Soema Montenegro es una de las más notables revelaciones que se han producido en los últimos años en el mapa de las músicas de raíces en la Argentina y en la América Latina en general. Un fenómeno que se sustenta no solo en el alto vuelo que la bonaerense ha alcanzado como compositora e intérprete, sino también –y muy especialmente– en su singular personalidad, fiel a sus orígenes y a la vez novedosa, experimental, actual y desenfadada.
Apoyada en buena medida en su compañero Jorge Sottile, la cantante ha amasado un sonido propio que bebe de diferentes tradiciones musicales del continente y que tiene una conexión profunda, casi chamánica, con la Naturaleza.
Tras cosechar, días atrás, excelentes críticas en Portugal, Soema visita por tercera vez la geografía española. Entre las tareas propias de cada gira y las atenciones a su pequeña hija Amaru, se ha hecho de tiempo para conversar con nosotros sobre sus orígenes, su trayectoria profesional, sus discos y su manera de entender la música.
–Ante todo, cuéntenos qué nos vamos a encontrar quienes nos acerquemos a escucharla en el Pirineos Sur el próximo miércoles en Sallent de Gállego.
–Vamos a presentar principalmente Ave del Cielo, mi tercer disco, con temas como Habanera de los bichos, en el que tomamos ese ritmo antiguo, anterior a la milonga que existe en la Argentina, o Niña, una cumbia que habla de la fuerza de lo femenino en este tiempo. Acabamos de tocar en el Festival de Músicas del Mundo de Sines y ahora estamos con muchas ganas de presentarnos en el Pirineos Sur, estaré allí con mi banda habitual, El Conjuro, compuesta por Jorge Sottile (dirección musical, bandoneón y percusión), Eduardo Herrera (guitarra, cuatro venezolano y acordeón) y Facundo Soto (contrabajo). También vamos a hacer temas de mi segundo registro, Passionaria, y algunas cositas nuevas que andan volando por nosotros. Estamos muy contentos de poder estar aquí compartiendo las músicas que nos inspiran en este tiempo.
–Creció en los alrededores de la capital argentina, en la llamada Zona Oeste del Gran Buenos Aires… ¿De qué manera le influyó ese entorno en su infancia, qué recuerdos sonoros tiene de aquellos tiempos?
–Cuando yo era pequeña, Gregorio de la Laferrere y González Catán eran lugares de campo abierto con algunas casitas y pocos vecinos, allí todo el mundo se conocía. Mis padres tenían el almacén del barrio, en donde todos iban a hacer sus compras. Mi barrio estaba lleno de inmigrantes y el color de los acentos era algo maravilloso. Todo eso quedó en mi memoria, también las músicas que rondaban en el aire. Por las tardes los vecinos se quedaban conversando con mis viejos, contando historias del campo, de los lugares que se extrañaban debido al éxodo que inevitablemente tuvieron que hacer hacia la ciudad en busca de una mejor calidad de vida… Mis primeros recuerdos son sonoros. Recuerdo los pájaros con mucha claridad, los sonidos de la lluvia, los acentos que tenían mis vecinos y compañeros de juegos. Mi barrio estaba lleno de inmigrantes, gente llegada de Chile, del Paraguay, de Bolivia, de diferentes provincias de la Argentina. El color de los acentos era algo maravilloso. Escucharlos me producía mucha curiosidad, me detenía a observarlos y me preguntaba cómo sería el lugar en el que habían nacido para que sus sonidos fueran tan diferentes a los míos. Recuerdo que con mi hermano Eduardo, jugábamos a imitar las voces de los vecinos… Todos esos sonidos quedaron en mí, en mi memoria. También las músicas que rondaban en el aire, músicas provenientes de todos esos paisajes. Folclore puro de cada lugar.
–¿Cómo se inicia su formación musical?
