Contraolvido
Byte and Music, 2014
Próximo a cumplir 75 años y con casi 60 de trayectoria, el tenor chaqueño que fuera parte de Los Trovadores (aquel quinteto coral que alcanzó gran popularidad en la música de raíz folklórica argentina ligada al compromiso social de los ’60 y los ’70) se resiste al olvido. No tanto de su figura como intérprete, sino de su rol de custodio de un repertorio que merece ser recordado por quienes alguna vez lo escucharon y conocido por las generaciones más jóvenes. Y el título elegido para su nueva placa, Contraolvido, refleja a las claras ese propósito.
Cantor y compositor, Carlos Pino es una destacada figura de la música de raíz folklórica argentina, especialmente la vinculada con la región del litoral argentino, esa tierra enmarcada por los majestuosos ríos Paraná y Uruguay. De ahí que la mayor parte de las canciones contenidas en este disco pertenezcan al género chamamé, que es el sonido de la Mesopotamia argentina por antonomasia. Pero chamamé cantado al modo en que Pino lo conoció durante sus primeros años en el pequeño pueblo de Colonia Baranda. Es decir, chamamé en estado puro. Que habla del monte, el río, las víboras, los hacheros, las aves.
Sin embargo, el cantor abreva en este disco en las dos vertientes fundamentales que conforman el folklore argentino: la tradicional, como queda dicho, que pone el acento en el paisaje y lo costumbrista; y la que devino a partir del Manifiesto del Nuevo Cancionero, más ligada al Vanguardismo literario y con mayor preocupación por el hombre y sus circunstancias. En ambos casos, el artista interpreta las canciones con una voz que, si bien no disimula el paso del tiempo (como puede comprobarse escuchando el último track, Cielito mío, un tema grabado en su época con Los Trovadores que decidió incluir tal vez a modo de homenaje a sus excompañeros), se mantiene entonada y expresiva, resaltando la importancia de los textos. Letras de una gran belleza poética, que cuentan historias reales o rinden homenajes, como Milonga para un amigo ausente, dedicada a Jorge Cafrune.
Resultan muy apropiados el apoyo vocal de Mónica Abraham en Mujer de la isla (una obra maestra de Chacho Muller), así como las participaciones de la pianista Hilda Herrera, el talentoso Jorge Giuliano y el siempre eficaz acordeón de Antonio Tarragó Ros. Pero lo más destacado es sin duda la canción que le da título al disco, Contraolvido, cuya letra, no casualmente, se reproduce en el sobre. Un excelente texto del rosarino Rafael Ielpi –que le canta al amigo desaparecido y deja entrever sutilmente la dureza de la última dictadura militar argentina– que Pino musicalizó y que cuenta aquí con el aporte del violinista Quique Condomí.
Hay una gran distancia, como queda dicho, entre aquél Carlos Pino de voz impostada y algo engolada que cantaba Cielito mío con Los Trovadores y este Carlos Pino actual, más natural y despojado. Pero uno y otro, a juzgar por este disco, le siguen ganando la batalla al olvido.