaloso. Que no duda en aventurarse por sinuosos meandros en busca del camino más adecuado para llegar a su destino. Un río, en fin, que arrastra en sus aguas la herencia de colegas navegantes como Chacho Müller, Miguel “Zurdo” Martínez o el uruguayo Aníbal Sampayo, mientras se nutre de numerosos afluentes: la copla, la chamarrita, la chacarera, el candombe, el chamamé.
En su largo recorrido de esa noche, Fandermole fue sacando a flote viejas gemas de su repertorio, dotándolas de nuevo brillo y alternándolas con otras de más reciente producción, como las chacareras La luminosa y Corazón de bombisto (ésta con música de Marcelo Stenta y dedicada a Raúl Carnota); las hermosas Patria de agua y El viejo y el río; el pegadizo candombe Aquí está la marcha; las bellas y poéticas Chamarrón de proa; Yarará; o La luna y Juan, un retrato pintado con perfecta delicadeza de sus amigos, los músicos Juan Quintero y Luna Monti.
“No hay cuatro vientos sino mil / soplando sobre la copla / y cada uno se hace sentir / con la voz de donde sopla”, sentenció más adelante en Cantar del viento, redondeando toda una definición de su manera de entender el oficio de cantautor. E intentó, sin conseguirlo, cerrar el concierto con Hispano, un homenaje a la lengua castellana, donde asegura que “habla el hidalgo manchego con el Martín de la pampa”, y se esperanza en un reclamo: “ya saldará nuestro idioma / sus dos deudas con la historia: / pedir perdón tras los mares / y aquí guardar la memoria”. Los cuatro bises que el público exigió después del final, aplaudiendo en pie, confirman que el río Fandermole sigue fluyendo. Aunque a veces parezca que ya alcanzó el mar.
Foto: Jorge Fandermole por Laura Tenenbaum.
Muy buen comentario. Estuve allí y me siento representada. Bien por Fander!
Excelente nota! Y realmente una muy buena noticia que haya vuelto a grabar, se lo extrañaba. Es un excelente autor y músico.
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