Para los que somos habituales de esta joya de festival que cada año se celebra en la localidad portuguesa de Sendim, cerca de la frontera española, por tierras zamoranas y con la cercanía de los impresionantes Arribes del Duero como atractivo paisajístico, no supone una sorpresa la cantidad de público que llena las calles de la localidad y el amplio recinto en el que se celebra el evento, pero siempre hay alguien “novato” que muestra su asombro ante tales circunstancias.