¿Y qué es lo buscas exactamente? ¿que te hablemos del folk? Pues eso vamos a hacer, pero no sé si tú y nosotros tenemos el mismo concepto de esto del folk. ¿Qué es folk, qué es la música folk? Lamentablemente no contamos con una academia oficial de estas músicas que nos aclare el asunto, así que hemos de movernos en un mundo donde el término es usado y manoseado con muchas y diversas intenciones, algunas a veces confesables. Nos da lo mismo, no es una palabra nuestra y nosotros la usaremos con el sentido que nos parezca, como todo el mundo.
No nos falta afán clarificador y, como buenos españoles, buscaremos que nuestra opinión se imponga sobre la de los demás pero, eso sí, de buen rollito siempre. Ah no, no entraremos en disquisiciones sobre comunidades históricas, naciones y similares, para eso creó Dios las elecciones municipales y las barras de los bares, que es donde se deben discutir esas cosas tan difíciles. A nosotros nos interesa la música y los músicos que la hacen. De eso hablaremos, diseccionaremos para analizar y además nos mojaremos opinando, a diferencia del 99% de los sitios de Internet, que sólo hacen copiapegas de notas de prensa elaboradas por los propios interesados.
Empecemos por las raíces lingüísticas del palabro, “das volk”, del alemán “el pueblo”, entendido como una comunidad de personas. El folk, la música del pueblo entonces, ¿de acuerdo? Bueno, como punto de partida peligroso y movedizo, pues sí, vale. Aquí el abanico sigue abierto, aunque algo se ha cerrado. ¿Existe música que no sea del pueblo? Pues claro, mujer (u hombre), desde hace ya casi un siglo la música como arte espontáneo y la música como producto industrial elaborado han seguido caminos cada vez más divergentes y contradictorios en ocasiones, sobre todo cuando intentan unificarse. Ya lo irás viendo. Arte frente a producto, expresión libre frente a búsqueda de ventas; en la música, también.
Pongo Radio Nacional y cierto gurú veterano de las ondas con un programa cuyo título alude al tamaño nos presenta una rabiosa novedad de “estilo folk”, según dice… Prestemos la oreja a ello: voces melacólicas afinadas por los pelos y suaves guitarras acústicas apenas acariciadas… Resulta que a esto le llaman folk en ciertos ámbitos, a lo acústico y blandito, con mucho ecos y lentito ¿Y por qué, exactamente? Haciendo un esfuerzo de trazabilidad, podríamos hallar antecedentes en lo que se vino a llamar folk barroco inglés de los años 70, donde abundaban feéricas voces femeninas respaldadas por gigantes como John Renbourn o Bert Jansch a la guitarra. Pero el contraste sería comparable a la restauración de la pintura del Ecce Homo que recientemente llevó a cabo la guardesa de la iglesia de Borja…
¿Y por qué? ¿Y por qué no?
Vayamos por partes. Si asociamos el folk a la música del pueblo, algo tendrá que haber entre la tradición musical del pueblo con la que dice identificarse y la propuesta musical presentada, ¿no? Bien pueden ser las melodías escogidas, de origen popular; las estructuras rítmicas sobre las que se componen piezas nuevas, usando esquemas idenficativos de la cultura musical de un lugar determinado; los instrumentos escogidos… ¿he dicho instrumentos? Ejem, dejémoslo a un lado, que luego hablaremos de ello.
¿Y la lengua? Sí, el idioma, o como prefieran llamarlo (dialecto…) ¿No es algo que identifica la cultura tradicional de un lugar? Obviamente. Aquí tienes otra pista, compañero (o compañera). Tenemos la gran suerte de vivir en un país (Estado no, que no residimos en los ministerios) donde se hablan muchas lenguas (y dialectos) diferentes, y esta gente del folk no se corta un pelo en usarlos todos, es más, se vanagloria de ello. ¿Vas notando alguna diferencia con los productos musicales envasados para consumo rápido, paciente lector (o lectora)?
