En la jornada inaugural del festival, celebrada en el Teatro López de Ayala, el guitarrista y profesor Juan Pedro Jiménez desarrolló una charla sobre la figura del gran guitarrista manouche y detalló algunas claves de su libro -producto de cuatro años de investigación- que “a nivel internacional, es la primera biografía del músico que intenta secuenciar rigurosamente todos los acontecimientos y fechas”.
Jiménez y Durand han contado con la colaboración de personas que conocieron directamente a Reinhardt, de sus familiares (especialmente de su nieto, el guitarrista David Reinhardt) y de la Embajada de Francia, a través de la cual pudieron contactar con el conservatorio y el museo de la Cité de la Musique de París, el mismo que precisamente en estos días acoge una muestra dedicada a este músico nacido en Bélgica. Una exposición que arribaría a nuestra capital el próximo mes de febrero.
Django Reinhardt. Un Gitano en París –revisado por Alfredo Papo y Juan Claudio Cifuentes- incluye varios testimonios, documentos y fotografías inéditos y se detiene en algunos aspectos poco conocidos de Django, “un hombre soberbio y arrogante como ninguno, pero con un corazón enorme que entendía que la vida se gobierna a través del amor hacia todo el que se consideraba amigo suyo o cercano a él”.
El autor ha destacado que esta publicación en castellano además de venir a saldar una deuda pendiente con Django, lo hace también con el monstruo Óscar Alemán, “a quien aún no se le ha brindado el tributo que merece”. El libro le dedica un capítulo entero a Alemán con el significativo título de “El rey invisible”. De este amigo del gitano llegó a escribir el célebre Leonard Feather en 1939: “Su tono, su fraseo, su swing, su ataque son tan grandes que no quiero que nadie me nombre más a Django Reinhardt”.
La obra, además de recorrer aspectos fundamentales en la trayectoria de Django como su origen manouche, el accidente que le provocó su minusvalía en la mano izquierda, su reinvención como guitarrista, el Quintette du Hot Club de France, su especial relación con Stéphane Grappelli, su frustrante gira por EE.UU. bajo la batuta de Duke Ellington o su vida familiar, se detiene también en el interés de Django por la pintura, en sus guitarras (con especial atención a sus famosas Selmer), en sus experiencias con los grandes del jazz, en sus contadas actuaciones en España, en Jean Sablon, en Swing Records, en su gira por Inglaterra, en los difíciles años de la ocupación nazi y en su legado, comentado en el epílogo por el guitarrista Biel Ballester.
Con respecto a la herencia de Reinhardt, Jiménez señaló que esta no solo se encuentra viva en el afamado Birélli Lagrène sino también en Tchavolo Schmitt, Romane, Angelo Debarre, Stochelo Rosemberg y en una cantidad cada vez mayor de jóvenes guitarristas manouches.
El prólogo del libro está a cargo de Michael Dregni, reconocido biógrafo de Reinhardt. En sus páginas declara que Jiménez y Durand “han hecho un trabajo magistral”, y nos invita a recordar aquella frase del contrabajista Emmanuel Soudieux… “Django était la musique faite homme”: Django era la música hecha hombre.
Un grande del “swing” “en guitarra”
Un grande del “swing” “en guitarra” acustica.