Salón de actos de Barranda, Murcia
Como es costumbre, son las cuadrillas las que llenarán de música las calles durante el día, pero durante la noche el salón social de Barranda, especialmente habilitado para estos eventos con escenario, camerinos, equipo de sonido y barra de bar, será tomado por los músicos de folk para ofrecer otros sonidos y otras propuestas que no hacen sino enriquecer aún mal la propuesta de la Fiesta de las Cuadrillas.
La noche del viernes actuó la banda Stolen Notes, que pese a su nombre procede de Andalucía y traen bajo el brazo un repertorio estrictamente celta de estilo irlandés, bastante madurado a lo largo de los años. Una propuesta que tal vez por ser viernes no completó el aforo del salón social, pues calidad musical no faltó en el escenario.
Para la noche del sábado el cartel de Barranda Folk fue más nutrido, lo que facilitó que se agotasen totalmente las entradas para los conciertos. Y pese a haber dos grupos anunciados, realmente pudimos presenciar tres actuaciones distintas.
La primera fue la de los castellanos Hexacorde con la cantante Vanesa Muela, tal vez una de las voces más experiementadas de Castilla y con una larga carrera todavía por delante. Su trabajo conjunto con Hexacorde se remonta ya a casi 10 de los 15 años que la banda lleva en activo, y ambos han desarrollado un repertorio de temas relativamente inéditos y menos conocidos del interior peninsular. La interpretación de Vanesa es particular por su fuerza e intensidad, si bien con Hexacorde ha desarrollado también su lado más íntimo y suave, demostrando que para ello también tiene facultades sobradas. En lo instrumental, Hexacorde destaca sobre todo por los instrumentos de viento y madera usados no solo en las melodías principales, sino también en las armonizaciones y funciones de sustento, con una sólida base de cuerdas y percusión. Se nota la veteranía de esta banda y sus años sobre el escenario, que les hace sentirse seguros, cómodos y muy comunicativos con el público, el cual disfrutó muy a gusto de la música de la banda.
A continuación llegó la actuación de más peso en el cartel, la del bilbaíno Kepa Junkera, que en esta ocasión se hizo acompañar de una nutrida banda de chicas jóvenes, alumnas ellas de canto, danza y percusión tradicional, llamadas Sorgiñak. Más que un concierto al uso, Kepa Junkera fue desgranando piezas (algunas bien conocidas por el público gracias a los discos de Oskorri) sobre las cuales las jóvenes aprendices desplegaron sus habilidades, muchas cantando y bailando, y prometedoras con la percusión. El mismo Kepa se mostró como un alumno aplicado con las panderetas de diversos tamaños, con habilidades en progreso. En resumen, esta nueva propuesta de Kepa Junkera se podría encuadrar más en la música tradicional que en el folk, fácil y entretenida y tal vez más adecuada para media tarde que para la madrugada, pero que logró arrancar el aplauso de los asistentes.
Y la tercera actuación, la no anunciada, llegó cuando Kepa invitó a subir al escenario a los amigos que por allí estaban, Manuel Luna y “el de los calderos”. Éste resultó ser un tipo alto y delgado, de pelo blanco que denotaba su veteranía por su gesto adusto con surcos en su cara similares a los de la tierra seca. Vestido íntegramente de negro, con botas altas de montar y boina calada de medio lado, contrastó vivamente con la blancura de la ropa de las jovenzuelas de Sorginak, más aún cuando comprobaron que colgados del hombro llevaba dos calderos, uno grande y otro más, recios y abollados, pero relucientes. “El de los calderos” era Eusebio Mayalde, claro está, pese a que a Kepa pareció olvidarse de su nombre. Sin mayores ceremonias y plantado en medio del escenario, esperó respetuosamente a que comenzase la música, la que fuese, para incorporarse a la misma con poderoso ataque, haciendo sonar simplemente las asas de los calderos aprovechando su holgura natural y posteriormente con una inmensa sartén de hierro bruñido, golpeada con una cuchara algo más que castigada y con muchas horas de vuelo. Y qué sonido, qué potencia y qué dominio de los ritmos, haciendo sudar la gota gorda a los demás músicos para no dejarse comer por tan arcaica percusión. Fuese la cosa de jotas o de otro palo, las melodías de Kepa al acordeón se alternaban con las que cantaba Manuel Luna, que desde el primer compás nos hizo recordar por qué su voz es de las más añoradas y genuinas del folk patrio. En resumen, tres grandes músicos que no han perdido la forma y se vinieron arriba en el escenario, hasta que fue el del Bilbao el que tuvo que poner fin a la fiesta con manifiestos signos de cansancio, lógicos por ser el que más horas de trabajo llevaba a su espalda.
Podemos decir que tras tantos años de la Fiesta de las Cuadrillas, hace ya tiempo que se solventaron las dudas de aquellos que consideraban casi un intrusismo la presencia de la música folk en una fiesta tan eminentemente tradicional, pues con una adecuada selección de grupos y músicos, Barranda ha sido testigo de cómo la tradición tiene muchas caras y puede dar lugar a muchas propuestas, algo que tras la renovación de la junta organizadora sus jóvenes miembros tienen muy claro y han apostado claramente por ello. Esto hace que el Barranda Folk se convierta en la primera gran cita de cada año para todos los amantes de la música folk y tradicional, y que disfrutarán de ellas en todas sus manifestaciones en esta pequeña localidad murciana, de prestigio ya generalizado.
