Diariofolk

Poco más de un año ha pasado desde que Pablo Guerrero publicara Lobos sin dueño, un hermoso disco libro que reunía 40 canciones seleccionadas personalmente por el cantautor en una antología que resumía una de las carreras más impecables, creativas y arriesgadas de la música española. Pablo Guerrero es un poeta que canta, como él mismo se define, y como tal ha ido alternando durante muchos años sus discos con sus libros de poesía, tan celebrados los unos como los otros. Esa alternancia ha confluido ahora en su nuevo disco Catorce ríos pequeños, con nuevas canciones en las que Guerrero ha puesto todas las letras en un libro de poesías musicadas que se puede también disfrutar plenamente leyendo de forma independiente. Las músicas, que sostienen, envuelven y crean las atmósferas adecuadas, han sido compuestas en su mayoría mano a mano con Luis Mendo e interpretadas por sus músicos habituales: Santi Vallejo, Christian Pérez y el propio Mendo.

Un trabajo con pinceladas de canción protesta y sarcasmo -“que bien vivía mi abuelo en la época del bienestar social”-, alguna cálida poesía directa al corazón -“Tu boca en mi boca, tu anhelo en mi anhelo”- y sobre todo un enorme canto a la naturaleza.

El canto de Pablo Guerrero transmite cercanía, ternura y calidez, como toda su poesía, como todos sus trabajos y especialmente los últimos, donde su voz rota, menos apta para ciertos tonos que años atrás, sin embargo ha ganado en humanidad y carisma.

Catorce ríos pequeños es un disco para escuchar sin prisa y, como todos los discos con enjundia, va ganando en cada escucha, según vamos aprendiendo sus letras y disfrutando sus silencios, su fuerza y su delicadeza, sus arreglos minuciosos, sus destellos. Un bálsamo entre tanta mediocridad.