–Mis estudios musicales comenzaron por absoluta pasión, con sed de aprender y conocer, de sumergirme en el lenguaje de la música. Comencé estudiando guitarra con un vecino que por la mañana era panadero y por la tarde, profesor de música. Era un cantante increíble, me hacia temblar los huesos con su voz. Un día me preguntó si yo cantaba y con toda timidez le dije que algo. Me escuchó cantar y en ese momento decidió cambiar mis clases de guitarra por clases de canto. Así empecé a cantar… Gracias al señor Molina. Después seguí estudiando en mi adolescencia con otro profesor de guitarra y más adelante comencé mis estudios formales en el Conservatorio de Música Alberto Ginastera, en la ciudad de Morón. En ese tiempo no tenía muy en claro lo que quería hacer. Sabía que quería componer música, cantar… Ya en ese tiempo escribía mucho… Mis días transcurrían en una investigación continua de mí misma.
–¿Cuándo empezó a componer?
–La composición siempre me acompañó. Comencé a componer siendo una niña… Desde aquel momento en que mis papás me regalaron la guitarra no pude parar de inventar canciones… Puedo decir que los primeros pasos en este sentido los di a mis once años.
–¿Cómo evoluciona su formación musical? ¿En qué momento su canto comienza a tomar ese carácter experimental, a jugar con improvisaciones?
–Creo que una evolución natural se fue dando cuando comencé a cantar en el trio de improvisación vocal Adivina. Con mis compañeras Maisa Pereira y Hari Mason nos dedicábamos mucho a investigar sobre las posibilidades de la voz, desde lo técnico hasta lo más profundo que contiene, como información, el sonido en sí mismo. Ese momento fue muy especial para mí, muy esclarecedor, allí tomé conciencia que ese era mi camino, que la voz era una fuente de crecimiento muy poderosa, y que quería investigar sobre ella, porque era investigar sobre mí misma, era crecer… Comencé a estudiar canto técnicamente, incluyendo métodos no convencionales que toman la voz desde muchos aspectos humanos: emocionales, psicológicos, geográficos…
–Háblenos de las primeras formaciones musicales en las que participa…
–La primera vez que pisé un escenario fue en 2001 de la mano de mi amiga Susy Shock. Con Piel del Sur, que era su grupo en ese momento, tuve la certeza de que quería la música en mi vida, que los conciertos compartidos con la gente eran un poderoso lugar de transformación. Luego, a partir de 2002, con Adivina pude vivir el poder de la música, nuestros conciertos eran de improvisación libre, no había nada pautado, entonces pedían mucha presencia, disponibilidad, flexibilidad… Fueron momentos maravillosos y, sin duda, de los más intensos y formadores para mí desde la voz… A los cinco años, Adivina desapareció, me quedé sola con la guitarra y comenzó el momento de investigar sobre la palabra y la voz. Así nació mi proyecto solista.
–¿Cómo llega la grabación de Uno Una Uno, su primer disco? ¿Qué se había propuesto cuando abordó este proyecto?
–Todas las canciones de Uno Una Uno son el resultado de ese traspaso de la investigación vocal a la palabra, a la canción. Cuando comencé ese proyecto fue desde mi necesidad de cantar, no tenia mucha claridad de hacia dónde. En 2008, mi amigo Zelmar Garín del sello Noseso Records me propuso hacer un disco cuando yo le había sugerido hacer simplemente una prueba, una demo. Él me propuso ser el productor y así comenzó nuestro trabajo en mi primer disco. Comencé a tocar mucho ese repertorio, a nutrirme de esa experiencia y a crecer como solista desde mí y con el apoyo del público.
Quienes me conocieron por mi segundo trabajo discográfico, se sorprendieron al descubrir Uno Una Uno porque es un disco mucho más intimista y experimental en el que la voz es un instrumento más. Ese registro, a pesar de su escasa difusión, fue muy bien recibido por el público, La Blogotheque de Francia se interesó por él y Vincent Moon hizo un documental en el que me retrató con mi música.
–¿Cómo se produce ese salto que diferencia a Passionaria, su segundo disco, de Uno Una Uno?
