Pero se ve que hubo ciertos problemas en la confección del volumen, ya que la cantante ejerció algún tipo de censura sobre el trabajo de Ritz, y finalmente resultó ser demasiado autocomplaciente y edulcorada. Tanto que en 2014 el susodicho decidió escribir por su cuenta la auténtica biografía de la reina del soul, todo un contrapunto que tiene un segundo subtítulo, Del escriba de sus memorias, la biografía desautorizada. Y a pesar de que no haya podido contrastar su contenido con la obra redactada a finales del siglo XX, después de leer este trabajo puedo asegurar con rotundidad que nos encontramos ante una obra canónica, todo un modelo de resumen de una vida realizado con la mayor objetividad posible.
Evidentemente, Aretha descalificó el libro de Ritz, tildándolo de “basurilla inmunda”. Pero este monumental ensayo, de más de 500 páginas, constituye un ejemplo de cómo se debe escribir un tomo de este tipo, sobre todo si se prescinde de la voz de la protagonista, concibiéndolo como una obra coral, en la que la familia, los compañeros, los productores, los compositores, los mánagers, los medios de comunicación, incluso los competidores contribuyen a la creación de un fresco impresionante con mil caras que acaban confeccionando el retrato de una sola persona.
Y esta persona es ni más ni menos que la cantante más popular de la historia de los Estados Unidos, que recientemente ha vivido una gran victoria póstuma. Ha visto -este donde esté- como su versión de Respect era aupada al número 1 de la lista de las composiciones de rock y aledaños por la revista Rolling Stone. De haber seguido entre nosotros, se habría sentido enormemente orgullosa, porque eso sí, Aretha era el orgullo personificado: una artista que a pesar de su éxito desorbitado y de tan largo recorrido a pesar de sus altibajos, era como cualquier otra, con sus defectos, sus adicciones, sus fracasos sentimentales, sus desgracias familiares, sus sueños no realizados -el cine-, sus manías, sus miedos -se negaba a viajar en avión-, sus altruismos, sus triunfos y sus fracasos, pero insultantemente orgullosa. No obstante, cuando oyes su voz e intuyes su instinto interpretativo innato, apropiándose de cualquier canción ajena, te olvidas de todo y le perdonarías cualquier pijada de las muchas que cometió.