Galileo Galilei, Madrid
Nacida en 1972, los primeros pasos musicales de Cristina Branco iban más encaminados al jazz que al fado, aunque influida por su abuelo acabó abrazando la más conocida música portuguesa. Eso sí, bajo su propio prisma.
La portuguesa presentaba su nuevo disco en la sala Galileo Galilei, que tuvo una entrada excelente pese a la noche infernal de lluvia que se presentaba. Arropada por un sobresaliente trío de músicos, con un pie en el fado y otro en el jazz, Branco fue desgranando las canciones de Menina, trabajo en el que ha recurrido a autores como Mário Laginha, António Lobo Antunes, Jorge Cruz o Pedro da Silva Martins y Luís Martins (componentes de Deolinda), que le han proporcionado preciosas canciones como Boatos o Saber aquí estar.
Un comienzo más alejado del fado nos llevó también a alguno de sus temas más conocidos de trabajos anteriores, como Não há só Tangos em Paris, ese fado con ritmo de tango y cargado de saudade.
La cantante cambió de registro en varias ocasiones, pasando de las baladas melódicas a las canciones de letras alegres y ritmos jazzeros y -cómo no- excelentes interpretaciones del fado más tradicional, como Ai, esta pena de mim, de la gran Amália Rodrigues.
Para la despedida, Branco nos reservaba de nuevo el fado más sentido, un fado menor, melancólico y triste con el que puso en pie a la sala Galileo.
Bernardo Cruz: guitarra portuguesa
Luis Figueiredo: piano
Bernardo Moreira: contrabajo