Manresa
No obstante, con motivo de su vigésimo aniversario, la Fira ha confeccionado una programación más ajustada a su supuesto cometido que el año anterior, cuando abundaron los espectáculos más vinculados al pop y al rock y del todo ajenos a la mediterraneidad. Pero a pesar de ese detalle sigue sin verse claro cuál es su hoja de ruta, cuál es su estrategia a largo plazo.
Todo empezó el jueves 5 con el magno concierto inaugural que tuvo lugar en el teatro Kursaal de la capital del Bages. Hasta una decena de jóvenes solistas y grupos de los Países Catalanes se presentaron bajo el epígrafe genérico de “Saba!” (“Savia!”) para dar fe que las nuevas generaciones de músicos que se mueven en torno a la tradición no dejan de explorar todo tipo de territorios, ya sean cercanos al jazz, a la música contemporánea, a la vanguardia o a la experimentación. Intervinieron a lo largo de la sesión Maria Arnal & Marcel Bages, Judit Neddermann, Joana Gomila, Criatures, Manu Sabaté, Arnau Obiols, Pau Figueres, Riu y Xavier de Bétera. La guinda la puso la Rufaca Folk Jazz Orquestra, una big band radicada en el Pirineo catalán que sorprendió con sus versiones de temas populares y que llegó a congregar a una cuarentena de intérpretes sobre el escenario.
A continuación, en la Taverna Estrella Damm se celebró la final del concurso Sons de la Mediterrània, Allí intervinieron cuatro formaciones de muy distinto signo: Catfolkin, Balkan Paradise Orchestra, Els Jovens y la Orquestrina Trama. Las ganadoras fueron las chicas de la Balkan, un grupo de vientos centrado en la tradición de las orquestas balcánicas y con muchas posibilidades de proyección. También merece la pena destacar la actuación de la Orquestrina Trama, una banda muy amena que basa su repertorio en la tradición pirenaica.
El viernes 6 ofreció, entre otras, tres presentaciones a priori reseñables. En primer lugar, en la sala El Sielu, compareció un trío portugués de polifonías, Maria Monda, que ofreció sus canciones tradicionales y de cuna junto a algunas versiones de Zeca Afonso y otros autores con sus voces femeninas, sus panderos y otras percusiones. La verdad es que pareció una propuesta más bien pobre, sin la suficiente entidad para sr seleccionadas para la Fira manresana.
Poco después, y sin movernos de Portugal, nos trasladamos de nuevo al Kursaal, donde la cantante Mísia ofreció un homenaje a Amalia Rodrigues, aunque ella calificó la sesión como un “regalo” a la reina del fado, justo en el día que se cumplía el 18 aniversario de su muerte. Mísia dividió el concierto en dos partes: en la primera estuvo acompañada por el pianista Fabrizio Romano y tuvo un carácter más serio, más clásico; y la segunda, que contó con la guitarra de André Dias y la viola de Bernardo Nogueira, discurrió por terrenos más populares. Hacia el final de la actuación, la vocalista ofreció dos versiones muy aplaudidas, la de “María la portuguesa”, de Carlos Cano, y la de la habanera catalana “La gavina”, popularizada por Marina Rossell. Cabe añadir que el concierto se vio enormemente lastrado por las largas peroratas que la intérprete pronunció entre canción y canción, que provocaron que la sesión se alargara hasta las dos horas y media.
Y por ese motivo precisamente llegamos con cierto retraso, cuando ya había cogido velocidad de crucero, a la presentación en el teatro Conservatori del nuevo espectáculo de Maika Makovski, quien el año pasado ganó el premio Teresa Rebull que otorga la propia Fira Mediterrània. La propuesta se basa en las raíces familiares y musicales de esta vocalista y guitarrista mallorquina, las de Macedonia y las de Andalucía. Con una formación de nueve intérpretes entre los que destacaron las voces y las guitarras flamencas, el violín zíngaro y los vientos tradicionales de los Balcanes, Maika desgranó un repertorio mestizo como su propia sangre, sin que por ello se le puede acusar de hacer uso de una fusión artificial, ya que resultó ser del todo natural. O así nos pareció este “CarMenka”, que tiene muchas posibilidades de salir adelante por su originalidad, rebosante de matices y no exenta de cierta contundencia.
