Diariofolk

Editado en formato elepé, el disco ofrece en su portada toda una declaración de principios, y de orígenes: una esplendorosa fotografía del puerto de Barcelona, con sus depósitos, sus contenedores, sus grúas y sus cruceros. No es una imagen idílica, sino más bien postindustrial. Y en interior del álbum nos encontramos con una ilustración bastante más simbólica: una especie de monstruo Godzilla surgiendo del mar y acercándose amenazadoramente hacia la Ciudad Condal, cuya silueta se vislumbra presidida por el castillo de Montjuïc.

Estas son las coordenadas en las que se mueve un grupo cuyo nombre a priori podría tener resonancias heavies o bíblicas. Pero no, Hijos del Trueno es una formación de militancia barcelonesa y clara vinculación mediterránea. Y lo hace reivindicando su carácter de “orquesta de baile popular” y renegando de los tópicos del “sonido Barcelona” y su mestizaje bastardo.

Fundada por Vicente Leone y Daniel Granados, dos exmiembros de Tarántula -el grupo en el que también militaba Joe Crepúsculo-, y reforzada por otros reputados integrantes de combos de la capital catalana, la banda ha debutado con Sorprendentes adelantos, un trabajo que constituye una buena muestra de música de ahora mismo, muy abierta pero sin dejar de poseer su personalidad, con una fusión que parte de la rumba para acercarse a diversos ritmos más o menos cercanos, desde los caribeños a los joteros, desde la cumbia al bolero, pasando por el pop y el rock y deteniéndose en la habanera teñida de tex-mex, una mezcla explosiva que brilla en Habanera sin rayos, y gracias a la colaboración de la cantante Maria Arnal se convierte en el tema más bonito del disco. Y como contraste no exento de sentido, la composición final, Llegan los Hijos del Trueno es una curiosa versión del My sweet Lord de George Harrison con una letra surrealista -como todas las del elepé- y un final descacharrantemente psicodélico.