Cassà de la Selva, Girona
Fotografías: DQ Foto
En estos tiempos en que la mayoría de los festivales musicales tienden a descuidar o incluso a perder su personalidad específica en aras a una transversalidad que tal vez atraiga más público pero que no redunda en un mayor atractivo, hay que descubrirse ante el desafío que supone el Càntut, una convocatoria dirigida a la recuperación, la reivindicación y la divulgación de la canción tradicional. Este certamen desarrolló su segunda edición el pasado fin de semana, entre los días 17 y 19 de noviembre, en Cassà de la Selva, una localidad de unos 10.000 habitantes cercana a Girona. Hay que destacar ambos hechos, el del carácter del certamen y el de las características de su ubicación para entender el contexto y la geografía en el que se mueve y explicarse este balance, que evidentemente no puede ser masivo -tampoco se pretende- pero sí que es de los que crean afición.
El proyecto Càntut nace del trabajo realizado por su impulsor, Albert Massip, sobre las Canciones y músicas de los abuelos, que ha consistido en recoger y difundir las canciones que recordaban las personas mayores de las comarcas gerundenses, hasta alcanzar la cifra de más de 1.100 grabaciones realizadas por unos 125 intérpretes de una cincuentena de poblaciones de la provincia. Esta recopilación se puede consultar y escuchar en la web cantut.cat
En cuanto a la filosofía del encuentro, es de lo más elemental: convertir las calles, las plazas, los bares y las salas de actos de Cassà en un conjunto de altavoces, como si se tratara de unos receptáculos en que todas las facetas de la canción tradicional vivieran en armonía gracias a los encuentros más o menos espontáneos de cantadores aficionados o improvisadores y a las actuaciones de artistas más o menos consagrados. En este sentido hay que diferenciar la doble vertiente de la programación del festival, la más participativa y la más concertística, aunque en ocasiones se confunden y/o se solapan.
La faceta participativa tiene diversas caras. La más importante es la que se produjo las dos noches del viernes 17 y el sábado 18, cuando dos muchedumbres de varios cientos de personas se congregaron en el bar del Centro Recreativo de Cassà para tomar parte como agentes activos y pasivos de dos cantadas protagonizadas por Corrandes Són Corrandes junto al guitarrista Joan Boada, la primera, y La Portàtil FM junto al acordeonista Carles Belda, la segunda. En ambos casos la experiencia estuvo a punto de morir de éxito, ya que la expectación creada superó e incluso desbordó las condiciones técnicas de los actos, que se desarrollaron sin amplificación, con los músicos actuando en medio de las mesas y haciendo cantar a los asistentes, aunque a menudo era imposible oírlos, sobre todo cuando improvisaban. Las dos sesiones se saldaron con sendos triunfos, por supuesto, pero a costa de más de una afonía, lo que conduce a sugerir algún tipo de reconsideración física de tales propuestas, y más con vistas a un hipotético crecimiento del festival.
Otras actividades participativas del día 18 fueron la sesión de baile cantado a cargo del dúo Ballaveu (al mediodía); las músicas que pincharon los discjokeys Mussol y Belda (el primero, con canciones picantes a la hora del vermut; el segundo, con pop clásico a la catalana, a la hora del café), y la comida de más de 40 cantadores en la que mayores y menores recordaron todo tipo de composiciones populares. Y por lo que respecta al día 19, hay que destacar el vermut cantado amenizado por Gemma Pla i Àlex Carrera, y el pasacalles vespertinos dirigido por el violinista Francesc Tomàs “Panxito”.
En cuanto a los conciertos, que en todos los casos rozaron o consiguieron el lleno, en un sucinto repaso hay que mencionar los de Roger Mas (día 17 por la noche), quien repasó el disco de 2008 Les cançons tel·lúriques, de temática tradicional y espiritual, a las que añadió algunos temas propios más recientes, en una actuación de contenidos y formas más bien trascendentales en la que estuvo acompañado por una decena de músicos entre los que se encontraba el cuarteto de cuerda Brossa y dos instrumentistas de viento de la Cobla Sant Jordi; el grupo valenciano Urbàlia Rurana (día 18 por la tarde) que presentó su último disco, De tornada a les ribes, con una actuación que, como era de prever, estuvo más centrada en los temas cantados que en los bailables; otro par de valencianos, los vocalistas Miquel Gil & Pep Gimeno “Botifarra”, quienes ofrecieron (día 18 por la noche) el espectáculo didáctico-humorístico Nus, con el que repasaron de forma muy amena los palos de la música tradicional de su país; la mallorquina Joana Gomila, quien también presentó (día 19 al mediodía) su primer trabajo en solitario, Folk Souvenir, con el que desmenuza el cancionero popular de su isla para volverlo a componer con unos resultados tan respetuosos como revolucionarios; el veteranísimo Artur Blasco, quien exhibió la película A peu pels camins del cançoner sobre sus trabajos de campo como recolector de toda el área del Pirineo catalán y luego cantó algunos de estos temas recuperados por él con la ayuda del acordeón y el rabel (día 19 por la tarde), y finalmente el popular grupo de las Tierras del Ebro Quico el Célio, el Noi i el Mut de Ferreries, quienes también traían un nuevo disco bajo el brazo, No tinc diners, y deleitaron al público con sus jotas y sus chistes, ayudados por un coro de alumnas del instituto local, en una muestra más del trabajo participativo en torno a la canción que promueve el festival Càntut.