Real Jardín Botánico Alfonso XIII, Madrid
Benjamin Clementine es un músico fuera de todo molde. Londinense de ascendencia ghanesa, con 28 años y un solo disco en su haber, ha recorrido ya los escenarios de medio mundo y en todas partes se alaba su talento. Su voz y su estilo se pulieron en los pasillos del metro de París con estándares y temas de moda. En su caso, el manido cuento del patito feo parece más bien un relato de la cruda realidad, fácil de comprobar a través de las numerosas fotos y los vídeos que circulan desde hace años en Internet, publicados por los sorprendidos viajeros.
En el escenario, Clementine es brillante y su directo es un gran espectáculo. En las Noches del Botánico, la sobriedad se impuso a lo largo de todo el concierto, desde la formación en trío de piano, chelo y batería, hasta la puesta en escena sin adorno, dando todo el protagonismo a la fuerza dramática de la voz. Sentado en una banqueta más alta que el teclado del piano, descalzo y retorcido hacia el público para cantar, el británico tiene una presencia escénica abrumadora.
El público se rindió desde el comienzo al personaje, que se esforzaba por saludar en español desde una contradictoria timidez, acompañada de manías y excentricidades: no permite que se le hagan fotos, su discurso es susurrante -en ocasiones inaudible-, se muestra molesto ante los movimientos del público o el sonido de un coche lejano hasta el punto de interrumpir el concierto en varias ocasiones y hasta el baterista entra sigilosamente en el escenario instantes antes de tener que tocar en cada tema. La pose resulta muy forzada, pero tal vez -paradojas del show business- contribuya a encumbrarlo. Sin embargo, cuando empieza a cantar, nos olvidamos de todo.
Clementine es un cantante soberbio y un notable pianista, pero sobre todo es un gran cantautor de estilo inclasificable, con un pie en las raíces negras, el blues y el jazz, y otro en el britpop más elegante. No parece interesado en explotar sus incuestionables dotes vocales de forma corriente: la voz se desgarra en los agudos, se torna teatral en los falsetes, es imperfecta y demoledora. Tanto se ha hablado de su parecido con Nina Simone que casi resulta irrespetuoso mencionarlo, pero durante su actuación no pudimos refrenar el impulso de cerrar los ojos un instante y constatar con asombro que allí estaba ella.
Para colmo, sus letras son poemas de gran belleza, en los que expone sin pudor episodios autobiográficos con una tremenda carga emocional. En su concierto madrileño sonaron 12 de sus 18 temas publicados hasta el momento, muchos de ellos a dúo de piano y chelo: Condolence, Riverman, I Won’t Complain, The People And I, Cornerstone, Gone y sus muy celebrados London y Adios.
Hay muchas músicas en la música de Benjamin Clementine y queda mucho por descubrir. Esperamos con ganas sus nuevos trabajos.
Benjamin Clementine: voz y piano
Alexis Bossard: batería
Barbara Le Liepvre: chelo
Fotos. Carlos Monje