Wine Culture Center. Barcelona
Lleno en la sala. Entusiasmo y expectación en las mesas. Las cuerdas de Battaglia y Paredes encienden el fuego. Avisan que la cosa va en serio. Estos señores te cogen un tango de más de cien años, El choclo, y te lo sirven sin una arruga, sonando más a lo que vendrá que a lo que fue. Sus guitarras se complementan, se buscan, se escuchan, se pican, se relevan, se encienden. Y cuando aparece la voz de la Rehder dan un paso atrás y, con una digitación impecable, la sostienen en un perfecto equilibrio.
La cantante ataca llevándonos a Corrientes y Esmeralda y, desde la esquina porteña, dibuja un repertorio que parece haber sido escrito para que lo interprete ella. Tangos y milongas de viejo cuño como Me están sobrando las penas, Un momento, Yuyo verde, Tortazos, Cuartito azul, El sueño, Mala entraña, Qué querés con ese loro, Soledad, Trenzas, De barro… Poemas de Jorge Luis Borges, Eduardo Galeano, Ferrán Fernández, Roberto Viñuela y de la propia Sandra. De la tragedia al humor más desenfadado, cada verso está impregnado de un sentir tanguero que exuda autenticidad por los cuatro costados.
La pasión que pone Sandra Rehder en cada historia que nos canta, su carisma, su entrega y su naturalidad nos hacen creer, engañosamente, que con eso es suficiente para conmover a su público, que todo resulta así de fácil. Como si detrás de cada uno de sus espontáneos arrebatos de libertad no estuviese, perfectamente escondido, un acabado trabajo de interpretación, una voz largamente entrenada para partirte el corazón sin anestesia en el instante justo.
En su recorrido del pasado viernes, tal vez podríamos destacar una electrizante Fuimos, a dúo con Paredes; su original versión de Volver, infectada de candombe; De puro curda, en una confesión incontestable, y –con los latidos estremecedores de Álvaro Pérez– su poema Prosa 13 (“El coraje siempre sabe más que el miedo. / Puedo morir- si hace falta- intentándolo. / Y aprender. / Es a lo que he venido”).
El percusionista uruguayo, con quien la vocalista comparte el cuarteto Afluentes, protagonizó, puntualmente, algunos de los momentos álgidos de la noche (demoledora la versión instrumental de Milonga de mis amores que armó con las dos guitarras).
Un pequeño gran concierto, en definitiva, que invita a estar atentos a las diversas actuaciones que ofrecerá próximamente la argentina. Una voz que, como la Malena de Manzi, “en cada verso pone su corazón”.
Foto: Sandra Rehder por Isabel Camps.