Sala Galileo Galilei, Madrid. Momentos Alhambra
Fotografías de Carlos Monje
El espectáculo recorre las fronteras de la música tradicional y el pop independiente (si alguna vez hubo una frontera entre mundos tan alejados), pero es también un viaje que va desde Asturias y Galicia a Albacete a golpe de electrónica y a ritmo de rondas, fandangos, muñeiras y coplas. Cuevas es un músico ya muy curtido en su propuesta, pleno de desparpajo, soltura y seguridad.
El cantante apareció por detrás del público cruzando entre las mesas abarrotadas de la sala, con un talante provocador y la frase “recibidme como si fuera Rocio Jurado resucitada”. En esos momentos ya se había ganado a un público muy predispuesto.
Con la composición Muerte en Motilleja, Cuevas nos lleva a nuestro primer viaje, a La Mancha, con una colección de coplas sobre el amor y sobre la muerte, algo tan arraigado en esa zona española. El asturiano domina cien por cien las claves de la tradición, algo imprescindible para transgredirla cuando conviene, y canta especialmente bien.
Cuevas ha traído al folk algo que se echaba de menos: el espectáculo, las risas, la diversión. No solo en el sonido y las canciones, también la indumentaria, que es una parte muy importante del espectáculo, mezcla de cabaret electrónico y tradición.
Es el artista un espíritu libre, que hace exactamente lo que le da la gana sin que el espectáculo chirríe en ningún momento. Baja y sube constantemente del escenario y lanza proclamas como “adoramos a viejas deidades paganas, practicamos la herejía y vais a ir todos al puto infierno” o “gritad como gritaban vuestras abuelas” y, la mejor de todas, “no grabéis y disfrutad del momento, tontos”.
Con El día que nací yo, la copla que popularizó Imperio Argentina, Rodrigo Cuevas nos muestra otra de las facetas de su espectáculo, que llega a uno de sus puntos álgidos con el homenaje a Rambal, que fue asesinado a puñaladas en Cimavilla en 1976 y que se ha convertido en un icono de Gijón. Rambalín es una emotiva composición propia con mucha historia e integra la voz grabada de La Tarabica -otro personaje muy querido en la ciudad-, que cuenta que Rambalín era “una cosa mítica en Gijón, porque en aquel tiempo a los maricones los censuraban mucho y los insultaban”, y habla sobre el modo en que fue asesinado. Todo ello da pie a Cuevas para hacer un alegato por la libertad y los derechos LGTBI, de las mujeres y contra el racismo.
Las entradas en Galileo se agotaron en un abrir y cerrar de ojos y entre el público vimos a mucha gente joven poco asidua a los conciertos de folk, coreando “Inés, Inés, Inеsita, Inés”, el estribillo del tema Xiringüelu, una letra muy popular que posiblemente no se la habían oído cantar a nadie antes. Otro de los méritos importantes de este artista: acercar la tradición a quien hasta ahora le daba la espalda.
Rodrigo Cuevas: voz, percusión, caracola y acordeón
Mapi Quintana: teclados, electrónica, percusiones y bajo
Juanjo Díaz: percusiones