María Toro es flautista y compositora gallega, uno de los últimos ejemplos de músicos que beben de la rica herencia del jazz y la música tradicional que se hace en Galicia. Este año ha editado su tercer trabajo, Fume (“humo” en gallego) en homenaje a la aldea donde pasó su infancia, un disco que cuenta como colaboración estelar la del pianista gaditano Chano Domínguez, reciente Premio Nacional de Músicas Actuales.
Este trabajo cierra el círculo que inició en 2014 con A contraluz, grabado en Nueva York y que continuó en Brasil con Araras tres años después, donde trabajó con músicos como Hermeto Pascoal. Fume significa el regreso a la música tradicional de su tierra.
Uno de los máximos exponentes de esta fusión musical es Baldo Martínez. De 2003 es Zona acústica I, en el que colaboraba German Díaz y donde contaba con acompañantes de la talla de David Herrington, corneta y Antonio Bravo, guitarra acústica, dos músicos que ya son habituales en la banda del contrabajista.
Este disco anticipaba lo que iba a convertirse en el Proyecto Minho, una suite galaico portuguesa donde Baldo alcanza la excelencia musical.