Diariofolk

Resulta difícil encontrar una referencia para describir la voz y la forma de interpretar el tango de Sandra Redher. A lo sumo se puede encontrar alguna huella de la gran Susana Rinaldi, pero la de su etapa menos histriónica, menos “afrancesada”. Es que la cantante argentina radicada desde 2001 en Barcelona se desmarca de los estereotipos usuales de las artistas del género y se planta en el escenario con una personalidad propia y una manera de decir que, pese a los años que lleva en Europa, no ha perdido esa “mugre” que los tangueros consideran imprescindible para abordar el género de un modo convincente. Eso, al menos, es lo que quedó demostrado en el ámbito acogedor de un Café Vinilo colmado, donde un público entusiasta la aplaudió generosamente.

Hacía muchos años que esta cantante, poeta y compositora –de la cual hemos dado cuenta varias veces en esta publicación– no viajaba a su país de origen, pero su prolongada ausencia no le ha impedido mantenerse vinculada con los buenos músicos locales, como pudo comprobarse con la elección de sus acompañantes: un excelente Quinteto La Grela integrado por Rubén Slonimsky (bandoneón), Diego Tejedor (violín), Rafael Delgado (violonchelo) y Ricardo Cánepa (contrabajo), liderados por el talentoso y versátil pianista Pablo Fraguela, capaz de gestionar con la misma solvencia la partitura de un tango como la de una zamba.

Fue precisamente este quinteto el encargado de abrir el espectáculo, con una potente versión instrumental de Mano a mano que anticiparía el repertorio que la Rehder decidió desgranar en este concierto: tangos clásicos, de esos que al registrar tantas y tan buenas versiones, implican un gran desafío para cualquier intérprete. Desafío que la argentina supo afrontar airosamente, y nada menos que en la cuna de esas composiciones, ante un público acostumbrado a escucharlas y compararlas.

Así fueron sonando El corazón al sur, de Eladia Blázquez, seguido del inmortal Flor de lino, que la intérprete entonó con la lógica emoción del reencuentro. A partir de allí, los tangos cantados se fueron entrelazando con versiones instrumentales y poemas recitados con mucho sentimiento de autores como Julio Cortázar y Roberto Juárroz.

Difícil destacar unas composiciones sobre otras cuando el nivel de interpretación fue tan homogéneo, a despecho de una agrupación que sonaba demasiado fuerte y por momentos obligaba a esforzarse a la cantante, salvo en los temas que Sandra cantó acompañada sólo por el pianista Fraguela. Puestos a elegir, destacaríamos la profunda y elegante versión de Los mareados, las impecables versiones de dos clásicos de Gardel (Soledad y Cuesta abajo), la intensidad dramática de Después (de Hugo Gutiérrez y Homero Manzi) y el cierre con la depurada poesía de Fruta amarga, de los mismos autores. Sin olvidar el cierre instrumental a cargo del Quinteto La Grela, que nos dejó una excelente versión de esa joya piazzolliana que es Adiós Nonino.

Sandra Rehder dejó en claro que es una de las voces más expresivas y personales del tango actual, una intérprete apasionada y visceral que sabe llegar al corazón de la audiencia. Sería deseable que visitara la Argentina con más frecuencia y que en próximas presentaciones incluyera en su equipaje a otros autores no tan estrechamente ligados al tango que suele revisitar, como Luis Alberto Spinetta, Fernando Cabrera, Alfredo Zitarrosa, Atahualpa Yupanqui o Silvio Rodríguez.

Sandra Rehder: voz.
Pablo Fraguela: piano y dirección musical.
Rubén Slonimsky: bandoneón.
Diego Tejedor: violín.
Rafael Delgado: violonchelo.
Ricardo Cánepa: contrabajo.

 Fotografía: Sandra Rehder en Café Vinilo por Fernando Marinelli.