–Es difícil para mí describir esto desde un punto de vista exclusivamente técnico. La música en mi mundo funciona en estrecha relación con quién soy en cada momento, la vida está viva y yo con ella… Mi primer trabajo fue un gran desafío porque es un disco que le canta a la poesía, a lo netamente abstracto, como si pudiera poner en palabras un mundo indecible, estaba experimentando con eso desde un lugar íntimo, curioso y tímido… Al año siguiente, cuando comenzaron a llegar las composiciones de Passionaria, el momento era muy diferente. Los temas de este disco son audaces, locos, coloridos, profundos… tenía muy presente la selva en su intensidad, su fuerza y su abundancia, y así surgieron las letras, las músicas, los arreglos.
Siento una comunión muy profunda con el monte y la selva. –Temas como La leyenda del cururú, Río arriba, Colibrí, Invocación a la passionaria, Mi camalote o Profundidade ya evocan desde el título a esa selva paranaense a la que se refería, a la naturaleza del territorio guaraní, un mundo que ya asomaba en su primer disco en composiciones como Noche guaraní o Canto al río… ¿Cuál es su vínculo con esta región que le resulta tan inspiradora?
–Siento una comunión muy profunda con el monte y la selva. Seguramente, eso tiene que ver con mis orígenes. Mi familia es del Litoral, región de ríos, monte y selva, lugar profundo, verde, abundante y maravilloso para mí, donde el folclore está lleno de leyendas y mitologías que relatan lo misterioso y mágico que habita junto a lo peligroso y abismado como pueden ser el río y la selva profunda. Esos espacios me inspiran mucho, me cuentan silenciosamente historias impensadas. Me encanta que eso me llegue a través de la música y la poesía.
–El sapo y el picaflor aparecen en una leyenda del folclore guaraní que aquí está presente en dos canciones La leyenda del cururú y Colibrí…
–Antes de hacer las canciones no sabía que existía la leyenda del cururú, la escribí evocando mi niñez cuando jugaba a las escondidas con los sapos. Buscaba los sapos entre el pasto y me encantaba sacarlos de sus agujeritos y verlos saltar por el patio de mi casa. Investigando sobre la cosmovisión guaraní, sobre su visión del origen del mundo, me apasionó la historia de Ñanderu, el Creador, sentado en medio del universo contemplando la nada, y desde allí la creación. Su imagen del colibrí me encantó. De hecho hice varios dibujos de Ñanderu, imaginándomelo como un niño. Colibrí cuenta esa historia, pero como un juego desde mi perspectiva, no es una reproducción textual, de hecho es un juego de palabras en guaraní, portugués y español.
–¿Qué le llevó a acercarse al portugués en Produndidade?
–Profundidade lo escribí en ese portuñol que se habla mucho en la frontera argentino-brasileña. Mis primos lo hablan y me encanta su sonoridad. Mi abuela me contaba historias de ese lugar que podrían tildarse de alto realismo mágico. Mis bisabuelos criaron a sus hijos en un lugar que se llama Profundidad, es un lugar mágico y maravilloso que está en Misiones. Mi abuela siempre me contaba historias que una persona que no fuese de allí podría tildarlas de alto realismo mágico. Todas esas historias dejaron ecos en mi espíritu y en mi corazón, solo podía cantarles a mis abuelos en ese idioma, el único que tenía el sonido y las palabras que quería decir.
–En el ecuador de esa diversidad rítmica e instrumental que atraviesa el disco aparece Invocación a la passionaria, elaborada solo con voces…
–Invocación a la passionaria, es una improvisación basada en las imágenes de las plantas, de las enredaderas y de los bichos que habitan el monte y la selva. Solo capté esas imágenes e hicimos las tomas en el estudio, grabé una por una las voces, improvisando cada vez. La pasionaria o pasiflora es una enredadera que crece en la selva y en lugares cálidos, tiene una flor maravillosa, muy compleja. En la Argentina crecen generalmente de color violeta pálido, pero en Colombia, por ejemplo, las hay de mucho colores. Invocación a la passionaria, esta inspirada en la complejidad de sus formas, surcos y colores, las voces trazan todas esas formas. Elegí el nombre Passionaria por esa flor y por la pasión que inspira, que se vuelve violenta y a la vez amorosa.
