Diariofolk

Difícil encontrar un nombre más apropiado para recrear el arte del rey del swing que este gran clarinetista que lleva desde mediados de los 50 revisitando las páginas doradas del jazz más tradicional. Recordemos que con solo catorce años, Acosta creó The Georgians Jazz Band y comenzó a dar conciertos de Hot Jazz en la radio.
Pocas horas antes de su presentación en la sala Enrique Muiño del Centro Cultural San Martín, Acosta tuvo que modificar la formación y el repertorio del quinteto, ya que debido a un imprevisto no pudo contar con el vibrafonista de la agrupación, Rubén Mónaco. Para sustituirle, recurrió a dos pianistas: el veterano Ángel Sucheras (ex compañero de filas en los Georgians), con una respuesta más que solvente, y –en Honeysuckle Rose  y Alter You Go– el joven Lucas Ferrari, que dejó algunos detalles prometedores.
Así, con la paleta de colores pasando a evocar más a Teddy Wilson que a Lionel Hampton, los músicos se pasearon por deliciosos clásicos que alternaron composiciones de un ritmo endiablado con otras más intimistas y románticas. El clarinete impecable de Acosta comenzó brillando en Lady Be Good y continuó haciéndolo en temas como Shivers; Memories Of You; Stompin’ At The Savoy; Avalon; Seven Come Eleven y Air Mail Special, dejando para el final la pieza con la que Goodman solía cerrar sus presentaciones: Goodbye, de Gordon Jenkins.
A destacar el papel del guitarrista Fili Savloff, secundando a Acosta en un prodigio de equilibrio. Sus cuerdas nos recordaron que homenajear a Benny Goodman es, en cierto modo, homenajear también al gran Charlie Christian. Los jóvenes Nicanor Suárez al contrabajo (redondo su solo en Avalon) y Damián Carrasco a la batería completaron una base rítmica sobre la que el quinteto construyó su gozoso derroche de swing.
Hay quien podrá tachar los conciertos con este perfil de nostálgicos o excesivamente tradicionalistas, pero es innegable que cuando escuchamos estas piezas, servidas con la calidad que saben imprimirles músicos como Carlos Acosta, estamos ante un imperecedero tesoro musical. Felicidades, Mr. Goodman.
Texto y fotos: Sergio Zeni