Tango post 2001 – Matías Mauricio

12/12/2022 - Fernando Marinelli
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Con una erudición que no conspira contra la claridad de una escritura fluida, el poeta, letrista y docente Matías Mauricio invita a pensar el pasado reciente y el presente del tango, arriesga opiniones, plantea interrogantes y proporciona algunas claves para comprender la nueva escena tanguera
TANGO-POST-2001

Tras la caída del gobierno peronista por el golpe militar de 1955 el tango fue dejando de representar musicalmente la identidad argentina. La declinación de los bailes en los clubes de barrio (con la consecuente merma en las fuentes de trabajo para las orquestas típicas), la falta de difusión del género en la radio y la baja en la producción discográfica –entre otros factores– llevaron al género a un proceso donde sobrevivió debatiéndose entre el revival lacrimógeno y la estereotipia for export. “Tangos eran los de antes” fue el axioma que durante años circuló profusamente en los medios de comunicación y que el público del género incorporó como propio, en un curioso empecinamiento por enarbolar el acta de defunción del género. “Compran el diario de hoy, pero admiten sólo el tango de ayer”, decía el poeta Héctor Negro en 1983, describiendo una situación de estancamiento donde el género, salvo honrosas excepciones, parecía no poder responder a su contemporaneidad.

Pero a finales de 2001, el estallido social en el que desembocaron las políticas neoliberales que comenzaron a aplicarse durante el gobierno de Carlos Menem marcó un punto de quiebre en la sociedad argentina al que el tango no estuvo ajeno. Los medios gráficos y la radio comenzaron a hablar de “tango joven” o “nuevo tango” para denominar a un fenómeno caracterizado por la irrupción de una nueva generación de letristas y músicos con un “aire de época” ligado a la crisis y a la esperanza de refundación social.

Ese quiebre, ese punto de inflexión, es el que toma como punto de referencia el poeta y letrista argentino Matías Mauricio para desarrollar su jugoso ensayo Tango Post 2001, Estallido social y nuevas poéticas, que acaba de desembarcar en las librerías porteñas. Haciendo foco en las poéticas surgidas en las últimas dos décadas, principalmente en la ciudad de Buenos Aires, Mauricio traza un mapa detallado de las líricas tangueras que emergieron de los escombros de la crisis, sin pasar por alto los eslabones que unen los años de la revolución piazzolleana con la actualidad. Así, junto a la tríada que supo mantener la llama en los años ‘60 (Horacio Ferrer, Eladia Blázquez y el ya nombrado Héctor Negro) aparecen nombres como los de Juan Vattuone, Alicia Crest, Bibi Albert, Marcela Bublik, Claudia Levy, Marta Pizzo o Nélida Puig; y se destacan los aportes de Acho Estol (a través de La chicana) y Daniel Melingo, que en los ‘90 tienden puentes entre el tango y el rock y crean las condiciones para el surgimiento de los artistas post 2001.

Antes de desembocar en la frondosa antología de letras con la que corona el volumen (que se puede acompañar con la escucha de los temas escaneando un código de Spotify), el autor dedica un capítulo entero a analizar a tres letristas a los que califica de “correas de transmisión” entre el pasado y el presente de la música urbana argentina, entre una generación que tenía como referente a Astor Piazzolla y otra que se identifica con Osvaldo Pugliese y Roberto Goyeneche: nos referimos a Alejandro Szwarcman (cuya Pompeya no olvida marcó un antes y un después en la letrística contemporánea), Raimundo Rosales y Alfredo “Tape” Rubín.

En el apartado específicamente dedicado a las letras de tango post 2001, Mauricio pone bajo la lupa a cuatro artistas que resignificaron el género, siguiendo un juego de legado-metamorfosis-continuidad: el tempranamente desaparecido Jorge “Alorsa” Pandelucos –que al frente de su mítica agrupación La guardia hereje se convirtió en un artista de culto–, Juan Lorenzo, Marisa Vázquez y Victoria Di Raimondo. También reserva un espacio importante a subrayar la importancia de las mujeres en esta renovación temática, que vuelven a retomar el rol que tuvieron desde los comienzos del tango, pero ahora sin resignarse a ser invisibilizadas. Al respecto, el autor consigna un dato significativo: desde principios del siglo XX hasta la década del treinta, hubo sólo dos autoras de letras de tango. Hay que llegar a mediados de los ’60 para encontrar a la primera cantautora con una obra de largo aliento: Eladia Blázquez.

Matías Mauricio es poeta, letrista, docente y editor. Tiene tres libros publicados y ha ganado el Premio Hugo del Carril 2013 a la mejor canción de tango. Es miembro de la Academia Nacional del Tango, de la Academia Porteña del Lunfardo e investigador del Departamento de Tango del Centro Cultural de la Cooperación. Su libro se centra en una obra que, según el propio autor, refleja “el sonido, el tono, lo distintivo de la escena tanguera posterior al año 2001”. Con una escritura virtuosa y una erudición que no conspira contra la claridad, Mauricio invita a pensar el pasado reciente y el presente del género, arriesga opiniones, plantea interrogantes y proporciona algunas claves para comprender la nueva escena tanguera de los últimos veinte años: los conflictos sociales que atraviesa la sociedad argentina (como la injusticia, la violencia, la contaminación urbana y el paro), la marginalidad de las periferias, el derrumbe de la clase media, la corrupción y las transformaciones personales derivadas por las políticas neoliberales.

Para ilustrar el análisis de estas nuevas letras de tango, que tratan de desmarcarse de aquella vieja escuela empantanada en el reproche y la autoconmiseración, nada mejor que cerrar estas líneas citando algunos versos del poema Vuelve el tango, de Jorge Pandelucos, el mítico gordo Alorsa, considerado por muchos como bandera o manifiesto de la generación del tango post 2001, que con muy buen tino el autor incluyó en este volumen:

Me leyó una gitana en la borra del café que vuelve el tango

(…) Lo habían apoliyado tenores engolados

Lo encerraron en museos repetidos,

en telarañas de sombras de versiones

los que quisieron salvarse con Carlitos, con el Gordo, con el Tano.

Lo hicieron tan cornudo que aburrieron,

lo exportaron, le llenaron de sellos el pasaporte,

lo pisotearon atléticos bailarines que saltaban demasiado.

A él, que nació maldito y malparido en pesebres de patios y quilombos,

lo crucificaron en la resurrección de cumparsitas (…)

Señores, vuelve el tango (…)

Alguien lo dio por muerto, ¡qué locura!

Si era siesta, nomás, la que dormía.

 

Tango Post 2001, Estallido social y nuevas poéticas

Matías Mauricio

Ediciones del CCC, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, 2022

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