¿No? Hagamos entonces una comprobación. Cójase a un grupo de reciente creación que se presente como influencia de una maraña desconocida de nombres del llamado territorio indie (antes les llamaban rock), que lleven la original formación de batería, guitarras y bajo, y que sean originarios del interior de una provincia. ¿En qué idioma cantan? Mayoritariamente en spanglish (y en inglés alguno que otro) ¿Y por qué? Siempre te dirán que es la lengua que mejor expresa su música, aunque no pasaran del “sufi” en inglés en 6º de EGB… Ah, ¿y su lengua propia? Buf, eso no vende… Ah, y puestos a salir de nuestras fronteras, ya que lindamos con dos países cuyas lenguas son de las más hermosas del planeta, como el francés o el portugués ¿se podrían usar? Nunca, eso no se lleva. Bueno, igual es que no las conocen. Jolín, pero es que puestos a tener que haberlas estudiado, todos hemos pasado por el latín también…
En todo caso, las importaciones suelen ser peligrosas y, sin caer en la obviedad de recordar al Príncipe Gitano cantando “Inde guetóo”, en mis estanterías habitan algunos ejemplares de una japonesa cantando tangos, así como otras mezclas de algún productor con apellido de fruta que se empeña una y otra vez en que los mejillones se puede servir con mermelada…
Pero sigamos adelante. Hace algunas semanas se publicó un estudio nada menos que del CSIC (y no de esas universidades extranjeras que parece que no tienen nada mejor que hacer), en el que se decía que teniendo en cuenta los tiempos, las notas usadas y las transiciones entre acordes, a estas alturas de la historia del pop ya era imposible crear nada nuevo en el género, pues se habían agotado todas las posibles combinaciones. A estos factores yo añadiría los ritmos escogidos (dos y medio) y los instrumentos usados (tres o cuatro). A cualquiera con un oído algo entrenado (y que no tenga programas en Radio Nacional con nombres que aluden al tamaño) esto es algo evidente desde hace bastante tiempo.
Basta con repasar visualmente una discoteca medianamente equipada para distinguir los lomos de aquellos discos que abrieron caminos nuevos, para ver que con el paso del tiempo cada vez se han abierto menos, hasta llegar una época en la que sólo hay bucles y repeticiones. Pues bien, excluya usted, querido lector (o lectora), a la música folk de esta lamentable situación, pues va a encontrar tal amplitud de ritmos, tonalidades, intervalos, instrumentos (¿he dicho instrumentos…?), lenguas y duraciones de los temas, que las combinaciones puede ser casi infinitas y sin dejar de sorprenderle a cada paso.
A ver, que también hay modas reincidentes dentro del folk de las que a muchos les cuesta mucho salir, pero iremos advirtiendo sobre ello.
Más cosas. Los instrumentos. Asunto espinoso. Es la bandera de estas músicas, su signo más representativo. El folk juega con ventaja frente a otros géneros musicales en este aspecto, porque prácticamente no tiene traumas en usar cualquier instrumento estandarizado, y además cuenta con la sorprendente panoplia añadida de instrumentos populares, propios o ajenos. Pero la pregunta es: ¿consideramos folk a todo aquello que use instrumentos tradicionales? Mi respuesta aquí, querida amiga (o amigo) es radical: no basta. Hace falta algo más, no basta con disfrazarse de mono para ser mono. Hay que buscar la esencia y la vinculación con la tradición, no para presentarla como en un museo, sino para ser parte de ella aportando algo nuevo.
Como has podido ver, la cosa se presenta más difícil de lo que parece. Hemos intentado trazar un límite para dejar cosas dentro y echar a los invitados molestos y advenedizos, aunque habrá muchas cosas que se muevan en la frontera y que con mayor o menor acierto dejaremos entrar o echaremos a patadas, todo dependerá del humor con el que nos hayamos levantando esa mañana…
Ya iremos viendo, así que te rogamos algo de paciencia.
