Sala Clamores, Madrid
Que un cuarteto resida durante cinco días en un club da pie a que haya numerosas sorpresas y a que el repertorio sea diferente cada noche, pero como varias veces ha recalcado Golson a lo largo de su carrera, cada día, cada tema, cada solo, es diferente, y ahí radica la magia.
En el primero de los pases en que se dividió cada concierto, Golson y sus “chicos” interpretaron temas quizá menos conocidos del saxofonista, como Uptown Prominate, pero que despertaron el mismo interés en un público que abarrotaba la sala y dejó constancia de que Golson sigue sonando de maravilla, fresco y joven, haciendo recordar a leyendas como Lester Young o Ben Webster por la dulzura de su sonido y lo implacable de su discurso.
El trío acompañante supo estar a la altura en todo momento, en especial Toño de Miguel con su maravilloso sonido y su manera de arropar al maestro, mientras que Moisés Sánchez ejecutaba una serie de solos endiablados que provocaban la fogosa reacción por parte de la audiencia, al igual que la de Golson, que iba inmediatamente a estrecharle la mano sin esperar a que concluyera el tema.
En cada pase el trío concedió un descanso al de Philadelphia, interpretando dos clásicos del jazz como Footprints en el primer pase y Someday My Prince Will Come en el segundo, aunque quizá con una óptica demasiado intelectual dentro del contexto en el que se hallaban.
Para el final quedó lo mejor, el estreno de un nuevo tema titulado Young Star, que bien podría haber sido firmado en los años 50; Whisper Not y la angulosa Stablemates -recordando con mucho humor cómo llegó a ser grabada por el primer gran quinteto de Miles Davis-, para concluir en forma de bis con la mítica Blue March, con muy buenas intervenciones de cada músico.
No cabe duda de que la semana pasada la Sala Clamores se vio alimentada por jazz de verdad de la mano de un dinosaurio.
Benny Golson, saxo tenor
Moisés Sánchez, piano
Toño de Miguel, contrabajo
Noah Shaye, batería