
Biscoito Fino/Discmedi/Blau, 2018
Pasan los años y la música brasileña continúa manteniendo una vitalidad extraordinaria, si es que no la acrecienta. En las manos y en las voces de los artistas más veteranos y también en las de los más jóvenes, su creatividad permanece incólume más allá de modos y modas, pasando por encima de la discordante alternancia de los regímenes políticos, que van oscilando entre lo progresista y lo reaccionario. Aquí van, pues, las reseñas de cuatro discos recientes de uno de los países con más contrastes del mundo y, tal vez por eso, más musicales. Los tres primeros trabajos pertenecen a otros tantos intérpretes más que consagrados que parecen vivir una segunda juventud, y el cuarto es obra de alguien que ha confirmado sobradamente que ha dejado de ser una promesa para confirmarse en una de las grandes alternativas del presente. De mayor a menor, este es el panorama.
Nacido en Rio de Janeiro en 1944, Chico Buarque es el más longevo de la serie. Tras seis décadas de fructífera carrera musical ahora nos ofrece un doble CD grabado el 13 y 14 de abril de 2018 en Sao Paulo durante la gira Caravanas, al frente de una formación dirigida por Luiz Cláudio Ramos. Como señala Arthur Dapieve en el texto de presentación del álbum, no se puede distinguir entre el Chico lírico y el Chico político porque ambos son lo mismo. Ahora bien, en conjunto, el trabajo tiene más de intimista que de otra cosa, sin olvidar unos ligeros y ajustados toques jazzísticos. A destacar, la versión del clásico de Pablo Milanés Yolanda. En algún momento se escuchan gritos de “¡Lula libre!” expresados por su enfervorecido público.
Otra buena veterana es Gal Costa (Salvador de Bahía, 1945). Esta pionera del MPB y del tropicalismo, tras 53 años de actividad artística ha realizado un disco inspirado en la black music, el soul y música disco de los años setenta, con influencias de Gloria Gaynor y Earth, Wind & Fire, entre otros, pero manteniendo todo su sabor brasileño, incluso tropical. De hecho, A pele do futuro recupera la voz joaogilbertiana de los inicios de Gal, sobre todo de su primer disco de 1965. Curiosamente, entre composiciones de autores prestigiosos como Adriana Calcanhotto, el mismo Gilberto Gil i Djavan, tal vez el tema más bonito del trabajo sea uno que interpreta a dúo con Maria Bethâina, Minha Mae, que se aleja notablemente del contenido general del CD.
Joyce Moreno llegó al mundo en Rio de Janeiro, en 1948. Y después de medio siglo de presencia en los escenarios ha revisado y reescrito su primer álbum -“un clásico desconocido”, como dijo alguien-, añadiéndole dos canciones inéditas. La samba, la bossa nova y choro vuelven a sonar, pues, con aires puestos al día de música pop. En general, 50 ofrece un repertorio trufado de canciones con cierto espíritu feminista, ya que en su momento la intérprete fue una precursora de esta ideología, con composiciones propias y de otros autores, como Caetano Veloso.
Filipe Catto podría ser el nieto de cualquiera de los veteranos artistas mencionados más arriba, con alguno de los cuales ha compartido escenario. Nacido en Rio Grande do Sul en 1987 y residente en Sao Paulo, este compositor e intérprete, además de ilustrador, diseñador y modelo, también se inscribe en el MPB y en la tradición de la samba, pero va más allá y no deja de mostrar influencias del pop y el rock contemporáneos, de tal manera que en ocasiones sus composiciones no pueden -ni deben- ser adscritas a ningún género en concreto, porque toman ideas de muchos estilos a la vez. Así queda patente en temas tan ambiciosos, absorbentes e inabarcables que cuesta definirlos, como son Lua deserta y So por ti.