Diariofolk

La gran peculiaridad de la cita es que llegar a la carpa (con aforo siempre completo), situada en la isla de Tatihou, requiere equipación especial. El acceso y regreso se realizan en marea baja y es necesario disponer de calzado adecuado. Bordeando los criaderos de ostras y en aproximadamente media hora, la gran fila de más de 1.200 espectadores realiza el trayecto de ida y vuelta con la mejor de las disposiciones. Existe, no obstante, un barco anfibio para las personas con movilidad reducida. En Saint Vaast hay otra acogedora carpa, con capacidad para 600 espectadores, que también suele llenarse.
Llegamos ya en la recta final pero a tiempo de ver uno de los últimos conciertos de Les Charbonnieres de l’Enfer, ya que el grupo de Quebec planea disolverse en breve, con seis discos a sus espaldas. Cantando a capella y con el acompañamiento rítmico de los ex miembros de La Bottine Souriante Michel Bordeleau y André Marchand, esta banda, considerada el “dream team” de la música tradicional canadiense, quemó el escenario de la isla tras quince años recorriendo los escenarios del mundo (no así los nuestros). Michel Faubert, Jean Claude Mirandette y Normand Miron completaban el quinteto. El público local les obsequió con una gran ovación, muy merecida desde luego.
Esa misma tarde del lunes 20 de agosto, Gabriel y Marie de Malicorne completaron el cartel en la isla. Desde su primer álbum publicado allá por 1973, Pierre de Grenoble, la pareja firma polifonías vocales pasmosas y arreglos sorprendentes, mezclando instrumentos antiguos y contemporáneos (salterio, mandola, harmonio, zanfona electroacústica, teclado, percusión, bajo, guitarra, acordeón diatónico) intercalando lo que ellos llaman “dark folk” con temas bucólicos y agradables de escuchar. El repertorio incluyó temas de Malicorne y otros nuevos, preludio de lo que será su nuevo disco en 2013. A destacar en la zanfona el gran Gilles Chabenat, que se merecía un mejor lugar en el escenario.
La noche acabó en Saint Vaast con el también actor y escritor Gilles Servat. De voz fuerte y calurosa, es toda una institución en su país, capaz de conseguir una conexión increíble con el público. Largo concierto con sabor irlandés, pues Servat adapta melodías conocidas a su idioma y estilo, y arrastra a los espectadores a acompañarle siempre que se lo propone, cosa que hizo con su particular The wild rover. Su sentido del humor engancha perfectamente y la complicidad alcanza cotas poco comunes. Llega hasta aquí con su disco número 21, poemas de libertad y justicia, y una visión tierna, filosófica y a veces sarcástica de la realidad. El título de su primer disco, La blanche Hermine (emblema de la Bretaña francesa) se convirtió en un himno para los bretones. En esta noche, se hizo acompañar de Yannig Noguet al acordeón diatónico y de Nicolas Quémener a la guitarra y dirección artística, otro músico omnipresente, componente de Kornog entre otros y muy demandado.
La jornada del martes, última del festival, nos hizo cruzarnos de nuevo con el acordeonista irlandés Alan Kelly, en esta ocasión acompañado también por la excelente cantante Eddie Reader. La voz de la ex cantante de Fairground Attraction se vino a lo tradicional ya hace años. Su querencia por Robert Burns se hace notar en sus temas, como en su repetidamente interpretado Charlie is my darling. La presencia de Reader dominó claramente la actuación.
Los jóvenes escoceses de Manran, banda formada en 2010, fueron los segundos del día en la isla. Otros 50 minutos, que de nuevo se quedaron cortísimos, para una banda que dispone de un disco en el mercado y de repertorio en gaélico e inglés, aunque no utilizaron este último más que para las explicaciones. A destacar de entre los músicos Calum Stewart a la flauta y la gaita irlandesa, a quien anteriormente habíamos visto en dúo con el guitarrista Heiki Bourgault. Es poco común ver gaita irlandesa y escocesa codo con codo y ellos reclaman ser los únicos en hacerlo. El tema Oran Na Cloiche fue digno de mención. El quinteto se presentó con gaitas, flauta, guitarra, acordeón, voz y batería (este último accidentado, con collarín, tras un traspiés de madrugada). Suenan muy bien. Phil Cunninham participa en la producción, por algo será.
Electric Ceili Band cerró el certamen en Saint Vaast a un volumen considerable, demasiado alto por momentos. Fusión de tradición irlandesa y sonidos más contemporáneos, la banda liderada por Tim Murray (ex Danu), levantó a los espectadores de sus asientos en los últimos momentos del certamen. El violinista tuvo su protagonismo saliendo del escenario y arrastrando una fila de gente tras de sí. En los laterales, varios jóvenes se animaron a bailar al ritmo de la frenética música.
Mención especial para la divertida formación La Banda Latira. Muy solicitados como banda de calle, también presentan su curioso show en el escenario. Tres bretones y dos asturianos, con divertidos trajes de titiriteros, animan el cotarro allá por donde pasan. Curioso y recomendable espectáculo, tanto itinerante como estático.
Auguramos un largo y próspero futuro a este festival por el que también han pasado Carlos Núñez, Susana Seivane, Os Cempés, Camaxe, Corquieu, Kepa Kunkera, Korrontzi, Iñaki Plaza y Ion Garmendia. Nos llevamos de este festival el más cariñoso recuerdo del periplo francés veraniego.