Marta Solís, dulce esencia sin límites

18/06/2015 - Natalio Cruz Duque
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Marta Solís - 13-06-2015
Casa de Canarias. Madrid.
La cantante y compositora tinerfeña presenta en Madrid las canciones de su segundo álbum.
Marta Solís 1

En una pequeña sala, cuatro sillones, quizá cinco, rodeados de estanterías con cientos de libros que tienen como protagonistas a personalidades de la cultura popular canaria como Pepe Dámaso, María Montez o Benito Pérez Galdós. En otra, un contrabajo, una guitarra, un pequeño xilófono, una melódica y un micrófono sobre una alfombra que, puesta para la ocasión, cubre el suelo esperando que aparezcan los músicos. La Casa de Canarias en Madrid, fundada hace más de medio siglo por canarios ilustres, hoy sirve como altavoz para las iniciativas que florecen en las islas. Está aquí Marta Solís, presentando las canciones de Sin límites, su más reciente trabajo discográfico. Junto a ella, que aparece tras una breve presentación, serena, entre aplausos, vestida de azul y negro con los pies descalzos, Juan Carlos Baeza y Mon Cabrera. Un ambiente íntimo y un silencio que se rompe cuando su voz empieza a volar con los primeros acordes.

En este tranquilo atardecer de sábado, los primeros versos que suenan pertenecen a su Nana a la nena. Canta y toca el xilófono, con una presencia que inspira tranquilidad. Se percibe a una mujer dulce, de gran ternura, quizá en cierto modo frágil, reflejada en sus canciones, que están llenas de sentimientos, amores y deseos de canela y miel. Entre el público, una niña pequeña, sentada en primera fila, que no deja de mirarla con una sonrisa. Una bienvenida cercana tras la primera canción y, seguidamente, De improviso, una historia de amor que llega a los sentidos como mismo llega el amante que anhelan sus versos. Recita entonces una pequeña historia que habla de dos enamorados antes de que comience la siguiente canción. “Lo de ellos era como dos bibliotecas repletas de silencios. Era como dos bibliotecas que sentadas frente a frente no encontraron palabras para decirse”. Pero ella canta con palabras, con gestos, con su presencia y con su mirada, que se funden en una sola y se vuelven música. No hace falta más. Abre los brazos como si fuese a abrazar al público y es su voz la que lo acaricia.

Es un momento sólo para dos y para todos a la vez. Buena energía en el ambiente que toma forma de sonrisas correspondidas al final de cada canción. Derroche de sentimiento y voz en Mar adentro, un anhelo interior o, tal vez, el deseo de perderse en el Atlántico que baña las Canarias, que también están presentes en César, un tema que le dedica a su admirado César Manrique, precedido de otro texto que recita con emoción contenida. “Todos hemos sido estrellas fugaces alguna vez en la vida de alguien”, dice queriendo adelantar el sentimiento que el siguiente tema esconde. Y se enchina la piel tan sólo de pensar en todo aquello que pudo ser y nunca será, como sucede en su Estrella fugaz. Sonríe y sonríes con ella, te envuelve con cada historia. “Ya sólo alcanzo a escuchar el mundo de la piel hacia dentro”, un Mundo de papel, como el de su canción, que hace temblar. Se acerca al público, que está a sólo un paso. Se puede ver la nostalgia en sus ojos, que brillan como nunca. Es un lamento, un deseo de volver a empezar, como se empieza una casa nueva, sin nada en la despensa. Pero el tiempo se va. Se ha ido una hora y no te has dado cuenta.

“Trata a una persona como lo que es y seguirá siendo lo que es; trata a una persona como lo que puede llegar a ser y ser convertirá en lo que puede llegar a ser”. Una cita de Goethe para dar paso a Sin límites, no sin antes dar las gracias por escuchar con el alma. “Si te digo que no hay límites que no vengan del miedo”, canta y, por una vez, creemos que todo lo que podamos desear está ahí, esperando ser alcanzado, esperando ser disfrutado. Cuando parece que todo ha terminado y llegan los aplausos, el público pide otra y ella, generosa, regresa a sus orígenes con Pedazo de amor, de Promesa, su primer disco. Con el pequeño xilófono que ha estado acompañándola comienza. Con las palmas del público al son de una animada melodía termina, entre más aplausos. Dulces, tan dulces como su esencia.

Marta Solís: voz, xilófono, melódica
Mon Cabrera: guitarra
Juan Carlos Baeza: contrabajo

 

Hay 2 comentarios. ¿Quieres dejar el tuyo?

  1. Juan Miguel

    He escuchado a Marta Solís varias veces en Tenerife y, precisamente por eso, me ha resultado muy emotiva esta reseña, o descripción, o prosa, o poesía. Es perfecta. Gracias, Natalio.

     
     
  2. Andrés Leoni

    Marta Solis es una Genia. ..mi admiración. . Un abrazo.

     
     

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