Ángel Goyanes es director de la revista Interfolk
Me alegra mucho que nazca este boletín. Ahora con los tiempos muertos y las nuevas tecnologías será más fácil acceder a tan valiosa información al alcance de la mano. Bueno dejemos de Chup…. Animo y suerte en adelante. No metas mucha caña a radio nacional, que aunque tiene abandonado a las “músicas de raíz” es el tuerto en el país de los correos.
Declarar que lo que te gusta es el “folk” es como decir que eres de izquierdas, una declaración tan vaga y genérica que siempre requiere precisiones suplementarias para no confundir al respetable. Así que muy bien esto de intentar demarcar el territorio, por complicado que sea. Y de apretar las tuercas a quienes usan el término como trastero para toda expresión trasnochada de cantautoría etérea y fusión descabellada. Al volk, al pueblo, nunca se le hubiese ocurrido cantar inventos tan melifluos.
Sólo dos pequeñas precisiones, si se me permiten:
1. Por fortuna, el spanglish o el muy ocasional correcto inglés han cedido ya bastante terreno en eso llamado indie. Castellano, catalán, euskera, galego y hasta asturiano dominan hoy la escena sin discusión. Basta con repasar las listas de lo mejor del año de las revistas especializadas en esos grupos: Los Planetas, Sr.Chinarro, Antònia Font, Manel, Lisabö, LucasXV, Anari y compañía cantan todos en su propia lengua.
2. Aunque se trate de un recurso retórico al que no hay que dar más importancia, no estoy tan seguro de que el adverbio “lamentablemente” sea el más adecuado para referir la inexistencia de una “academia oficial de estas músicas” . Si uno se fija en la labor tan tosca y discutible de otras academias oficiales, casi tenemos que congratularnos.
Un abrazo y gracias por la reflexión.
Gracias por tus apreciaciones, Alexandre. Es una buena noticia que el inglés deje de ser la lengua autoimpuesta en otros géneros musicales, y espero que lo que comentas vaya mucho más allá. Sobre la academia oficial de la música folk, no puedo dejar de envidiar la salud de escuelas como la Sibelius Academy, con especialización en música folk a nivel universitario y profesional, de la que han salido muchos de los grandes músicos del folk actual de aquel país. Hay cosas en nuestro país en este sentido, y tal vez en Cataluña sea donde más medios se han puesto a disposición y más se ha formalizado esta formación, con buenos resultados.
Ahora te entiendo, Ángel: te refieres propiamente a una academia de enseñanza musical profesional y competente, no sólo a un órgano en el que se siente cuatro a pontificar y que siente catedra en dudosas publicaciones. En ese caso, nada que apelar. Salvo quizás como dices en Cataluña y en algunos otros puntos privilegiados del mapa, es muchas veces bastante más difícil aprender y perfeccionar un instrumento autóctono y unos géneros de raíz que aprender rock con una bajo eléctrico (no digamos el piano de música clásica).
Acabo de saber de la existencia de esta revista y he leído vuestras reflexiones, todo muy interesante y enriquecedor. Yo aporto la visión de un grupo de “aficionados”, porque ninguno somos profesionales de la música, pero sí sabemos algo de folklore.
Somos Folk AIRÉN, de Manzanares (Ciudad Real) y llevamos trabajando por la cultura tradicional más de veinte años. La forma más visible: nuestra interpretación de la música y la poesía tradicional, es decir, las canciones que nos han enseñado, las que hemos aprendido en cancioneros, la recreación sencilla y cercana, sin artificios… para que algo quede. En 2020 publicamos nuestro primer disco, autofinanciado y en un momento difícil. Es “Al aire de AIRÉN”… El folklore es para nosotros una expresión vital, para que nuestra cultura, la rica y extensa “cultura”, las vivencias de nuestros antepasados sean conocidas y respetadas. Gracias por su atención. Un saludo. Maribel Ruiz
http://www.asociacionculturalairen.es
Hola Maribel.
Bienvenida, es un placer contactar contigo.
El enlace que nos has puesto no lleva a donde indicas.
Puedes ponerte en contacto con nosotros en el correo diariofolk@diariofolk.com