Jamboree Jazz. Barcelona
Muy relajado, con una seguridad apabullante, el organista de Lackawanna (Nueva York), comenzó a dibujar su concierto con la tranquilidad de quien sabe muy bien por dónde camina, por mas que luego pareciera perderse en un mar de improvisaciones y citas de diversas procedencias. Ahí estaba con su Backtrack, instalando con pasos reposados una atmósfera espesa que iría caldeando más y más.
La sociedad perfectamente aceitada entre Dr. Lonnie Smith y el avezado guitarrista Jonathan Kreisberg (juntos registraron los álbumes Spiral y The Healer) dejó algunos de los pasajes más lucidos de la noche. Las cuerdas de la clásica Gibson Super 400 empastaron deliciosamente con las atmósferas que tejía Smith y enseñaron los dientes con unos solos calientes y certeros. A la batería, el joven de Nueva Orleans Joe Dyson no se quedó atrás, avivando el fuego a la vera del veterano organista sin perder el sentido del equilibrio. Con momentos marchosos, intrépidos y a veces intrigantes el trío exhibió un groove demoledor en el que, bajo el hechizo de Smith, todo parecía engañosamente fácil.
La sintonía del líder con el público fue total, y vivió un momento estelar cuando el músico celebró su habitual paseíllo entre los asistentes con su bastón amplificado (el slaperoo o stickslap), invitando a todos los que le rodeaban a sacarle sonido a esa vara mágica que sonaba como un especie de bajo distorsionado.
Con una audacia intacta que fortalece la tradición del añejo Hammond B-3 y el soul jazz, el gran Loonie Smith dejó uno de los conciertos más excitantes celebrados últimamente en el Jamboree. Le llaman doctor, pero además, es todo un hechicero.
Foto: Dr. Lonnie Smith por Joan Carles Abelenda