Al investigar músicas originarias, encuentro en ellas ese lazo que las vuelve únicas, la fuerza que conecta con lo profundo, con lo misterioso–Uno de los temas con más fuerza del disco, Flores del desierto, se aleja de esa selva y nos lleva al altiplano andino…
–Sí, me siento muy conectada con las músicas latinoamericanas y con las músicas originarias de todo el mundo. Al escuchar muchas músicas que me llegan, que busco e investigo, siempre escucho en ellas ese lazo que las vuelve únicas y maravillosas, la fuerza que conecta con lo profundo y con lo misterioso, la fuerza que seguramente da vida a lo que existe. Eso me pasó cuando escuché por primera vez los cantos originarios del noroeste argentino, el canto con caja, los huaynos, los takiraris y las músicas de nuestro país hermano Bolivia. Un viaje que hice hace muchos años por Bolivia y Perú me sirvió como escuela para comprender e impregnarme de la cultura andina profunda. Amé a las mujeres y los niños de esos lugares, que viven a grandes alturas, en lo árido y solitario. Comprendí el silencio y el espíritu de las fiestas en las comunidades. Flores del Desierto es un pequeño aporte, con todo mi amor, a esa comunidad.
–Hablemos ahora de su último disco. ¿Qué nos podría contar de él en términos generales?
–Se trata de un disco inspirado en buena medida por el vuelo y el canto de los pájaros. Es muy difícil explicar la música, es mas fácil escucharla y degustarla desde los sentidos, pero puedo decir que Ave del Cielo es un álbum de canciones con una fuerte raíz latinoamericana que lo atraviesa entero. Eso le da ese gusto que me hace sentir muy cerca de mi interpretación, de mi particular cosmovisión de lo que es el mundo latinoamericano. Es un disco con una fuerza femenina suave y una poética simple, a diferencia de Passionaria que es más estruendoso, inspirado principalmente en las imágenes de la selva, en su densidad verdosa, su profunda fertilidad y peligro. Son discos diferentes sin duda.
–Como sus anteriores álbumes, este también comienza con un tema muy intimista que, en este caso, le da nombre al disco, Ave del cielo…
–Ave del Cielo es una canción que la escribí cuando todo el disco estaba terminado. Sentí la necesidad de que hubiese un tema que fuera algo así como un rezo, como acercarse a un altar frente al cielo, con un espíritu de auténtica devoción hacia los dioses de la Naturaleza pero que llevara el mundo espiritual humano. Así nació Ave del Cielo. Desde entonces siempre me gusta abrir los conciertos con esta canción.
–El segundo corte, tiene un título muy sugerente, Todos nos teje…
–Está inspirado en esa cosmovisión de que la Madre Tierra siempre nos está escuchando. Como hijos, vamos yendo por su camino, consciente o inconscientemente, y ella va tejiendo nuestro destino, nuestros encuentros, nuestras realidades, nuestra forma de vivir en esta existencia.
–En Pica pao, seguramente el tema en el que su voz se desmelena más, vuelve a jugar con el portuñol…
–Sí, es una composición muy juguetona. Está escrita en portuñol y en algo así como un idioma inventado. Hay en ella un mundo en el que aparece un surrealismo mágico… Me encanta escribir música dentro de ese espacio dónde todo es posible. La historia trata de una mujer que se enamora de un pájaro carpintero, ella lo ama y quiere estar con él, abrazarlo, compartir los árboles, volar con él… Se olvida que es humana, y a pesar de sufrir caídas y golpes, siempre lo vuelve a intentar.
–Niña es posiblemente el tema más contagioso del disco. ¿Cree que la cumbia está teniendo en estos últimos años una revalorización?
–En Latinoamérica la cumbia siempre fue una música muy poderosa y significativa, tal vez por su raíz mestiza, herencia de las culturas de los pueblos originarios de nuestro continente, de África y de Europa. Es una música muy nuestra y sí, está siempre recreándose, es una música muy viva. Casi toda América Latina está atravesada por ella. Su revalorización tal vez tenga que ver con la conciencia de que es nuestra. En Buenos Aires, por ejemplo, está siendo parte de grandes movimientos en todos los estratos sociales, hay una nueva forma de reconocerla como parte de nuestra identidad.