Al día siguiente, sábado, la cosa comenzó en El Sielu con la actuación del dúo italiano formado por la cantante y percusionista Rachele Andrioli y el acordenista Roco Nigro, quienes ofrecieron un sobrio y conciso recital de composiciones tradicionales del sur de Italia, así como algunas versiones, incluyendo una de Domenico Modugno y otra de Carlos Cano, de quien volvió a escucharse “Maria la portuguesa” por segunda vez en menos de 24 horas.
A continuación, tuvo lugar en la Taverna Estrella Damm la presentación del nuevo disco de Raúl Rodríguez, “La raíz eléctrica”. Con sus tres, el instrumento cubano que ha redimensionado en dos versiones, flamenca y eléctrica, y acompañado por cuatro excelentes músicos catalanes, el hijo de Martirio contentó a la afición con su cóctel de rock, jazz, blues, flamenco y música afrocaribeña, comportándose, por un lado, como un más que digno heredero de la estirpe de Veneno y Pata Negra, y por el otro, de lo que Santiago Auserón explica en su libro “Semilla el son”, reseñado recientemente en esta misma web.
De nuevo en El Sielu, el antiguo dulzainero del grupo valenciano Obrint Pas, Miquel Gironès, introdujo su nuevo proyecto, Xiromita Trad Project, con el que pretende revitalizar el repertorio de la dulzaina. La idea es buena, pero todavía le falta algo de concreción, a la espera de la grabación de un primer disco en el que estará respaldado por las magníficas voces de Miquel Gil y Rafa Arnal, que también estuvieron en Manresa. La actuación culminó por todo lo alto con sendas versiones de dos auténticos himnos combativos del País Valenciano, la Malaguenya de Barxeta y la Moixaganga.
Ya de noche, en el teatro Conservatori, la cantaora Rocío Márquez sorprendió a la concurrencia con su alianza con el sonador de viola de gamba Fahmi Alqhai, con el que entretejió una bonita amalgama entre la música barroca y el quejío flamenco, en la que destacaron otras dos estupendas versiones, la de la canción tradicional catalana popularizada por el violonchelista Pau Casals “El cant dels ocells”, y la del clásico de Antonio Machín “Angelitos negros”.
Por último, en la sala El Vermell, la música tradicional pura y dura hizo acto de presencia con el multiinstrumentista vasco Juan Mari Beltrán, quien invitó al público a realizar un paseo por el patrimonio musical de su país, acompañado de dos instrumentistas con las que tocó el txistu, la dulzaina, la alboka, el pandero, el acordeón y a txalaparta, con la que a modo de entrañable despedida interpretaron una inesperada versión de “L’estaca” de Lluís Llach.
Finalmente, el domingo 8, disminuyó ostensiblemente la programación musical de la Fira Mediterrània. Por la tarde, el teatro Kursaal acogió la exitosa exhibición de la banda tortosina Quico el Célio, el Noi i el Mut de Ferreries, quienes se presentaron con la banda La Lira Ampostina, una formación de cerca de un centenar de componentes, con la que revitalizaron su repertorio de jotas y otras canciones populares ambientadas en los paisajes y las gentes de las tierras del Bajo Ebro. Entre otras composiciones interpretadas, brillaron con luz propia el “Fandango dels adéus” (”Fandango de los adioses”) y “El carrilet de la cava” (“El trenecito de la Cava”).
Y para acabar este largo recorrido por las actuaciones de la Fira de Manresa, el concierto de clausura estuvo protagonizado por Muchacho & Sus Sobrinos, una formación de rumba catalana muy influida por el rock y los ritmos salseros, que destacó por su carácter festivo, o, más que festivo, del todo verbenero, ya que se decantaron en exceso por los sonidos pachangueros, alargando las canciones hasta lo indecible. Como detalle curioso, ofrecieron una adaptación de un tema imperecedero de Bonet de San Pedro, “Rasca yú”.