Diariofolk

Pelejebre, el grupo que anoche se subió al coqueto escenario de la Plaza de la Merced de Cuenca, forma parte de un nuevo eslabón de transmisión de la cultura tradicional. Un hecho digno de celebrarse. Pelejebre no circulan por la senda del folk electrónico tan fructífero en los últimos tiempos, sino por una suerte de folk eléctrico apoyado en el sonido clásico elegante del violín y la mandolina de Miguel Sagrado, al que acompañan en el escenario Victor Gallego a la batería y percusiones con Jon Wasserman a la guitarra eléctrica.

Arrancaron la noche con un charro ofertante a trío, antes de la entrada en escenario de Lucía López (Algazara y Delameseta), figura a seguir en esta nueva hornada de sonidos y sensibilidades de raíz, metiéndose al público en el bolsillo con “Valencianito”, un tema tradicional grabado por Yesca a principios de la década pasada. Toda una declaración de intenciones. Pejelebre hace música tradicional construyendo un repertorio propio con canciones que evocan sus recuerdos infantiles. Una suerte de playlist personal de temas tradicionales.

Aldeadávila de la Ribera o Candelario, pueblos de los que son originarios el padre y la madre de Miguel Sagrado Torijano, estructuran gran parte de la propuesta musical de Pelejebre, desde el nombre, que viene a significar algo así como niño revoltosillo, a temas como ‘La Rosca’ o la jota ‘Maria Antonia’ populares en las festividades de estas localidades salmantinas.

También Lucía López aporta al repertorio temas no tan conocidos de la tradición, pero que para ella evocan vivencias personales como ‘Manolo mío’, el romance grabado por Luan Na Lubre y Manuel Luna, o el romance de la “Cristiana Cautiva”. Tampoco faltaron en el repertorio de Pelejebre jotas y seguidillas que incitaran al baile, incluidas varias piezas en las que la propia Lucía acompañó en sus bailes al público que se arrancó a bailar desde la primera seguidilla.

Para el bloque final, reservaron ‘Polvorerita’, el único tema grabado por el grupo que puede encontrarse de momento en plataformas, aunque en su canal Youtube pueden encontrarse distintas grabaciones de muchos de los temas del concierto, o el himno de origen sefardí ‘Yo me enamoré del aire’ inspirada en la versión de Jambrina y Madrid. Momentazo del concierto con Lucía dándolo todo sobre el escenario y Jon Wasserman a los coros. Pelejebre dejaron para el final la jotas enlazadas ‘A Parrancún / A Pirigallo’ que consiguieron que mucho público se arrancara a bailar. Y para rematar los “Días de Hilar” a lo Mayalde.

La propuesta de Pelejebre tiene el valor de comprobar que una generación de niñas y niños escucharon estas canciones en sus viajes o en los bailes populares del verano, pegándolas a su memoria, tal como otras generaciones lo hicieron con la música pop o con la copla. Valga como ejemplo el de María Rodés con su “María canta copla”. Canciones vistas desde la nostalgia alegre de la infancia y la juventud veraneando en el pueblo o viviendo las primeras fiestas. Una conexión contemporánea con la tradición, quizá más conectada con el alma festiva de la música popular. Alejada de la sensación de pérdida de generaciones anteriores que vieron derrumbarse una manera de entender el mundo y para los que esta música era una manera de conservar una llama viva. Una llama que ha fructificado a través de los oídos atentos de los niños y niñas que iban sentados en el asiento de atrás o que jugueteaban entre las piernas de quienes bailaban jotas en la plaza. La tradición es tan impredecible como la vida.