Elisa Serna
Mis manos, impregnadas
de tizas y de cantos.
Nuestras manos crispadas
de esperar tanto.
Ven a ocupar tu puesto.
Ven, Miguel. Empezamos.
Adolfo Celdrán, “Al borde del principio”
El acto fue precedido por un vídeo realizado para la ocasión, a modo de prólogo (que se cerraba con un sentido homenaje al fallecido miembro de Canción del Pueblo, Hilario Camacho), y de las brevísimas intervenciones del secretario general de las CCOO de Madrid, Jaime Cedrún, y del secretario general del sindicato, Ignacio Fernández Toxo, brevedad agradecida por los asistentes y reconocida por el propio Fernández Toxo, especialmente por aquellos que no deseaban una excesiva institucionalización del acto.
Seguidamente, igual que 50 años atrás, Antonio Gómez presentó ya el acto en sí, hablando con brevedad de lo que supuso el colectivo madrileño para la canción de autor y la música popular en la España de los años 60 y 70, haciendo un alegato también sobre la importancia que aquellas canciones tuvieron en el terreno de la cultura y contraponiendo su profundidad humanística frente a su papel ideológico, necesario y nada desdeñable en tiempos de oposición, pero que demasiadas veces ha soterrado el componente artístico.
Acto seguido comenzaron a salir los cantautores, acompañados por un elenco musical que comprendía a Cuco Pérez (acordeón), José Luis Yagüe (bajo), Gaspar Payá (guitarra) y Wafir Sheik-El-Din (percusión y laúd). Los protagonistas interpretaron cada uno tres canciones, mientras que los invitados una.
Por no entrar en demasiados detalles, aquellos tres supervivientes de una forma de hacer canciones, soterrada por lo comercial y por el peso de compañeros más conocidos (que no necesariamente mejores), dieron lo mejor de sí: Elisa Serna, demostrando ser una trovadora de corazón ardiente y fuertes convicciones; Adolfo Celdrán, con sus apasionadas interpretaciones de los poemas de Miguel Hernández (y son muchos los que opinan que ha sido su mejor musicalizador) y de León Felipe; y Julia León, acompañada por el teclista Antxon Sarasua, con su fuerza arrolladora, interpretando temas de su último trabajo, Se acerca el alba de hoy. Como nota anecdótica, Julia tuvo un gran detalle al dedicar su canción, “La luna detiene al sol”, a una joven periodista en ciernes, que le confesó que le había encantado.
Por su parte, los amigos invitados realizaron estupendamente su papel de apoyadores: Pablo Guerrero con su tema “Sueños” (apropiada simbólicamente, aunque no de forma deliberada); Javier Bergia y Begoña Olavide interpretando una musicación de Miguel Hernández, de su disco Burlesco; Javier Batanero y un tema que hablaba de cómo conoció a estos maravillosos “chatarreros culturales”; y finalmente, Luis Pastor, que iba a interpretar su canción-poema “¿Qué fue de los cantautores?”, pero que, a causa de un compromiso ineludible, no consiguió llegar a tiempo.
En definitiva, un gran recital.
Ahora bien, es posible que sea verdad que el lema de la convocatoria, “Aquí están los cantautores: 50 años creando cultura de resistencia”, no haya sido adecuado para un acto que era la celebración de un colectivo dentro de la canción de autor. La primera parte del título es una respuesta al tema de Luis Pastor: una reafirmación de estar vivos, en activo y en buena forma; la segunda es un guiño a la tesis doctoral La formación de una cultura de la resistencia a través de la canción social, que terminé hace un año y me valió un papel relativamente bastante activo en la preparación de este recital, que he hecho con mucho gusto y, sobre todo, mucho cariño: desde la elaboración del dossier de prensa, pasando por las funciones de enlace de prensa, a la realización, junto a Antonio Gómez, del vídeo-prólogo (que publicaremos muy pronto). Puede no haber sido adecuado porque, como dice Fernando Íñiguez en su artículo, daba la impresión de ser algo más aglutinador, que podría haber incluido a gente más joven también y, a fin de cuentas, se trataba sólo de una parte de la canción de autor de entonces. Una crítica acertada, pero que no debería taparnos el hecho del gran esfuerzo y entusiasmo de la propia Elisa, impulsora del proyecto. No me corresponde hacer a mí esa crítica.
Mi crítica se dirigiría más hacia aquellos políticos, de cúpula o base, de los partidos clásicos o de los nuevos, que adornan sus mítines y alocuciones con letras de sus canciones, que incluso se arrancan a cantarlas, y que no hicieron mención alguna al recital, por lo menos que yo sepa. Ya no que hubieran asistido (como público), sino que esa admiración que dicen profesar se hubiera hecho manifiesta de alguna manera: se echó de menos algún gesto, y sería triste que la falta de apoyo se debiera a la colaboración de CCOO. No sólo de postureos vive la cultura, y no sólo política fue esta canción, como dijo Antonio Gómez. ¿De qué te sirve, entonces, declamar sus letras y canciones?, ¿de qué acabar tu mitin con “L’estaca”…? Pero quizás mejor así: hubiera sido un error garrafal la sobrepoblación de figuras políticas que, directa o indirectamente, hubieran monopolizado el acto o se hubieran apropiado de los artistas.
También otra crítica hacia la pasividad de los medios grandes: estos son artistas que nos demostraron estar en buena forma, con grandes ideas todavía y mucha fuerza, y dichos medios no parecen haber movido un dedo… Dedo que sí han movido por cantantes coetáneos más famosos, nacionales o extranjeros, pero en clara decadencia, tanto física como artística (dicho sin ánimo de menospreciar). Por otro lado, la canción de autor de los 60 y 70 no acaba en Serrat o Víctor Manuel y Ana Belén: también existe otra, que estuvo más libre de componentes comerciales, pero que está relegada a una especie de trastero de la música española en toda lengua y estilo, y que merecería alguna línea, por pequeña que sea, en el más grande de los medios.
No obstante, lo mejor del recital fueron dos cosas: Para empezar, hubo reivindicación del movimiento, pero no nostalgia. Como decía la propia Elisa, el acto servía para demostrar que seguían en activo, que no pueden ser considerados como algunos cantantes que viven conservados en formol. Y por otro lado, fue un pleno acierto quitarle carga de institucionalidad, al contrario de lo que ocurrió con la celebración del aniversario del recital de Raimon en la Complutense, un acto conmemorativo que acabó convertido en una mascarada, cuando ciertas figuras de la política y la cultura se apropiaron del acto bastante indecentemente. Canción del Pueblo era la canción del pueblo: de todos.
Y allí estaban los cantautores… Y el público, ¡pues también!
Fotografías Carlos Monje
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