Marta Plumilla: No hay mares en Marte

16/02/2014 - Ramon Moratalla
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Marta Plumilla - 10/02/2014
Sala Galileo Galilei, Madrid
Dentro del paupérrimo y maltratado panorama actual de la canción de autor, cualquier atisbo de renovación o iniciativa medianamente original está destinado a convertirse en un gran acontecimiento. Es lo que sucedió el lunes en la sala Galileo con la presentación del primer disco de la poetisa, actriz y cantautora Marta Plumilla, titulado "Sonata de miedo para piano interpretada en guitarra por una guitarrista pésima e interrumpida constantemente por mi voz interior".
Marta Plumilla

Con un aforo respetable para un lunes y tal como está el patio, la Plumilla supo atrapar los corazones de quienes íbamos un poco desavisados con una propuesta poética de un surrealismo tierno, naif e iconoclasta que es de lo más refrescante -e interesante- que hemos visto últimamente. Un mundo onírico que nos ha despertado la fibra a quienes de jovencitos escuchábamos a grupos inclasificables de los años 70.
Marta Plumilla plantea una puesta en escena donde muestra sus más preciados objetos, desde el flotador a los cubos y palas para jugar en la playa -aunque prescinde de su ya mítica bañera, algo más difícil de transportar y omnipresente en sus últimos vídeos-, todos esos objetos que conforman su mundo interior, mágico y misterioso, poblado de sensaciones y personajes.
Nos seduce, canción a canción, disfraz a disfraz, con las palabras que estos le van contando al oído. Nos envuelve con una voz tan dulce como una nube de hielo en Marte -por ejemplo-, porque no hay mares en Marte, y porque esta canción -por ejemplo- se ha convertido en una de las canciones sin las que uno ya no podría vivir.
No es una cantautora al uso, ni expone un repertorio de virtuosismo vocal. Pero nos arroba con su frágil voz y con un clima de desnuda ternura y melancolía que parece inspirado por Satie, creado por las guitarras de Andrés Sudón y Juan Fernández y el violín de Manu Clavijo (los «helados» Jack Frost, J. F. Frozen y el Dr. Frederick Ice Junior de los créditos), con el apoyo escenográfico de Ma Fée, que no se sabe si canta o no canta. Todos ellos forman parte del colectivo La casa, que desde el templo del Libertad 8 parece querer plantear una necesaria renovación de la canción madrileña.
El concierto se convirtió en un «beso de naranja» que deja un dulce regusto en la desangelada noche de la poesía madrileña. Por cierto, este primer disco presentado el lunes en Galileo «no existe». Está supeditado a una bonita iniciativa de «crowdfunding» -qué rayos significará esta palabra, maestro Millás- con la cual se puede colaborar. Sería un auténtico desastre que no viera la luz.
Aquí os pongo la canción sin la cual ya no puedo vivir:

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