Sala Galileo Galilei, Madrid
Entregado, feliz y contento con el gaditano que consigue una comunión difícilmente igualable con su fiel parroquia. Desde el principio y sin descanso, las palmas y los jaleos acompañaron sus canciones, canciones luminosas, soleadas, radiantes, que suenan a sal y a mar del Estrecho, el mismo que se recorta entre bloques de hormigón producto de la especulación del litoral y que él denuncia en Los mares del surf, en defensa de la playa de Valdevaqueros.
Así son las actuaciones de Ruibal, ya sean en solitario o acompañado, plenas de alegría y de amor. A veces lo insinúa, romántico y sensual, como en esa preciosa balada que abrió el concierto, Once de Abril; otras son de amor paterno, casi devoción, en Baila Lucía, dedicada a su hija, bailaora incipiente, y otras de amores desbocados, de calentones adolescentes, en Cine Macario.
Ruibal desgranó no solo las canciones de este último disco, Quédate conmigo; también tuvo un sentido homenaje a Enrique Morente y le recordó en uno de sus clásicos, La Rosa de Alejandría. No se olvidó del himno de los ruibalistas, la mayúscula Pensión Triana.
Bulerías, blues, sabor a Caribe, Javier Ruibal se hizo acompañar por una banda de cuatro jóvenes y excelentes músicos, José Recacha a la cabeza, arreglista y director de esta Orquesta de la Luz. También tuvieron su momento de gloria en dos temas sin el cantautor, donde se despacharon a gusto en su faceta más rockera, punteo de guitarra incluído. A pesar de que la noche era fría y lluviosa, en el exterior pareciera que el sol iluminara el cielo encapotado. Al menos, en nuestro interior, seguro. ¡Olé, quiyo, qué alegría!
Músicos:
Javier Ruibal, voz y guitarra
José Recacha, guitarra
Diego Villegas, instrumentos de viento
Dani Cortés, bajo y contrabajo
Javi Ruibal, batería