Parador de Cuenca
En un momento de su concierto en Estival Cuenca, María José Llergo le confesó al público que sentía ganas de volar por el entorno que rodea el escenario Solán de Cabras del Parador de Cuenca. Seguramente, al terminar el concierto, la cordobesa se percató de que eso es precisamente lo que ha hecho en el festival conquense, elevarse sobre esta ciudad que es un nido de águilas a lomos de una voz que, a la vez que planeaba sobre el río Huécar, tatuaba arte en las calizas de las hoces. El ante de la Llergo quedará guardado para siempre en las paredes naturales que flanquean esta localidad y, quién sabe, puede que un día, dentro de cien millones de años, estas rocas lo liberen para que puedan escucharlo los conquenses del futuro.
La cantaora se lleva de Cuenca una de las ovaciones más grandes que se ha dado sobre las tablas del Parador de Turismo, lleno hasta donde permitía la normativa. Agradecida recompensa a una actuación muy generosa. El talento vuela todavía más alto cuando tiene el impulso de la entrega. Acompañada de un gran Paco Soto a la guitarra y de Miguel Grimaldo en los teclados y la mesa, María José Llergo ofreció en este concierto que se celebraba sobre un escenario de altura un recital con sabor a tierra. A la suya, Andalucía, pero también a la de los castellanos, asturianos y gallegos; porque cuando se canta desde abajo, la tierra que pisamos es la misma.
Es muy admirable que una artista tan joven cante canciones que hablan del campo y de los mineros. También que reivindique los pueblos, anime a combatir la despoblación y denuncie los muertos que sepulta el mar Mediterráneo. El mensaje también es importante y los flamencos saben mejor que nadie que los lamentos que alimentan el arte no tienen por qué ser siempre por amor. Que también.
El cante fue protagonista en el repertorio de Llergo. Ese es el territorio en el que más brilla, aunque en su fórmula están muy equilibrados los ingredientes de la tradición y de la modernidad. La artista de Pozoblanco tiene un talento puro que ha sabido pulir con la formación y, además, disfruta del momento. En la música, como en el fútbol y como en cualquier arte, lo primero es divertirse. El entusiasmo de la cordobesa se percibe incluso en los quejíos más profundos, los que dejaron marca más profunda en la hoz del Huécar.
Llergo desgranó en Estival un repertorio con muchas canciones de su trabajo más reciente, ‘Sanación’. Hubo tangos, rumbas y nanas en un recital en el que la artista rindió tributo a Camarón y a Lola Flores con la versión de Ay, pena, penita, pena que cerró su majestuosa actuación en Cuenca.
Antes de la actuación de la cordobesa subieron al escenario los Zas Candil Folk de Tarancón, imprescindibles en la programación de este festival. De nuevo música de tierra, en este caso manchega, pero también desde abajo. Hubo que hacer un esfuerzo muy grande para no levantarse del asiento y dejarse llevar por las jotas y fandanguillos del repertorio de los taranconeros, que en una de las canciones estuvieron acompañados de los componentes de Collado Project, banda que actuará este martes en la jornada folkie de Estival, en compañía de El Naán.