–¿Cómo suelen darse los procesos creativos en sus tareas de compositora e intérprete?
–Me gustan mucho esos momentos, siento internamente las imágenes, las visualizo y a ellas les canto. Busco la claridad de esas emociones, sus olores, sus sensaciones, y comienzo a escuchar que es lo que traen… Hay veces que primero vienen melodías y texto, otras solo palabras, cada una va teniendo su forma. Me grabo, escribo, dibujo, voy dejando que se liberen y así puedo verlas con claridad.
–¿Cuál es el papel de Jorge Sottile en ese camino hacia el acabado final de las canciones?
–Jorge es mi pareja. Es importante aclarar esto porque él conoce, por decirlo de alguna manera, la intimidad de mi corazón y de mis pensamientos. Entonces no es difícil que yo le cante las canciones y él pueda escuchar todo lo que también está sonando junto a esa idea. También está el hecho de que él es un ser muy talentoso y sensible, entonces yo confío plenamente en su escucha. Jorge trabajó muchísimo en mis composiciones, todos los temas estaban cerrados formalmente y él tuvo que adaptar la instrumentación a los caprichos rítmicos de las palabras, las frases y demás. Nosotros comenzamos a trabajar juntos con Passionaria, él está siendo quien dirige los arreglos instrumentales y con el grupo se van armando unos arreglos maravillosos. Otra oreja increíble y exquisita con la que contamos es la de nuestro productor Juanito el cantor.
–A medida que su trabajo ha ido trascendiendo ha tenido cada vez más oportunidades de viajar a países tan diversos como los Estados Unidos, Francia, Suiza, Bélgica, Polonia, Marruecos o Australia. Ahora visita Portugal y España… ¿Cómo vive ese contacto con otras culturas, con otros públicos, con otros músicos?
–Hemos tenido la gran oportunidad de tocar en festivales de músicas del mundo muy importantes, estamos muy contentos de que nos inviten, de que nos reciban con tanto respeto y admiración, para nosotros es un honor compartir los rasgos de la música latinoamericana y argentina con públicos muy abiertos en la gran mayoría de los casos.
–¿No siente a veces la tentación de incluir en su repertorio alguna composición folclórica clásica para recrearla con su estilo?
–Hasta el momento no he sentido esa necesidad de grabar algo en ese sentido, pero sí tomo cantos tradicionales y los interpreto en mis conciertos. Me encanta la música folclórica tradicional y me gusta escuchar diferentes versiones a través de tantos cantantes increíbles que tiene esta tierra.
–Por sus roles de investigadora musical, compositora y vocalista, y por el carácter renovador de su labor, se podría decir que su trabajo tiene puntos de contacto con el de latinoamericanas como Violeta Parra, Yma Sumac, Leda Valladares, Beatriz Pichi Malen, Susana Baca, Luzmila Carpio, Susana Lago, Liliana Herrero, Lila Downs… ¿Se siente especialmente cerca de alguna de ellas?
–Todas esas mujeres que nombras son para mí palabras mayores, son mis grandes referentes, me siento cerca de ellas desde diferentes búsquedas. Siento que nuestra América Latina está atravesando hoy un proceso diferente con compositores que están abriendo nuevos espacios de búsqueda y que, sin duda, han sido influenciados por esas maravillosas cantantes. A Mercedes Sosa, por ejemplo, no hay lugar en el mundo en el que no se la reconozca como la gran voz de América, no hay festival que yo haya visitado en el que no me la hayan nombrado.
–¿Siente que propuestas renovadoras como la suya vienen a cuestionar la supremacía de ciertos modelos más conservadores y comerciales que muchas veces copan los grandes espacios de las músicas de raíces en la Argentina?
