Sala de Columnas de El Caserón, San Sebastián de los Reyes (Madrid)
Los aviones y el temido overbooking hicieron que Domingo El Colorao y sus tres compañeros llegaran con retraso a este nuevo concierto de Los Viernes de la Tradición. No importó demasiado, el tiempo de espera se hizo ameno entre las charlas con los habituales espectadores de los viernes y algún que otro espontáneo que quiso subir al escenario a echarse unos cantecitos.
El concierto comenzó con unos aires de tambor originarios de las islas occidentales, con El Colorao al timple acompañado por Pérez Brito en la guitarra. Desde ese primer tema ya supimos que las piezas instrumentales iban a encandilarnos durante toda la tarde.
Pedro Manuel Afonso domina los diversos estilos canarios y consiguió emocionar al público con piezas como una folía, una seguidilla conejera o una malagueña. La misma emoción levantó Marcos Hormiga, que recitó algunos romances propios.
Pero los puntos álgidos del concierto los ponían las manos del maestro. Ver sus dedos rasgando las cuerdas del timple o recorriendo vertiginosamente el pequeño mástil y escuchar como esa magia se convierte en unos sonidos cristalinos y vibrantes es una de las mejores experiencias musicales que hemos tenido.
El repertorio es sencillo, compuesto por temas tradicionales y populares, algunos procedentes de las parrandas canarias, como isas, seguidillas o folías, y también temas “de ida y vuelta”, como una mazurca o un arreglo para timple que Domingo El Colorao hizo de la polca paraguaya Pájaro campana.
El recital canario se cerró con una folía con una letra improvisada que Mario Hormiga transmitía al oído a Pedro Manuel Afonso para que este la cantara con su voz potente, mientras la guitarra y el timple ponían la música. Una tarde sencillamente emocionante.
Fotos: Ramón Moratalla y Carlos Monje
Muy buena definición porque para mí si fue “una de las mejores experiencias musicales” que seguramente he presenciado. He asistido a casi todos los conciertos de “Los Viernes de la Tradición” y en éstos no recordaba aplausos tan fuertes y extensos como los vividos el otro día.