Teatro Circo Price
Muchos asientos quedaron vacíos sorprendentemente en el concierto, haciéndonos sentir por los que perdieron la oportunidad de ver en vivo la maestría con la que Chucho Valdés hace música. El pianista posee una habilidad con la que parece trascender hasta sus propios límites, no solamente las fronteras musicales. Al escuchar las melodías que nacían de sus manos, perdimos el sentido del tiempo hasta que las dos horas de concierto pasaron como si hubieran sido apenas unos minutos.
Sonaron canciones largas, llenas de sorpresas, como la famosa Caridad Amaro, dedicada a la abuela del pianista, Tango para Lorena compuesto para su esposa, Yansá o Congadanza, cuyo título refleja sus raíces entremezcladas. El solo de Rodney Barreto nos recordó que la batería no tiene que servir solo de fondo para otros instrumentos, sino que puede dar vida a una música sin igual, que afecta a nuestros sentidos y dura en la memoria.
De acuerdo con el concepto ecléctico del disco, el concierto incluyó los tambores batá, un instrumento sagrado de la cultura Yoruba y la Santería cubana. Los batá, acompañados por los cantos de Dreiser Durruthy Bombalé en la lengua del pueblo africano, agregaron al concierto un toque misterioso, una belleza particular, para muchos insondable.
En las dos últimas canciones participó la cantante Mayra Caridad Valdés, hermana de Chucho, cambiando bastante el carácter del concierto a uno más festivo y salsero. Aunque el público se levantó dando palmas, seguramente había quienes hubieran preferido pasar estos minutos a solas con el piano. Sin embargo, en el bis el concierto volvió a su rumbo con el tema Bebo, dedicado por el hijo a su padre, Bebo Valdés. Así, esta maravillosa pieza que el gran Bebo tuvo oportunidad de apreciar antes de su muerte, coincidió con la nota final del espectáculo.
Chucho Valdés, piano
Gastón Joya, bajo
Rodney Barreto, batería
Dreiser Durruthy Bombalé, batás y voz
Yaroldy Abreu Robles, percusión
Reinaldo Melián, trompeta
Mayra Caridad Valdés, voz
Fotografía: Carlos Delgado