Los nombres del tango (II), por Sergio Zeni

12/08/2012
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En esta segunda entrega: Ángel Villoldo, Arturo Bernstein, Evaristo Carriego, Roberto Firpo y Agustín Bardi.
Ángel Villoldo  (1883–1912). Músico y poeta nacido en Buenos Aires, es el gran pionero del tango, con un papel primordial en el proceso que transforma los viejos tanguillos, cuplés y habaneras en el nuevo género musical que surge en torno al Río de la Plata. Con un gran sentido rítmico y letras arrabaleras, pícaras e incluso a veces procaces (también escribe mucho para comparsas de carnaval) que reflejan la vida cotidiana de las clases sociales más bajas, Villoldo obtiene un notable éxito como compositor, siendo sus tangos los primeros en desembarcar en Europa. A él pertenecen títulos como El choclo (una de las piezas más difundidas del tango), La morocha, Yunta brava, El porteñito o Cantar eterno. Su gravitación es tan destacada en los orígenes del género que se gana el apelativo de “Padre del tango”.

Es el siglo en que vivimos
de lo más original
el progreso nos ha dado
una vida artificial.
Muchos caminan a máquina
porque es viejo andar a pie,
hay extractos de alimentos
y hay quien pasa sin comer.
De “Matufias (o el arte de vivir)”

El choclo, con la letra escrita en los 40 por Enrique Santos Discépolo y Juan Carlos Marambio Catán, en la voz de Tita Merello con la orquesta de Francisco Canaro:

 
Cantar eterno, por Carlos Gardel:

 
La morocha, (música: Enrique Saborido, letra: Ángel Villoldo), por Virginia Luque en la película “La historia del tango” de Manuel Romero:

 
Arturo Bernstein, “El Alemán” (1882-1930). Es, con diferencia, el mejor bandoneonista en las primeras décadas del tango. Nace en Petrópolis (Brasil) y siendo un niño se radica en Buenos Aires. Comienza tocando el piano, el violín y la guitarra para luego dedicarse definitivamente al bandoneón. En la segunda década del siglo XX la calidad musical de sus agrupaciones está siempre un escalón por encima de las demás. Destacan en su trayectoria el cuarteto denominado “El Alemán” y el que integra en 1920 junto a Ciriaco Ortiz (bandoneón), Tito Rocatagliata (violín) y Juan Carlos Cobián (piano). Compone, entre otros tangos, Mala suerte, ¡Celos! y El abrojito. Es profesor de destacados músicos como Carlos Marcucci y Federico Storticatti entre otros.
“El abrojito” por Pablo Mainetti y César Angeleri:

 

  
Evaristo Carriego (1883–1912). Nace en la provincia de Entre Ríos y de pequeño se traslada con su familia a la ciudad de Buenos Aires, al tanguero barrio de Palermo. Poeta marcado por un fuerte tono sentimental, sus versos melodramáticos son un llamado a la compasión por los excluidos, los humildes, los perdedores. En obras como El alma del suburbio o La canción del barrio entran en juego elementos que serán arquetípicos en la mitología del tango: los cafés, los personajes arrabaleros, el barrio, etc. Su influencia será notable en no pocos letristas, como por ejemplo en el gran Homero Manzi.

Le cruzan el rostro, de estigmas violentos,
hondas cicatrices, y quizá le halaga
llevar imborrables adornos sangrientos:
caprichos de hembra que tuvo la daga.
(De “El Guapo”)

 
Roberto Firpo  (1884–1969). Compositor, director de orquesta y pianista nacido en Las Flores (provincia de Buenos Aires), es uno de los pioneros que forjan la evolución inicial del tango, enriqueciendo su lenguaje musical y afianzando definitivamente la presencia del piano en las orquestas típicas. Apoyado por Ángel Villoldo, se convierte en uno de los nombres más representativos de la década 1911-1920 junto a Pascual Contursi, Francisco Canaro y Carlos Gardel. Supo imprimirle un aire romántico a un género hasta entonces muy centrado en los pies de los bailarines. En 1916, Firpo estrena la célebre La cumparsita, con unos arreglos que bien pudieron haberlo hecho figurar junto a Matos Rodríguez como co-autor musical de la más difundida pieza del género. También hay que reseñar su gran protagonismo en el nacimiento del tango-canción, en el que las letras comienzan a tener un protagonismo desconocido hasta entonces. Entre 1912 y 1959 realiza cerca de tres mil grabaciones. Alma de bohemio suele ser la su composición más recordada.
Alma de bohemio (música: Roberto Firpo, letra: Juan Andrés Caruso) por la Orquesta Francini-Pontier con la voz de Alberto Podestá:

 
Fuegos artificiales, de Roberto Firpo y Eduardo Arolas, en los pianos de Horacio Salgán y Dante Amicarelli:

 
Sentimiento criollo, por Carlos Di Sarli y su Orquesta:

 
Montevideo, por el Cuarteto de Roberto Firpo:

 
El amanecer por la Orquesta Típica de Roberto Firpo:

 
 
Agustín Bardi (1884-1941). Nace, como Firpo, en Las Flores y se convierte en uno de los más destacados compositores de tango de comienzos del siglo pasado, período conocido como “Guardia Vieja”. Músico intuitivo de escasos conocimientos teóricos, violinista primero, pianista después, Bardi comienza su trayectoria artística en el tango actuando con su trío en el barrio de La Boca. Luego formará parte de las orquestas de Vicente Greco, Eduardo Arolas y Francisco Canaro. Es autor de piezas como Gallo ciego, Nunca tuvo novio, ¡Qué noche!, Cabecita negra, Tinta verde, La última cita… Páginas que interpretan desde Carlos Gardel hasta Rodolfo Mederos pasando por nombres tan destacados como los de Aníbal Troilo, Roberto Goyeneche, Edmundo Rivero o Julio Sosa. Nada menos que Osvaldo Pugliese y Horacio Salgán le homenajean, respectivamente, en Adiós, Bardi y A Don Agustín Bardi.
Gallo ciego por el Sexteto Mayor:

 
Nunca tuvo novio por Rodolfo Mederos:

 
¡Qué noche! por la Orquesta Típica Criolla:

 
Tinta verde por la Orquesta de Aníbal Troilo:

 
Madre hay una sola (música de Agustín Bardi, letra de José de la Vega) por Carlos Gardel:

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