–Yo no siento que esté cuestionando las formas tradicionales de la música de raíz. Yo no siento que esté cuestionando las formas tradicionales de la música de raíz. Los tiempos van cambiando y van trayendo nuevas formasMe gusta componer y soy auténtica a la hora de experimentar y crear, en ese sentido trato de no tener prejuicios. Creo que la innovación y relectura es algo propio de la evolución, los tiempos van cambiando y van trayendo nuevas formas, como en la naturaleza, en la que también conviven esas nuevas formas con lo más primigenio… Estoy hablando de la música tradicional que valoro y aprecio mucho, otro caso es para mí el tema de la música comercial “de raíz”. Ese es otro tema y los parámetros sobre la valoración artística ocupan otros objetivos con los que no estoy para nada de acuerdo y no me interesan.
–A propósito de esto, ¿qué opinión le merece el perfil actual del Festival Folklórico de Cosquín, el más grande y conocido de su país?
–Nunca participé de Cosquín, por tanto no podría dar una opinión muy autorizada desde dentro del festival, pero sí he sido una seguidora de las noches del festival. Creo que antes Cosquín era un espacio de renovación, donde la gente podía acudir y descubrir nuevos intérpretes y compositores increíbles de la música argentina, como fueron en su momento Mercedes Sosa, Jorge Cafrune y mucho músicos que hoy son referentes de la música argentina y latinoamericana. Luego creció y creció hasta convertirse en algo masivo. Dentro del mercado de la música, el capitalismo se ha filtrado en casi todo aquello que es masivo, porque sin duda es donde más se vende. Eso le está pasando en Cosquín… Es una pena, pero muchos tenemos la esperanza de que eso cambie y de que Cosquín nos sorprenda en un futuro como un festival de encuentro de las tradiciones y lo nuevo también.
–¿Qué piensa del papel que están teniendo en la actualidad los grandes medios de comunicación en su tratamiento de la música popular?
–La verdad que no me siento tan informada como para responder a esa pregunta, no soy de leer grandes periódicos, me aburrieron las manipulaciones de la información. En ese tipo de medios no hay mucho lugar para el arte en general. Sin embargo, creo que con el alcance de las nuevas maneras de comunicación, a través de internet, sí hay otras informaciones que circulan y que a mucha gente le interesan. En los grandes medios no hay mucho lugar para el arte en general. En internet sí hay informaciones que le interesan a mucha gente.En la Argentina han surgido desde hace unos años muchas bandas, solistas y compositores muy interesantes, y esa información circula en internet.
–Nos contaba hace un momento que lo que compone y lo que canta va muy ligado al momento en que está viviendo. ¿Cómo describiría su momento actual, cómo está influyendo este en su trabajo artístico?
–Este momento de mi vida es muy especial para mí: hace unos siete meses nació mi hija Amaru. Soy madre y me siento muy feliz de poder compartir esta pasión que es la música y todo su mundo con mi pequeña. Ella está acompañándonos en las giras y es el motor de mi inspiración más intima y profunda. Siento que todo eso está impreso de algún modo en lo que canto, en lo que me inspira y en el amor que pongo en la preparación de los conciertos. Ahora estamos en nuestra tercera gira por Europa, sintiéndonos afortunados por el apoyo que desde la Argentina han realizado el Ministerio de Cultura y tantos colegas y amigos. En 2016 estaremos nuevamente en gira, esta vez por Australia. Continúo componiendo nueva música y seguiremos haciendo volar esta Ave del Cielo que es nuestro tesoro musical en este momento.
–¿Cantante o cantora?
–En la Argentina, en Latinoamérica, la palabra cantora significa “la que dice, la que canta, la que cuenta,”… Me encanta esa manera de ser en la voz. Me parece que esos títulos no se los pone uno mismo, esos títulos vienen con el tiempo. La voz de los que escuchan es la que te bautiza.
Imágenes:
-Soema Montenegro por Hernán Vargas.
-Soema Montenegro con Susy Shock en un concierto de 2001.
-Portada de Uno Una Uno (Noseso Records, 2008).
-Portada de Passionaria (Acqua Records, 2011).
-Portada de Ave del cielo (Suramusic Records, 2014).
-Jorge Sottile en el Festival de Músicas del Mundo de Sines 2015.
-Soema Montenego en el Festival de Músicas del Mundo de Sines 2015.