Jardines del Botánico de la Complutense, Madrid
Con todas las entradas agotadas, enfundado en su eterna camiseta a rayas y su sonrisa, bajo su melena inalterable en las últimas décadas, Metheny abrió el concierto con la habitual Into the Dream, interpretada en solitario con su guitarra Pikasso, ese artilugio de 42 cuerdas a caballo entre una guitarra, un arpa y un salterio.
El tema fue acogido con un respetuoso silencio que se mantuvo durante todo el concierto, algo que no suele ser la tónica habitual del recinto y que prueba la veneración que se tiene por el guitarrista de Misuri.
Tras este brillante comienzo, subieron al escenario el pianista Gwilym Simcock, la contrabajista Linda Oh y el baterista Antonio Sánchez para acometer un espectáculo que sobrepasó las dos horas y media. Tanto el pianista británico como la contrabajista malaya son músicos que han sabido en poco tiempo adaptarse al líder y comparten su pulso musical. Por otro lado, el fabuloso baterista mexicano Antonio Sánchez se ha convertido en el soporte de Metheny en las distintas formaciones con las que graba sus últimos discos o viaja por medio mundo.
El concierto repasó en gran medida el material de la primera época del guitarrista, como Bright size of life -de cuando dirigía Pat Metheny Group- o de las grabaciones con Holland o con John Scofield. Metheny combinó solos y dúos con sus tres acompañantes: Change of Heart, con Linda Oh, Phase Dance con Simcock, y una brutal Question and answer´ con Sánchez.
Tras la despedida, el guitarrista regresó para un extensísimo bis, compuesto por un medley acústico en solitario, que incluyó maravillas como This is not America y Last Train Home, para posteriormente agarrar la guitarra sintetizada y atacar, ya todos juntos sobre el escenario, Song For Bilbao y Are you going with me?
Un repaso por algunos de sus incontables viejos temas que indudablemente hacen disfrutar al músico, revisándolos con su nueva y talentosa banda, tanto como a los 2000 aficionados que se delataban con su sonrisa de oreja a oreja.
Fotografías: Carlos Monje